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¿Y si la gran lideresa no pudiera ser presidenta?
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Graciano Palomo

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¿Y si la gran lideresa no pudiera ser presidenta?

Habrá ganado las elecciones, pero nadie me hará creer que Díaz es Eleanor Roosevelt. Si en junio sigue sin haber fumata blanca, deberán convocarse nuevos comicios

Foto: Susana Díaz. (Efe/Julio Muñoz)
Susana Díaz. (Efe/Julio Muñoz)

He oído tantas tonterías a los dirigentes socialistas de aquí y de acullá, unos políticos, otros teóricamente periodistas, respecto a la “gran victoria” cosechada por Susana Díaz, que ya no me acuerdo de las boutades.

Habrá ganado las elecciones –mejor, las habrá perdido el Partido Popular– pero nadie me hará creer que Susana Díaz es Eleanor Roosevelt, ni siquiera Margarita Gautier. Lo que he visto durante los dos debates que perdió ampliamente me lleva a concluir que es una muchacha escasamente dotada, quizá sí para la ocasión andaluza, pero sin ninguna capacidad de impresionar de Despeñaperros arriba. Ni siquiera con media docena de empresas de imagen (sacaperraslos llamaba Alfonso Guerra, ¿quién los paga?) puede la señora Díaz poner unos ladrillos en Madrid. Lo que he visto, sinceramente, es una ridícula aprendiz de peronista, desgañitándose en los mítines y arrugándose en los platós de televisión cuando tiene contrincantes delante.

Y encima, me dicen los colegas avispados sevillanos, es autoritaria como nadie.

Bien. Pero es que ahora mismo lo que tiene realmente crudo es dejar de ser presidenta en funciones de la Junta de Andalucía para convertirse en presidenta. El fantasma de una posible repetición de los comicios a partir de septiembre recorre el esternón de los enchufados (a miles). Porque la decisión del PP de votar ‘no’ a la investidura coloca a Podemos y Ciudadanos en un camino sin posibilidad de retorno. Contaba con la abstención de los derrotados pero, ahora, a retratarse tocan.

Las canillas hacen de palillos en el tambor de la gran lideresa. Descartada casi por completo la posibilidad de que Díaz obtenga la mayoría en la primera votación, el objetivo socialista es lograr a toda costa la mayoría simple (más votos a favor que en contra) cuarenta y ocho horas después. Algo muy complejo dada la fragmentación parlamentaria tras el 22–M.

Si dos meses después de la primera votación de investidura (30 de abril) sigue sin haber fumata blanca, el nuevo Parlamento quedaría disuelto de forma automática y deberían convocarse nuevos comicios.

¿Qué pasaría en unas nuevas elecciones? Ni dios lo sabe, pero desde luego no favorecería al PSOE, aunque en ese predio todo puede pasar.

Y si doña Susana,–¡con mi geeeenteeee!, ¡con mi pueblooooo! –, accede a entregar a Rivera la cabeza de Chaves y Griñán, entonces su muerte súbita la veremos todos.

¡Qué divertido todo el sainete susanístico! Y el paro en el 37%.

He oído tantas tonterías a los dirigentes socialistas de aquí y de acullá, unos políticos, otros teóricamente periodistas, respecto a la “gran victoria” cosechada por Susana Díaz, que ya no me acuerdo de las boutades.

Susana Díaz