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El ‘agitprop’ regresa de la tumba de la momia
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Graciano Palomo

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El ‘agitprop’ regresa de la tumba de la momia

El poder en democracia se toma en las urnas. Ni al asalto ni con kalashnikov, aunque también se puede obviamente. Jugar a Robespierre  tiene sus riesgos

Foto: Columna de los círculo de Podemos en Madrid durante las marchas de la dignidad del pasado sábado. (Twitter/@podemosrivas)
Columna de los círculo de Podemos en Madrid durante las marchas de la dignidad del pasado sábado. (Twitter/@podemosrivas)

El poder en democracia se toma en las urnas. Ni al asalto ni con kalashnikov, aunque también se puede obviamente. Jugar a Robespierretiene sus riesgos y, sobre todo, han pasado casi 300 años desde que el pueblo parisino inventó la guillotina.

Esta verdad histórica de Perogrullo parece que no la entienden algunos, quizá porque cuando en sus aulas se explicaba la Revolución Francesa –que fue una revuelta jacobina, progresista y burguesa en toda regla- estaban en cama aquejados de paperas. La ignorancia no debería ser excusa para el conocimiento siquiera sea somero.

Tampoco tener la piel tan fina cuando antes se ha mandado a galeras a propios y extraños.

He visto a lo largo de mi ya larga carrera profesional como observador sin orejones todos los regímenes políticos posibles. Asistí en la URSS de Chernenko a la criminalidad del Estado soviético y luego tuve ocasión de presenciar cómo el pueblo arrasaba el Muro de Berlín. Conozco con mucha profundidad el castrismo de 40 años en la isla más bella del mundo. Y disfruto (con todos los problemas que padecemos en la actual hora, que son unos cuantos y muy serios, sin duda) de la democracia liberal en la vieja Europa dentro de un país recuperado hace ya bastantes lustros para la libertad y el constitucionalismo.

Todo ello me lleva a concluir que no hay vida sin moderación, centrismo y libertad. En todos los órdenes. Me atrevería a decir que sin justeza y argumentos tampoco hay vida en común y democrática posible.

Las marchas son una seña de identidad cuasi propia de los regímenes latinoamericanos que suelen hablar mucho y hacen poco. Tengo para mí que una cosa es pregonar y otra bien distinta repartir pan, justicia y paz. ¿Agitar el decaído andamiaje del actual sistema? Sí, y naturalmente, ese ha sido hasta el momento su gran mérito y justo es de agradecer. Pero para instaurar algo mejor, justo y eficaz. ¡Ya sabemos que no se puede comulgar con el detritus! ¡Vaya novedad!

Digo esto porque algún movimiento emergente (al parecer) en España quiere mimetizarse con lo anterior, eso sí, escondiendo que se inspiran en el más zafio comunismo. Por ejemplo, en la crítica. Van de progres, libres y modernos pero al final demuestran tener la piel muy fina. Cualquier crítica a comportamientos personales (Errejón, Tania, Tuerka, etc…) es inmediatamente remitido al gulag de lo anti y del enemigo. ¡Qué no!

Es la resurrección de la momia que una primavera de 1981 visité en la Plaza Roja de Moscú en compañía de un grupo de socialdemócratas españoles que luego se hicieron con el poder de forma limpia y democrática en España y estuvieron 14 años, ganando elección tras elección.

¿Resucitar la inquisición laica? El pueblo se merece un respeto. Y la verdad.

El poder en democracia se toma en las urnas. Ni al asalto ni con kalashnikov, aunque también se puede obviamente. Jugar a Robespierretiene sus riesgos y, sobre todo, han pasado casi 300 años desde que el pueblo parisino inventó la guillotina.

Íñigo Errejón