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El síndrome de la Moncloa o el fantasma del cazador
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Graciano Palomo

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El síndrome de la Moncloa o el fantasma del cazador

El cuadro clínico sería que los inquilinos que por allí habitan después de conseguir el favor de una mayoría electoral tienen una rematada deriva hacia la levitación y a creerse que son de verdad

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. (Reuters)

Siempre me ha parecido una soberana ‘chorroborrez’ eso de que un primer ministro padece necesariamente el ‘síndrome de la Moncloa’. El cuadro clínico sería que los inquilinos que por allí habitan después de conseguir el favor de una mayoría electoral tienen una rematada deriva hacia la levitación y a creerse que son de verdad.

Con este pensamiento penetréel pasado martes en el recinto amurallado de la Presidencia del Gobierno. Junto con otro colega que también firma en este periódico miré por todos los rincones de la estancia en busca del espíritu del cazador –al fin y al cabo fue inicialmente un pabellón de caza de algún Rey medio estulto- y no encontré otra cosa que cuadros de Tàpies y Miró y de algún otro amigo pincel próximo a Zapatero.

Pero es un hecho cierto que su primer inquilino fue Adolfo Suárez, que tuvo que coger el culo con las dos manos al cumplirse el año cinco de su mandato. Para entonces ya estaba obsesionado con el Estrecho de Ormuz mientras a su alrededor le hacían la cama Fernández Ordoñez, Joaquín Garrigues y Óscar Alzaga.

Luego vino Felipe González –14 años de nada viviendo a cuenta del contribuyente- que mataba los malos espíritus cultivando berenjenas y tomates y, si le quedaba tiempo, le daba al arreglo de bonsáis. Tan ocupado estaba que no se enteró ni de Roldán, ni de Filesa, ni de Mariano Rubio…Por La Bodeguilla pasaron Sting, Serrat, Ramoncín y la Biblia en pasta.

La Bodeguilla quiso ser transmutada por un horno de asar a la llegada de Aznar, que por mentir hasta dice que es vallisoletano. ¡Manda cojones! Lo de este fue todavía más peligroso porque “al alba y con fuerte viento de Levante” –que recitaría su ministro de Defensa Trillo, muy de actualidad estos días a propósito de la morterada de millones que factura o facturaba- se dedicaba a liberar islas perejiles o a utilizar el recinto para captar voluntades para el emperador Bush. Acabó sin enterarse de nada y hasta su jefe del CNI, Jorge Dezcallar, le puso los cuernos sin que siquiera se percatara.

Lo de Zapatero es para nota, como casi todo en este sujeto variopinto e inabarcable. Mientras comía almendras a todas las horas llegó el exfranquista Mayor Zaragoza y le endosó un dossier sobre la Alianza de Civilizaciones que compró, aunque no pudo conseguir el sí quiero de Amparo Moraleda para que aceptara ser ministra. Tuvo que conformarse con otra enorme estadista llamada Antonia Trujillo, la pobre.

¿Rajoy? Me había olvidado de decir que ese síndrome, al decir de los psiquiatras, llega en las segundas legislaturas. Por el momento, Mariano se salva hasta la espera del milagro.

Siempre me ha parecido una soberana ‘chorroborrez’ eso de que un primer ministro padece necesariamente el ‘síndrome de la Moncloa’. El cuadro clínico sería que los inquilinos que por allí habitan después de conseguir el favor de una mayoría electoral tienen una rematada deriva hacia la levitación y a creerse que son de verdad.

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