¿Y si algún tipo de urna validara al Rey?

Ví el desfile militar a través de la extraordinaria retransmisión de TVE -¡magnífico trabajo, Povedano!- y luego me fui, pluma en ristre, a intentar interpretar la recepción de 1.600 invitados que arroparon al Rey Felipe en unos momentos no precisamente fáciles.

En realidad, ninguno de los momentos en los que el Monarca esté en el trono serán fáciles ni cómodos. Esto ya lo debe haber somatizado, supongo.

El trato en estos eventos con el jefe del Estado siempre ha sido muy normal y cómodo para todos. Si algo tiene el hijo de los eméritos Juan Carlos y Sofía es, precisamente, su profesionalidad demostrada para mimetizarse con las personas que le rodean. Cuenta con una habilidad fantástica en ese oficio: hacer creer y transmitir la sensación de que le importan los que le rodean.

Es verdad que en ausencia del primer ministro la siguiente figura en importancia tras el Rey fue Albert Rivera, aunque Pedro Sánchez también se pavoneó lo que pudo. Hay que constatar que cuando el jefe de Ciudadanos tuvo más audiencia y le dejaron las tarjetas de visita fue cuando se acercó al corrillo de Su Majestad.

Todo esto ya lo han podido leer ustedes en este periódico el mismo día 12, casi en vivo y en directo. No quiero dejar pasar de escribir un sucedido que ocurrió en los magnos salones del palacio más impresionante de Europa. Estábamos en eso de trincar una Coca-Cola en medio de un calor sofocante cuando me topé con uno de los iconos que fue de la Transición, cerebro más que figurín, y por el que siento un profundo respeto intelectual y, al mismo tiempo, le tengo por un personaje que siempre supo otear el horizonte y, además, acertar.

Me malicio que el referéndum lo tienen que hacer los Reyes semana a semana, mes a mes, año a año

-¿Qué te parece el año y medio de Felipe en el Trono?

-Lo ha hecho espléndidamente… Los dos lo han hecho espléndidamente (aumenta y corrige refiriéndose a la Reina Letizia). Pero el asunto es que con eso no es suficiente.

-¿Eh?, insisto.

-En normalidad democrática sin duda serían llevados en volandas por una inmensa mayoría del pueblo, pero en estas circunstancias (Cataluña) su posición -por muy bien que lean los tiempos y estén en su sitio- es muy delicada.

Recuerda mi interlocutor -prefiere guardar su nombre en el anonimato para evitar suspicacias- que la Constitución encarga como principal misión al jefe del Estado salvaguardar la unidad de España. Obvio. Cree también que, tal y como están las cosas, cuando la situación se normalice -si se normaliza- Felipe VI debería apelar al refrendo del pueblo para zanjar de una vez por todas el asunto de la legitimidad democrática.

-¿Tú crees?, vuelvo a preguntar. No sé, la Monarquía es precisamente todo lo contrario… ¡La Corona se hereda…!

-Sí, sí, lo sé, naturalmente. Pero los tiempos cambian. Sólo te digo que hoy Felipe arrasaría… Y se acaba el debate.

Por un tiempo. Me malicio que el referéndum lo tienen que hacer los Reyes día a día, semana a semana, mes a mes, año a año.

¡Al pueblo rogando y con el curre andando!