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El Rey pone sordina a los sediciosos en Washington
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Graciano Palomo

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El Rey pone sordina a los sediciosos en Washington

En el aislamiento internacional del secesionismo catalán, la conjunción de la jefatura del Estado y del Gobierno ha funcionado como un reloj. Algo han tenido que ver Moragas, Alfonsín y Margallo

Foto: El presidente de los EEUU, Barack Obama, tiende la mano al Rey Felipe VI en la Casa Blanca, el pasado martes. (Reuters)
El presidente de los EEUU, Barack Obama, tiende la mano al Rey Felipe VI en la Casa Blanca, el pasado martes. (Reuters)

Las cosas no suceden porque sí. Mucho menos en la esfera internacional. Y mucho menos en el despacho ejecutivo más decisivo del mundo, el Despacho Oval del presidente de los Estados Unidos de América.

Si hay algo que preocupa y embarga el ánimo del Rey Felipe VI es Cataluña. Tiene su lógica porque si los secesionistas fueran o fuesen capaces de alcanzar sus objetivos, todo el andamiaje se vendría abajo con estrépito. Sabe que la posición internacional en contra de la secesión –tema en el que se considera un consumado especialista- es clave para convencer a una porción de catalanes; nada más impactante que una declaración sobre “la España fuerte y unida que el mundo necesita”, en boca de Barack Obama. Dicho y hecho. Aunque la cosa tampoco ha sido coser y cantar. Elementos políticos de singular importancia, que tienen ribetes históricos, hay que zurcirlos con singular esmero.

Los estados mayores de los palacios de Zarzuela y Moncloa se han movido con diligencia y eficacia hasta conseguir poner un entrecomillado en boca del hombre más poderoso del mundo quien, además, pasa por icono de la progresía mundial gobernante.

Tras las declaraciones de Merkel, Hollande, Juncker, Renzi, Valls y el resto de los mandatarios del mundo mundial, se puede describir y concluir la patética soledad de un hombre con corolarios locoides, un personaje que se llegó a creer que sería el Kennedy catalán (tal y como le había prometido su asesor acaudalado David Madí) y que podría hacer un corte de mangas a un Estado tan asentado y largo como el español. ¡Qué decir de un tal Romeva, que es más conservador y feudal que el ama de llaves de Juana de Castilla!

En el aislamiento internacional del secesionismo catalán –pese a la ingente cantidad de dinero pervertido en ese empeño- la conjunción de la jefatura del Estado y del Gobierno ha funcionado como un reloj. Algo ha tenido que ver el diplomático Jorge Moragas en ello junto con colaboradores de confianza del Monarca que trabajan cerca del jefe Alfonsín y el secretario general Martínez Palomo. Incluso ese personaje tan variopinto y rompedor (de los usos y costumbres de la diplomacia al uso) como José Manuel García-Margallo, que ha hecho sus deberes a la hora de cerrar el paso a los vuelos gallináceos.

Por fin y por una vez tenemos la certeza de que España existe. ¡Vaya si existe!

Las cosas no suceden porque sí. Mucho menos en la esfera internacional. Y mucho menos en el despacho ejecutivo más decisivo del mundo, el Despacho Oval del presidente de los Estados Unidos de América.

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