Aquellos edecanes de ZP hoy multimillonarios

Me susurra un embajador de tronío que él jamás se pierde El Confidente

He leído en El Confidente de este periódico -me susurra un embajador de tronío que es la sección que no se pierde a diario “porque es una crónica sumergida” de la España que vivimos- que el responsable por encargo de hacer la marca del Real Madrid en Asia es Luis Fernández, aquel muchacho de COPE al que yo conocí subido a una harapienta vespa en los gloriosos años iniciales de la Transición.

Fernández tenía cara de un buen chico (y lo es), al que luego dieron dinero y poder. Comenzó su andadura en las muchas naves de Prisa para finalmente encontrar su mes de gloria como jefe de RTVE. Algunas fuentes me informaron en su día de que en el fondo se trataba de un “vete a” por parte de los que realmente tomaron el poder desde el punto de vista mediático cuando Zapatero se posesionó del palacio de La Moncloa.

Este y otros se hicieron rápidamente millonarios -sobre todo los presuntos empresarios y fehacientes adjudicatarios de canales televisivos que siguen muy activos en pro de diversas causas-, sin que ello fuera menoscabo de su vitola de izquierdistas (teóricos) porque ya sabemos el viejo cliché de que una cosa es ser de izquierdas y otra bien distinta tontos.

Curiosamente, oiga, todos empiezan o terminan trabajando para el Real Madrid, es decir, para Florentino Pérez, ese club “franquista” para los nuevos comunistas que quieren borrar el nombre de su fundador pero se pirran por salir en la foto del palco. ¡Pequeñas contradicciones sobre las que ya advirtió Lenin!

Fue este ramillete de figuras económico/mediáticas los grandes ganadores del zapaterismo. El expresidente los hizo hombrecitos. O mujercitas, que de todo hay. Luego les ha ido incluso mejor con Rajoy, quien puso en manos de su vicetodo los rayos catódicos que dejan buena pasta y a la contra consiguen lo que el pueblo les negó cuando intentaron vendernos al estadista de León.

Un rojo de verdad, Pierre-Joseph Proudhon dejó escrito que toda propiedad es un robo. Y algo más: no se puede presumir de trabajar para los pobres viviendo como ricos.

¡Qué cosas, oiga!