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Los asesinos quieren asustar a Felipe
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Graciano Palomo

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Los asesinos quieren asustar a Felipe

Defender a los presos políticos del 'gorililla' venezolano honra al expresidente, quien a su vez honra a todo el pueblo español, que no puede permitir que estos aprendices de Beria se salgan con la suya

Foto: El expresidente del Gobierno Felipe González. (EFE/Sergio Barrenechea)
El expresidente del Gobierno Felipe González. (EFE/Sergio Barrenechea)

Una prueba del estado catatónico en el que se encuentra la socialdemocracia española –efluvios andaluces al margen– es que nadie ha abierto la boca para defender a Felipe González de las indecencias envueltas en solemnes majaderías, vomitadas entre bocanadas de pus, con las que los llamados bolivarianos–¡un respeto! por Simón Bolívar, Maduros&Matones– han agasajado al expresidente del Gobierno español.

Felipe, al que conocí muy bien antes, durante y después de la transición, hace tiempo que se convirtió en un bien de Estado, más allá de los errores (que los hubo y enormes) que durante sus catorce años de mandato pudo cometer al frente de los destinos de España. No necesito que nadie me lo recuerde; conozco de primera mano los trinques de aquella larga etapa, los GAL y algunas otras borracheras de poder. Pero en términos generales, sus casi tres lustros en el palacio de la Moncloa fueron extraordinarios para el país y supo interpretar con enorme capacidad de estadista la circunstancia de entonces y las necesidades básicas de aquella sociedad española cuyas generaciones están ahora arrinconadas, bastante estultamente por cierto.

Felipe González hace tiempo, en efecto, que se convirtió en el Felipe de todos los españoles que hicieron posible el milagro de la transición, sí. Pero también del milagro del desarrollo posterior, de la incorporación a Europa, de la extensión de la Sanidad y la Educación a todo cristo, del respeto en el mundo entero y de una presencia incontestable en Iberoamérica. Y de las autovías con cargo a Helmut Kohl por las que ahora transitan con mejores vehículos que nosotros los que ponen a parir a esa mi generación de la libertad y el Estado de Derecho.

Conozco de primera mano la reacción del presidente Rajoy cuando fue informado de los insultos del matón inexportable, un tal Nicolás Maduro, que sueña con pajaritos mientras mata a su pueblo con los gorilas rojos y por el hambre.

Aceptar la defensa de los presos políticos del gorililla venezolano le honra. Y a su vez honra a todo el pueblo español que no puede permitir que estos aprendices de Beria se salgan con la suya.

A González todavía se le escucha en la Internacional Socialista, organización a la que pertenecen los malvados chavistas. Me temo que FG los sacará a patadas si no sueltan sus presos al amanecer y abandonan el poder a toda prisa. El dossiercompleto sobre asesinatos, torturas, robos, corrupción y violación de derechos humanos que le están tabulando al exmandatario español será definitivo contra los sátrapas caribeños.

Eso sí, ¡comprendo que se hayan puesto tan nerviosos! Con Felipe, oiga, han topado.

Una prueba del estado catatónico en el que se encuentra la socialdemocracia española –efluvios andaluces al margen– es que nadie ha abierto la boca para defender a Felipe González de las indecencias envueltas en solemnes majaderías, vomitadas entre bocanadas de pus, con las que los llamados bolivarianos–¡un respeto! por Simón Bolívar, Maduros&Matones– han agasajado al expresidente del Gobierno español.

Nicolás Maduro