Los puñales van directos al corazón del Pedro Sánchez

Ni siquiera cuando Largo Caballero e Indalecio Prieto se mataban dialécticamente hace casi noventa años en los preludios de la Guerra Civil, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha vivido momentos tan escasamente fraternales como los actuales. Nunca antes que ahora el PSOE fue realmente más un “partido”… en dos o tres. ¡Una mala noticia para España!

Tengo sincero afecto personal por Pedro Sánchez: pero me apremian e importan mucho más los intereses de los españoles, su convivencia democrática y su futuro. Ya he escrito en ocasiones anteriores que Sánchez tiene toda la legitimidad para llevar adelante su proyecto político e intentar colmar su ambición desde presupuestos democráticos. Fue elegido en cónclave limpio y me da igual la intención de aquellos que le llevaron en volandas, incluida Susana Díaz.

Los del ‘complot’ tienen todos ellos aditamentos personales para describirles como ‘políticos’. ¿Qué es un político?, preguntan a los alumnos del máster en Columbia en el primer día de clase.

-Aquél o aquella que mientras da besos a los niños les roba los caramelos.

La hipérbole norteamericana tiene una cierta aplicación al caso que nos ocupa. Aparece Rodríguez Zapatero, una cuña movida por todos los vientos pero con curare entre su caña; José Bono, un sujeto al que nadie en su sano juicio compraría una bicicleta usada;Eduardo Madina,que utiliza sus propias (y tan propias) terminales mediáticas para erosionar a sus enemigo interno sin decir por qué se meten con el secretario general; Carme Chacón, que se mueve como una chacala ávida de poder a la espera de que otros despedacen a la pieza y le organicen su campaña desde La Sexta... Y, finalmente,la lideresa embarazada, como principal y teórica beneficiada. Aunque no son los únicos.

El lujoso y despampanante piso de Bono en Madrid (la proletaria calle Velázquez a tiro de piedra del Retiro) fue testigo de la conjura fraternal con Sánchez. ¡Al menos, ya sabe Iglesias por dónde puede empezar a expropiar!

Sólo una cosa, Pedro, apunta: ¡Aquí resistir es ganar! Punto.