A los del traje azul oscuro les tiemblan las canillas

El pasado martes 6 de octubre el diario ABC había organizado todo para que el primer ministro en ejercicio diera su lección acerca de la situación de la nación, que es lo mismo que escribir sobre los cuatro años de gestión al frente del primer ejecutivo del país.

Más que los achuchones al uso y las posiciones genuflexas ante el poder político –tanto del podermediático como el económico- me interesaba el run-run que se podría sustanciar entre altos ejecutivos por cuenta ajena y que, al final, son los que deciden por sus conocimientos técnicos dónde se va la pasta y, sobre todo, la gran pasta.

Lo que realmente quieren conocer son dos cosas. La primera si Mariano Rajoy, o en su defecto algún otro líder del Partido Popular, va a poder continuar al frente del timón de la nación; la segunda, si en el caso de la llegada de la izquierda que representa Pedro Sánchez, –el único que realmente desde la actual oposición puede aspirar a sentarse en el sillón de Moncloa-, ¿con qué aliados sostendrá el andamiaje institucional del país? Esto es, escrito en román paladino, si será con Ciudadanos (como parece) o no tendrá más remedio que echarse en brazos de su actual “partenaire” Pablo Iglesias y el conglomerado cada vez más enrevesado de Podemos.

Están dispuestos a jugar su protagonismo y decir las ventajas de cada opción. Sus propios bonus podrían estar en juego: si su empresa va mal, no cobran

Esto último es lo que realmente les inquieta, lo cual, francamente, tampoco es ninguna novedad. Lo que sí es novedad es que parece que tanto estos del traje azul oscuro, perfectamente identificables en cualquier reunión al uso, con su inevitable calculadora al hombro, es que, quizá por vez primera desde 1977 (ya ha llovido desde entonces), están dispuestos a jugar su protagonismo y a decir por corto y por derecho las ventajas de una opción u otra. Porque, sinceramente, sus propios bonus podrían estar en juego: si su empresa va mal, no cobran. Punto.

No está mal que el cambio también llegue a eso que todo el mundo llama “sociedad civil” pero que no existe en España y, si existiera, sólo se puede encontrar en Madrid. Por razones obvias.

Ya he escrito muchas veces que la única y gran revolución que se puede llevar a cabo en la vieja y cuarteada España no es otra que la “cultura del mérito”; la llegada y ascenso de una nueva aristocracia que asiente sus reales sobre el trabajo, el talento, la honradez y la determinación.