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El ministro más pijo pasa a la categoría de 'maestro ciruela'
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Graciano Palomo

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El ministro más pijo pasa a la categoría de 'maestro ciruela'

De Guindos, que no sabía escribir y ya ha puesto escuela, presume de reactivación económica. Si cree que irá al Eurogrupo sin que le recordemos que está ahí por Rajoy, va listo

Foto: El ministro de Economía, Luis de Guindos. (EFE/Chema Moya)
El ministro de Economía, Luis de Guindos. (EFE/Chema Moya)

Luis de Guindos, tan encantado de haberse conocido, ha anunciado urbi et orbi que no volverá a repetir como ministro. ¡Ni aunque lo quisiera vehemente! Le observo conducirse como si hubiera salvado a la patria cuando en realidad se ha limitado a viajar a Bruselas, desayunar con los periodistas amiguetes y quitarse de en medio cualquier marrón que pudiera manchar su impoluta carrera de tecnócrata.

Presume desde primera hora de la reactivación económica y de haber taponado el agujero del déficit público y de un sinfín de logros que claramente no le corresponden como sabe cualquier paisano medianamente informado del quehacer gubernamental. Es un niño de Lehman Brothers, pero sus amigos de Prisa nunca se lo recordarán. Ha hecho guiños constantes a la izquierda dejando en su puesto a otra conspicua “niña de la zeja” (inútil desde el punto de vista puntuable, por lo demás) y ha dejado a Cristóbal Montoro remar en solitario en los momentos más dificultosos y cuando todo parecía hundirse. Ahora pretende robarle los inputs, aunque resultará esfuerzo vano. Todo el mundo, dentro y fuera del Gobierno y del partido que le sustenta, sabe quién es quién a estas alturas. De Guindos no ha descubierto precisamente el Mediterráneo. La cosa es muy antigua: votadme los de la derecha, o mejor votad a mi amigo, que luego yo seré ministro mirando a los tendidos de la izquierda para que no molesten. Punto.

¿Qué salvó a los bancos cuando todo capotaba? ¡Claro! Con nuestro dinero de contribuyentes que jamás recuperaremos. Veamos la última: Banco Madrid. Su gestión final no ha podido ser más letal para los intereses de cerca de 20.000 clientes que ni blanqueaban ni traficaban. Se quitó de en medio rápidamente –por si en Bruselas se enteran de que es un inepto con tintes de gran cobardía política– y dejó que su amiguete Luis Linde manejara ese cotarro. El desaguisado amenaza con pasar al Guinness y dejar al partido que les dio fama, poder y dinero hecho unos zorros.

Pero ellos hablan a lo pijo; comen a la pija y se conducen como si fueran de verdad. Si cree que se va a instalar al frente del Eurogrupo sin que le recordemos que está ahí por Rajoy –tras dar mucho el coñazo a Merkel, Hollande y Renzi– va listo.

Porque la deriva de este maestro ciruela (que no sabía escribir y puso escuela) le llevará a creer –si es que finalmente consigue su objetivo, que es probable, entre otras cosas, porque la UE debe a España un puesto importante– que sus méritos personales son tan descomunales que no se pueden tabular en Wikipedia.

¡No me extraña que muchos votantes del PP se hayan ido a Ciudadanos! Ahí tienen a Garicano. Perfectamente intercambiable y menos viscoso.

Luis de Guindos, tan encantado de haberse conocido, ha anunciado urbi et orbi que no volverá a repetir como ministro. ¡Ni aunque lo quisiera vehemente! Le observo conducirse como si hubiera salvado a la patria cuando en realidad se ha limitado a viajar a Bruselas, desayunar con los periodistas amiguetes y quitarse de en medio cualquier marrón que pudiera manchar su impoluta carrera de tecnócrata.

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