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Lo de Trueba: se queda con la pasta
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Graciano Palomo

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Lo de Trueba: se queda con la pasta

Afirmar que la nacionalidad es la especie humana es algo tan elemental que no hace falta ser óscar ni mucho menos llevarse cinco millones de las antiguas pesetas

Foto: Fernando Trueba, Premio Nacional de Cinematografía. (EFE)
Fernando Trueba, Premio Nacional de Cinematografía. (EFE)

No seré yo quien ponga en cuestión, ni pongo, la libertad de nadie para sentirse como le venga en gana ni intelectual ni identitariamente. Pero en el anterior post hablaba de la 'auctóritas' que siempre produce el hecho de conducirse con una mínima coherencia sin necesidad de advertir o herir las sensibilidades de nadie.

El 'escándalo Trueba', con la correspondiente respuesta de un ministro emergente como Méndez de Vigo, ha tenido un enorme impacto en el corazón de mucha gente que tiene todo el derecho a sentir a su país e, incluso, a amarlo. También su corolario internacional en medios que se preguntan hoy acerca de ese enigma histórico que llamamos España.

A mí lo que me interesa son dos cuestiones al respecto. La primera, el carajal, una vez más, que ha montado ese diminuto (sólo intelectualmente, of course) secretario de Estado de Cultura, otrora plumífero de Mariano Rajoy y hoy arrojado a las tinieblas exteriores, llamado José María Lasalle. Es tal su complejo ante la izquierdona que le da igual los líos en que meta al Gobierno con tal de salvar su escuálida cariátide. La bronca fue de aurora boreal y en Moncloa certificaron la no idoneidad para sus ambiciones demostradas incluso con conspiraciones de salón.

Pero lo más importante es que el cineasta ha demostrado escaso talento para autodefinirse. Tras la polémica ha reculado –siempre pendientes estos personajes del tan-tan de las redes sociales y de los rictus que ponen sus popes de la cosa- y sus bromas (sic) no han hecho más que empeorar la cosa. Afirmar que la nacionalidad es la especie humana es algo tan elemental que no hace falta ser óscar ni mucho menos llevarse cinco millones de las antiguas pesetas a costa de esos ciudadanos a los que no considera compatriotas. ¡Vaya homo sapiens!

Yo de los que no me siento compañero (“ni cinco minutos”) son de aquellos que no llevan al día a día su prédica sea cual sea la misma.

Todavía no ha devuelto el dinero cuyo cheque iba envuelto con los colores de la bandera nacional. Cuando lo haga le reconoceré su 'potestas' aunque jamás le exigiré que profese fe alguna en territorios ni ideas.

No seré yo quien ponga en cuestión, ni pongo, la libertad de nadie para sentirse como le venga en gana ni intelectual ni identitariamente. Pero en el anterior post hablaba de la 'auctóritas' que siempre produce el hecho de conducirse con una mínima coherencia sin necesidad de advertir o herir las sensibilidades de nadie.

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