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Los grandes no quieren ser interlocutores con el poder político
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Graciano Palomo

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Los grandes no quieren ser interlocutores con el poder político

No hay ningún gran empresario que acepte convertirse en interlocutor del poder político, algo poco patriótico aunque entendible

Foto:  El expresidente de Telefónica César Alierta conversa con la infanta Elena. (EFE)
El expresidente de Telefónica César Alierta conversa con la infanta Elena. (EFE)

Una fuente suficientemente acreditada que trabaja para la primera transnacional española subraya el hecho de que tras la marcha de César Alierta-es un decir, porque sigue muy activo, especialmente en los asuntos mediáticos a los que le ha tomado el tranquillo–no hay ningún gran empresario o gestor de postín que acepte convertirse en interlocutor del poder político.

Podrían ser nombres como los de Isidro Fainé (Caixabank), ya próximo también a la jubilación, o los más jóvenes Juan Roig (Mercadona), Simón Pedro Barceló (Barceló) o el gestor de moda Pablo Isla, que ha conseguido hacer a Ortegamás rico de lo que ya es.

Resulta entendible, aunque escasamente patriótico. Todo ello mientras se recrudece el debate interno entre los empresarios acerca del rol que juega la CEOEcomo 'lobby' de los empleadores.

Cuanto más tarde peor. España, como cuarta potencia de la zona euro, necesita más que nunca de portavoces de las cosas de comer y que puedan ser escuchados en la esfera política, esa que tantas preocupaciones les produce. Porque la economía española depende en gran parte del Boletín Oficial y de las decisiones que adopte el Gobierno.

Si echamos la vista 40 años atrás, la patronal estaba fuertemente ideologizada y, por ende, escorada políticamente. Creo que no es el caso. Por lo que escucho a los empresarios de todo signo y condición, grandes y pequeños, lo que exigen es un control del gasto público (que se puede hacer sin afectar a las prestaciones básicas que ofrece el Estado), un marco claro de derechos y obligaciones y, finalmente, una fiscalidad que les permita sobrevivir. Ni siquiera invoco esta vez su argumento de la necesidad de “unidad de mercado”.

Nunca entendí que los ricos con la luz pagada quieran seguir a toda costa en el machito. Ni los políticos que después de haber conseguido lo que Salamanca no prestó se aferren al sillón comopercebe a la roca.Pero menos entenderé a aquellos que habiendo sido unos privilegiados por la sociedad no estén dispuestos a devolver a la misma algún esfuerzo cuando se les requiere.

Una fuente suficientemente acreditada que trabaja para la primera transnacional española subraya el hecho de que tras la marcha de César Alierta-es un decir, porque sigue muy activo, especialmente en los asuntos mediáticos a los que le ha tomado el tranquillo–no hay ningún gran empresario o gestor de postín que acepte convertirse en interlocutor del poder político.

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