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Aquel terrible e inolvidable 11-M
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Graciano Palomo

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Aquel terrible e inolvidable 11-M

No sé si de aquel golpe de Estado –como lo califican los mejores investigadores de la tragedia histórica- se sabe algo, poco o casi nada

Foto: Imagen del interior del Monumento a las Víctimas del 11M
Imagen del interior del Monumento a las Víctimas del 11M

Han pasado doce años desde aquella mañana de marzo de 2004 cuando los jardines madrileños oteaban ya la llegada de la primavera. Estaba yo fuera de España y poco antes de las diez ya se había pergeñado la terrible tragedia que, además de cobrarse 192 víctimas y miles de heridos, venía a abortar abruptamente el normal discurrir de los ciclos políticos en este país.

De las bombas en aquellos trenes utilizados por el pueblo llano se han escrito millones de palabras y de tesis. No sé si de aquel golpe de Estado –como lo califican los mejores investigadores de la tragedia histórica- se sabe algo, poco o casi nada. Tengo que decir antes de nada que los crímenes son responsabilidad exclusiva de los criminales y en esta ocasión aún más. Pero los gobiernos están precisamente para, primeramente, evitarlos y, en segundo lugar, para gestionar las consecuencias letales de la tragedia.

La oposición de Rubalcaba/Zapatero no jugó limpio. Evidente. Pero el gobierno Aznar y su gestión pasará a los anales de la historia como ejemplo de la ineptitud e incluso de la mala intención. Ni supo evitar la tragedia, esto es, parar las mochilas de los terroristas, ni posteriormente decir la verdad sobre una realidad que era palmaria. Nada sucede porque sí.

Aznar, en el culmen de la estulticia por mor de la soberbia y prepotencia por aquel entonces, se había rodeado de una cuadrilla de ineptos que cobraban sus denarios por adular al comandante en jefe mientras se afanaban full time a prepararse adecuadamente ante el cambio que representaba Mariano Rajoy. Fue de aurora boreal. Un ministro del Interior (Ángel Acebes) desbordado por todos los flancos sin control alguno de la situación; un portavoz gubernamental (Alfredo Timermans) del que por vez primera todos los corresponsales extranjeros abominaron por escrito; un jefe del CNI (Jorge Dezcallar) que no se sabía a ciencia cierta a qué jugaba, aunque luego ha tratado vanamente de justificarse.

Tras regresar a España me encontré con un país aterrorizado, atenazado por el miedo y sobrecogido. Pérez Rubalcaba con un móvil y la cadena SER los destrozó políticamente.

Unas horas más tarde, un tal José Luis Rodríguez Zapatero alcanzaba la presidencia del Gobierno.


Han pasado doce años desde aquella mañana de marzo de 2004 cuando los jardines madrileños oteaban ya la llegada de la primavera. Estaba yo fuera de España y poco antes de las diez ya se había pergeñado la terrible tragedia que, además de cobrarse 192 víctimas y miles de heridos, venía a abortar abruptamente el normal discurrir de los ciclos políticos en este país.

Atentados 11M José María Aznar Ángel Acebes