Adjudicaciones TV: el miedo era un tigre de papel

El concurso/adjudicación llevado a cabo por el Ministerio de Industria para los nuevos canales TDT con cobertura nacional no ha resultado sorpresa alguna. Iban de suyo, salvo lo del Real Madrid (HD), pero ya se sabe que los caminos de Florentino son muchos e inexcrutables.

La vicepresidenta Sáenz de Santamaría sobre la que todo el mundo presuponía la decisión final, tenía una cosa clara: respetar la ley y que nadie le confundiera con la ex Fernández de la Vega ni con cualquier otro edecán zapateril. No hay que olvidar que fue el gobierno Zapatero quien hundió RTVE económicamente en beneficio de sus amiguetes y compis de baloncesto en una decisión adjudicataria que luego revocó el Tribunal Supremo.

El duopolio televisivo de facto –tanto catódico como comercial, incluso en las mediciones a través de KantarMedia- que impera en España desde entonces tenía sus miedos respecto a que el enorme cabreo del Gobierno –muy especialmente en Moncloa, aunque también en Génova 13- se trasluciera finalmente en que sus peticiones en el mundo del dividendo digital quedaran en blanco. Tanto Atresmedia como Mediaset han venido trabajando –de muy distintas maneras- el flanco gubernamental poniendo sordina a los exabruptos anti PP (algunos, sin duda con fundamento informativo) que se sustancian cada mañana en las segundas marcas de Telecinco y Antena3. Era desconocer a los mandatarios populares. Tienen lo que pedían (casi) y no pueden tener queja. Todavía funciona la superioridad moral de la izquierda y, por ende, los complejos en la derecha aunque haga hoy ejercicios democráticos rayanos en la estulticia.

Pero el concurso se resuelve pacíficamente (por ahora) y permite una ascética competencia que hasta ahora no existía entre el centro derecha y el centro izquierda, si es que se puede hablar así en estas cuestiones en las que también hay muchísimos millones en juego. Lo digo porque tanto 13TV como Secuoya se van a lanzar en tromba a por el mando; cuentan para ello con profesionales de solvencia y conocimiento como para echar pulsos al más pintado. Con licencia propia para emitir vendrá el dinero y, a partir de ahí, el que más chifle capador. Era algo tan justo como necesario.