Es noticia
Los que han hundido al PP
  1. España
  2. Palo Alto
Graciano Palomo

Palo Alto

Por

Los que han hundido al PP

Lo peor está por llegar. Se mire por donde se quiera y por más invocación vana que realicen a la “gran coalición", Mariano Rajoy no tiene posibilidad alguna de continuar como primer ministro

Foto: Reunión del Grupo Popular en el Congreso antes de la sesión constitutiva. (EFE)
Reunión del Grupo Popular en el Congreso antes de la sesión constitutiva. (EFE)

La amarga victoria popular del 20-D se escenificó el pasado miércoles cuando hasta la tarima del Congreso de los Diputados se subió Patxi López, un militante del partido que perdió ampliamente las elecciones. Se repetía milimétricamente lo ocurrido el 25 de mayo de 2015.

Lo peor para el PP está por llegar. Se mire por donde se quiera y por más invocación vana que realicen a la “gran coalición", Mariano Rajoy –convertido en el apestado “ad hominem” de la nueva situación- no tiene posibilidad alguna de continuar como primer ministro. Ya puede poner cien velas a la Virgen de la Peregrina que los números no salen.

Sin el poder en la mano, la derecha, el centro derecha si se quiere, nunca ha tenido rival en el muy socorrido arte de la daga, especialmente cuando se blande para apuñar al próximo. Lo ha escrito de forma magistral Ignacio Camacho en su "Raya en el Agua". Mientras el PP intenta un pacto de estabilidad que acoja a los socialistas, estos sólo se interesan por el modo de excluir a quien les tiende la mano. La mayoría insuficiente del PP se jibariza sin más consuelo que una pedrea secundaria que ni siquiera tendrá poder de bloqueo si no se suma sus fuerzas con las de Albert Rivera.

De modo y manera que toda la situación queda en manos de un cabreado Pablo Iglesias que tiene en su mano convocar nuevas elecciones y poner el país patas arriba. Cosa que también puede llevar a cabo aunque permita que su acojonado Sánchez se instale en Moncloa.

Ahora sólo resta que desde la oposición o unas nuevas elecciones el centro derecha se apreste a pasar las asignaturas nunca aprobadas

En la amarga victoria del 20-D hay cuatro consideraciones a título de argumentos para sostener la actual y triste realidad. La primera, el efecto devastador entre los otrora once millones de votos (noviembre 2011) que han supuesto las andanzas de los Bárcenas, Rato, Blesa, Granados y demás integrantes del 'sindicato del trinque'. Alguien dirá: Sí, pero en Andalucía hubo más. Sucede que en las filas socialistas esto no tiene importancia ni pasa factura como ha quedado sustanciado en docenas de ocasiones; en el sector liberal conservador, sí.

El segundo supuesto ha sido la propia administración de la crisis. Pese a apenas introducir recortes en el gasto público, como se puede demostrar calculadora en mano, la sensación que la 'izquierdona' consiguió transmitir es que la derecha voraz engordaba a costa del esqueleto del pueblo.
Esto nos llevaría directamente al tercer argumento para justificar lo que ha sido una derrota: la pérdida de algo clave como es la iniciativa informativa, el abandono durante cuatro años de la calle y permitir que te chuleen incluso cuando tienes en tu mano la vara de mando que no ejerces por lo que sea. Es peor que te desprecien a que te teman.

Y, finalmente, está la empedernida incapacidad de Mariano Rajoy para soltar lastre con los inútiles. Su único gobierno estuvo y aún está plagado de amiguetes irrelevantes y gentes que gozaron de más confianza personal que talento político contenían. Cuando veo, por ejemplo, a un tal Juan Carlos Vera -directamente señalado por Alvarito Pérez “El Bigotes”- u otros de tamaño pelaje controlando Génova 13, se puede explicar casi todo. O a Villalobos, orondona y gritona, arriba del todo…¡Mare de Deu!

Ahora sólo resta que desde la oposición o unas nuevas elecciones el centro derecha, constituido como tal, se apreste a aprobar las asignaturas definitivas nunca aprobadas desde la restauración democrática: democracia interna, hoguera para los complejos, toma de la calle, atención a las redacciones y la apuesta por la cultura del mérito, asunto este último de enorme importancia en un mundo globalizado, que debería ser santo y seña del liberalismo moderno.

Es en la aplicación interna de la “cultura del mérito” donde siempre el centro derecha cobrará ventaja ante una izquierda más vieja y decadente que la entrepierna de Lauren Bacall y que se empeña en vivir de la mamandurria pública, el aparato subvencionado y las proclamas de cliché.
La refundación del centro derecha empieza a ser ya una perentoria necesidad de Estado.

La amarga victoria popular del 20-D se escenificó el pasado miércoles cuando hasta la tarima del Congreso de los Diputados se subió Patxi López, un militante del partido que perdió ampliamente las elecciones. Se repetía milimétricamente lo ocurrido el 25 de mayo de 2015.

Mariano Rajoy Patxi López