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¡Qué pasada, Cayetana!
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Graciano Palomo

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¡Qué pasada, Cayetana!

Les he visto inclinarse ante su féretro como si se tratara de una jefa de Estado amada por la parca. Todo lo que sé de Cayetana me lo ha relatado Raúl del Pozo

Foto: Funeral de la Duquesa de Alba. (AP)
Funeral de la Duquesa de Alba. (AP)

Les he visto inclinarse ante su féretro como si se tratara de una jefa de Estado amada por la parca. Todo lo que sé de Cayetana, Duquesa de Alba, al margen de la prensa del corazón, me lo ha relatado Raúl del Pozo, que en un tiempo fue asiduo visitante del Palacio de Liria.

Para los que militamos en el Partido del Mérito lo relevante son precisamente los hechos ad hóminem, personales e intransferibles, no la herencia recibida ni el oropel que no conlleva sudor y hasta lágrimas. De modo que coincido con el secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ferré: ¡vaya pasada! Horas y horas de emisiones televisivas en directo como si se estuviera rindiendo tributo a la inventora de la penicilina o fuera una Marie Curie que rindiera grandes servicios a la Humanidad.

Me dijo mi colega antes mencionado que se trataba de una persona inteligente, sin duda, afable y campechana. ¡Como para no serlo con sus palacios encadenados uno tras otro!

Si me preguntara mi amigo Mathieu de Taillac, corresponsal de Le Figaro en Madrid, acerca de la impresionante manifestación de duelo y el impacto mediático nacional ante el fallecimiento de la señora Duquesa, le diría que son cosas de Sevilla, por un lado, y de España, por otro. O no llegamos o nos pasamos. Hace unos meses se despidió en silencio a dos héroes nacionales que habían entregado su vida por los demás, justamente lo más desfavorecidos del mundo, atrapados por el ébola, y a su funeral ni siquiera asistió el presidente de la Conferencia Episcopal. Se enterró hace semanas a Isidoro Álvarez, que dio trabajo y pan a miles y miles de españolitos(as) y se fue casi en la clandestinidad.

Ya he dicho que no tuve el gusto de conocer a la finada. Pero si fue tan sencilla y colega como dicen algunos no le habrá gustado la pasada de despedida que todavía le están tributando. Lo sustancial es que el legado del Gran Capitán permita 500 años después mantener los puestos de trabajo en los centenares de fincas que dicen son de su propiedad y por las que reciben millones de euros del erario público y europeo.

Les he visto inclinarse ante su féretro como si se tratara de una jefa de Estado amada por la parca. Todo lo que sé de Cayetana, Duquesa de Alba, al margen de la prensa del corazón, me lo ha relatado Raúl del Pozo, que en un tiempo fue asiduo visitante del Palacio de Liria.

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