Es noticia
ZZ tira de meritocracia. Amancio Ortega también
  1. España
  2. Palo Alto
Graciano Palomo

Palo Alto

Por

ZZ tira de meritocracia. Amancio Ortega también

En un país como España, donde no hubo revoluciones industriales ni liberales, está por implantarse una cultura del mérito como la representada por dos personajes

Foto: Amancio Ortega, ejemplo de mérito. (Gtres)
Amancio Ortega, ejemplo de mérito. (Gtres)

Uno de los factores más relevantes del flamante y exitoso (hasta ahora) Zinédine Zidane en el Real Madrid en calidad de técnico es la llegada al vestuario blanco de un concepto total: la meritocracia. Si lo mereces, juegas. Si no, a calentar banquillo te llames James o Isco.

Si tienes voluntad, determinación, exhibes talento y trabajas, juegas. Aunque te apellides Vázquez o Mayoral y provengas de Valdebebas. Es la revolución que el antiguo emigrante argelino a tierras de Francia ha importado en la siempre referencia cósmica chamartiana.

¿Por qué este ejemplo intranscendentalmente balompédico no puede ser transferible al resto de la vida nacional? Siempre he sostenido que la gran revolución que resta por llegar a España no es la colectivista sino la “meritocrática”. En un país donde no tuvieron lugar las revoluciones burguesas e industrial es bien notorio que los mejores no están al timón, y mucho menos en el poder público. Y si no están los mejores quiere decir que están los peores o los mediocres.

La meritocracia no es el mando ni la responsabilidad de unos privilegiados por origen familiar o la herencia en una tómbola; es que los máximos responsables de la cosa pública resulten los objetivamente más honrados, trabajadores y capaces. El mérito es ya algo que se puede tocar con las manos y 'estamentar' por capas. Pongamos un ejemplo bien actual.

El de Arteixo representa mejor que nadie en España lo que aquí pretendo describir como “mérito” extendido

He asistido ojiplático al espectáculo ofrecido por algunos elementos hispanos a propósito del 80 cumpleaños de Amancio Ortega, el gran capo de Zara y demás aledaños comerciales. Se han lanzado a la yugular del gallego como si su cuello estuviera hecho de queso de tetilla. El de Arteixo representa mejor que nadie en España lo que aquí pretendo describir como “mérito” extendido, incluso, a la hora de escoger a su primer ejecutivo. Y, sin embargo, se le cuestiona, y si se pudiera se pondría su cabeza en una pica. Si Ortega decidiera largarse de su país ante el trato recibido, 150.000 puestos de trabajo quedarían en el aire; varias decenas más de personas se irían al paro porque las inmobiliarias dejarían de ingresar mil millones de euros en concepto de alquiler, con sus impuestos correspondientes. Hacienda dejaría de recaudar 900 millones por Impuesto de Sociedades y mil en concepto de IVA. Eso sin hablar de sus 20 millones a Cáritas, otros 20 más a distintas ONG y sus aportaciones al Banco de Alimentos.

¿Qué pasaría si desaparecieran algunos políticos que han llegado ahí sin demostrar nada, haber regentado un estanco o una mercería o porque así es la vida o el pelotilleo criminal? Nada.

Ejemplos de meritocracia en la sociedad civil española los hay a raudales, fundamentalmente entre los emprendedores. Quiero citar hoy, amén del gallego, un ingeniero vallisoletano llamado Vicente Garrido Capa, políticamente nada correcto, que ha conseguido levantar Lingotes Especiales y ser la empresa cotizada en Bolsa que más ha subido en el último año.

¿'Capisca' usted ahora esto de la “cultura del mérito”? Sólo los muy rancios y antiguos ponen peros a esta revolución.

Uno de los factores más relevantes del flamante y exitoso (hasta ahora) Zinédine Zidane en el Real Madrid en calidad de técnico es la llegada al vestuario blanco de un concepto total: la meritocracia. Si lo mereces, juegas. Si no, a calentar banquillo te llames James o Isco.

Amancio Ortega Zinédine Zidane Valdebebas