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El aquelarre de Arriola (Rajoy) y Rigol (Mas) con Serrano de testigo
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Graciano Palomo

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El aquelarre de Arriola (Rajoy) y Rigol (Mas) con Serrano de testigo

Durante varios meses el comisario del presidente Rajoy (Pedro Arriola), el de Artur Mas (Joan Rigol, UDC) y José Enrique Serrano (Ferraz) estuvieron mareando la perdiz

Foto: Núria de Gispert, Artur Mas y Joan Rigol. (Efe)
Núria de Gispert, Artur Mas y Joan Rigol. (Efe)

Durante varios meses el comisario del presidente Rajoy (Pedro Arriola), el de Artur Mas (Joan Rigol, UDC) y José Enrique Serrano (Ferraz) estuvieron mareando la perdiz por ver si pudieran que el amargo cáliz de la desintegración de la nación/estado más antigua del mundo pasara sin apurarlo.

El presidente Rajoy eligió como su intermediario al sociólogo sevillano por tres razones contrastables y más que evidentes (en el presidente todo es “e-vi-den-te”): la primera porque no ostenta cargo oficial alguno en el Gobierno, ni en el Partido. La segunda porque se trata de una persona “dis-cre-ta” en grado sumo. Y la tercera porque tiene acreditada una tarjeta de golpe como negociador nato y de primer orden.

Enfrente tenía un anciano moderado de corte democristiano y suavón que tenía el encargo por parte del “felón” Mas (el calificativo no es mío) de ganar tiempo y tratar de metérsela doblada al Gobierno a la menor ocasión.

En realidad, José Enrique Serrano, jefe de gabinete de dos presidentes en Moncloa, estaba de convidado de piedra con el somero cometido de dar testimonio a su actual jefe de filas e informar a Miquel Iceta siempre y cuando Pedro Sánchez se la autorizara.

Me cuentan que hubo tabulados tres encuentros entre Madrid y Barcelona y que al margen de repartirse carantoñas se vio desde el primer momento que el choque de trenes resultaba inevitable. Porque el enviado de Mas se negaba a reconocer la soberanía que tiene per se el primer ministro y lo demás son cuentos con barretina. Punto. Cuando el atolladero estaba instalado, Moncloa lo único que pretendió es que el PSOE, un partido otrora de corte jacobino como corresponde a la izquierda inteligente y verdadera, se posicionara sin letra pequeña al lado de la soberanía del Estado y se dejara de tocar la cítara del federalismo y otras gaitas en estos momentos totalmente inservibles.

El baile acabó como todo el mundo sabe. Para España el 9-N arrojó un resultado esperanzador porque si después de tanta inmersión, mentira sobrevenida, semi verdad acumulada, miedo provocado, manipulación y vuelos gallináceos, resulta que el 75 por ciento de la población catalana no ve claro eso de la secesión es que la reversibilidad es más que posible a nada que el Estado empiece a mover los brazos en aquel territorio autónomo.

Para los separadores quedó también meridiano que bajo el argumento de “evitar males mayores” pueden todavía obtener alguna ventaja del hombre impasible, que hay que tenerlos bien puestos para no bascular a los extremos.

Durante varios meses el comisario del presidente Rajoy (Pedro Arriola), el de Artur Mas (Joan Rigol, UDC) y José Enrique Serrano (Ferraz) estuvieron mareando la perdiz por ver si pudieran que el amargo cáliz de la desintegración de la nación/estado más antigua del mundo pasara sin apurarlo.

Pedro Sánchez Mariano Rajoy Artur Mas