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Los nombres que ofreció la 'vieja guardia' para encabezar el Gobierno
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Graciano Palomo

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Los nombres que ofreció la 'vieja guardia' para encabezar el Gobierno

Javier Solana, Joaquín Almunia y Eduardo Serra. Tras las palabras de González, se propuso encabezar un Ejecutivo de coalición a estos tres veteranos, lo que da cuenta de cómo está el patio nacional

Foto: Javier Solana y Felipe González, en 2011. (EFE)
Javier Solana y Felipe González, en 2011. (EFE)

Aunque ya estamos curados de todo espanto, nadie me podrá negar que chapoteamos un tiempo realmente de greguería; haría las delicias del otro Gómez de la Serna. Un amigo asturiano me remite el viejo adagio sefardí: "Nada es tan inverosímil que no pueda suceder". ¡Y tanto!

Una persona que sí tiene trato con Felipe González –fue un cargo clave en su primer gobierno, del 82–, y no como otros que se ponen estupendos sin haberle visto salvo en la tele, me asegura que hay tres nombres del 'viejo testamento' socialista que fueron ofrecidos para que encabezaran un gobierno de coalición a tres bandas.

El primero el exministro, excomisario europeo y ex secretario general de la OTAN, Javier Solana, hoy profesor en ESADE. El propio Solana Madariaga ha confirmado el ofrecimiento que, naturalmente, declinó con la amabilidad que le es propia.

Luego vino Joaquín Almunia, el ex secretario general del PSOE, exministro, excomisario europeo y el resto de la retahíla que alumbra su exitosa vida política. También miró con asombro a los emisarios. ¿De qué estamos hablando?

Por tercera vez se dirigieron a Eduardo Serra, el hombre del rey Juan Carlos, siempre bajo sospecha a propósito de sus negocios con aparatitos peligrosos. ¡La leche!

Este simple relato de nombres demodés delata bien a las claras cómo está el patio en la cuarteada nación española. No hace falta gastar más espacio digital.

Aunque ya estamos curados de todo espanto, nadie me podrá negar que chapoteamos un tiempo realmente de greguería; haría las delicias del otro Gómez de la Serna. Un amigo asturiano me remite el viejo adagio sefardí: "Nada es tan inverosímil que no pueda suceder". ¡Y tanto!