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Los patronos, divididos ante el bloqueo político
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Graciano Palomo

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Los patronos, divididos ante el bloqueo político

Los grandes, medianos y pequeños empresarios coinciden en la actual hora en un asunto: congelación de las inversiones a la espera de Godot. Tiene su lógica

Foto: El presidente de Mercadona, Juan Roig. (EFE)
El presidente de Mercadona, Juan Roig. (EFE)

He hablado al menos con seis empresarios de distinto corte y facturación a propósito de la servil situación política que atenaza a España. Las opiniones van por barrios. Curiosamente, los pequeños y medianos estarían por la labor de mantener el statu quode poder político anterior al 20-D; los grandes prefieren un aggionarmientode nuevo cuño, caras y apellidos.

Ambos creen, en efecto, que la política es tan importante que no se puede dejar en las exclusivas manos de los “políticos” profesionales.

Cierto es que el país sigue funcionando en términos generales; la excesiva y sobreabultada nómina de funcionarios cobran a final de mes; la legión de universidades reciben sus denarios (en ocasiones escasamente justificados) y los hospitales públicos abren sus camillas sin excesivo problema. Pero resulta obvio que se necesita una referencia de poder a no tardar mucho porque la cosa empieza a pudrirse.

Los grandes, medianos y pequeños empresarios también coinciden en la actual hora en un asunto: congelación de las inversiones a la espera de Godot. Tiene su lógica. Juan Roig no tiene la misma percepción que Simón Pedro Barceló y sus caladeros son distintos. Antonio Garamendi se sienta casi en la misma mesa que Juan Rosell pero sus lentes difieren en el número de dioptrías. Nadie está por jugarse la pasta por un voto más o menos en el palacio de la Carrera de San Jerónimo.

Salvo Alberto Garzón que quiere aumentar la retahíla de funcionarios en un millón -¡se queda tan fresco el tío!- hasta Íñigo Errejón que no ha dado nunca un palo al agua en el sector privado, sabe que sin empresarios o emprendedores (vale) aquí no hay nada que hacer. Hay una queja generalizada entre los empleadores: ni un cinco por ciento de las gentes que sientan sus culotes en la asamblea del Congreso tiene ni remota idea de la llamada “economía productiva” y hablan a título de panfleto, en unos casos, y de intereses personales, en otros.

¡Así nos lucen los balances!

He hablado al menos con seis empresarios de distinto corte y facturación a propósito de la servil situación política que atenaza a España. Las opiniones van por barrios. Curiosamente, los pequeños y medianos estarían por la labor de mantener el statu quode poder político anterior al 20-D; los grandes prefieren un aggionarmientode nuevo cuño, caras y apellidos.

Juan Rosell Juan Roig