El feroz alegato de Alierta

De los pronunciamientos públicos acerca del presente y futuro del Reino el más interesante desde mi modesto punto de vista ha sido el del aragonés César Alierta, presidente de Telefónica y ahora mismo el principal referente dentro del “lobby” empresarial español tras la desaparición de Emilio Botín.

El maño ha relatado cómo recientemente y tras estar reunido con grandes empresarios nacionales e internacionales (“que saben mejor que nadie cuál es la situación general en España y, específicamente, la marcha de la economía”) volvió a España y al ordenar a su chófer conectar la radio “a los cinco minutos mandé apagar el aparato”. El jefe de la primera transnacional española cree que los medios de comunicación y las oposiciones no hacen justicia a lo que realmente está ocurriendo en nuestro país, es decir, que lo que se pinta internamente como filfa, en el exterior lo ven e interpretan con elogio y una cierta admiración. Hoy España está salvada de la quema mientras que la situación en Francia o Italia amenaza nuestro propio presente y mucho más el futuro común de toda la Unión (UE).

España es un país que se ha salvado de la gran quema –la intervención y el sometimiento a la troika-, ha hecho sus reformas básicas, está creciendo y empieza a crear empleo, moderadamente, pero saliendo del agujero. Frente a esta realidad que está certificada por la UE, el BCE, el FMI, y los inversores privados a gran escala está el carajal que conforma el variado coro que chilla al unísono sobre el abismo negro en el que estaríamos chapoteando.

Cierto es, para ser justos, que las realidades sobre las que se opina son distintas o pueden serlo entre los que consideran lo que opina Alierta que los heraldos que chapotean en la miseria y aún el detritus sobre los que se alzarían otros proyectos que suponen en la práctica abrir las espitas a lo desconocido. Porque, en efecto, los españoles, por ejemplo, ignoramos casi todo lo que es un régimen comunista en ejercicio. Desde algunos sectores patrióticos/populistas, en el más puro estilo “patria o muerte”, sólo falta proponer al atrabiliario falangista cántabro de las anchoas (que dejó más facturas impagadas en el cajón que agujeros tiene un queso de gruyère) como paradigma del talento gubernativo y la decencia.

Siempre me he preguntado por qué la realidad nacional se ve con más color fuera que dentro. ¿Acaso 530 años después seguimos dando el pego fuera?

¡Qué país, Miquelarena!