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Los efluvios del 26-J que pueden embotar al PP
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Graciano Palomo

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Los efluvios del 26-J que pueden embotar al PP

Los populares han demostrado tener un comandante en jefe. Pero en su resultado también han jugado factores externos que no deberían ser desdeñados en los análisis

Foto: Rajoy tiene que tener en cuenta que el resultado del 26-J no exime de ventilar la casa interna. (EFE)
Rajoy tiene que tener en cuenta que el resultado del 26-J no exime de ventilar la casa interna. (EFE)

Se equivocarán los dirigentes del Partido Popular si no leen los resultados del 26-J en clave de renovación. Sus magníficos resultados -a tenor de las expectativas- tienen que servir, además de para tener opción a gobernar de forma legítima, para echarse una mirada sobre sí mismos y cambiar lo que fuere menester.

En esos casi ocho millones de votos y sus 137 escaños, han intervenido muchos factores exógenos. Ignorarlos sería letal para sus propios intereses y el centro derecha que representan. Ha funcionado el voto útil, un cierto miedo y el desastre del resto de los competidores. Esa magnífica cosecha no liquida la corrupción, ni destruye los complejos, ni rejuvenece cuadros y mensajes.

Soy de los que creen que, precisamente porque el electorado los ha respetado, les da patente (con fecha de caducidad) para enmendar errores y, muy especialmente, para proceder sin demora a presentarse ante la sociedad con la permanente hecha y con la cara rasurada. Mariano Rajoy, que ha sido contra todo pronóstico el gran vencedor de aquella noche, tiene que vencerse así mismo y no impedir que entre el aire fresco en una formidable organización que ha sabido estar en sus bases a muchas duras y algunas maduras. No puede continuar en el tancredismo en nombres y apellidos porque el cheque firmado el 26-J no tiene fondos ilimitados y ha sido firmado en unas circunstancias especialísimas.

Ha funcionado el voto útil, un cierto miedo y el desastre del resto de los competidores. Esa magnífica cosecha no liquida la corrupción ni destruye complejos

Lo sustancial, se me antoja, es que nadie debería avergonzarse de decir que vota al PP. ¡Menuda tarea! Y a partir de ahí construir discursos serenos, moderados y sensatos. Rajoy es la persona indicada para llevar a cabo el proceso que preconizo modestamente. Nadie le puede tirar ya por la ventana. Sin olvidar el desgaste en su liderazgo al que se ha visto sometido, y sin caer en la tentación de su antecesor, esto es, abrir la ventana y que cada cual se zurza su túnica.

El mandato del pueblo ha sido claro, sí, pero también limitado. El PP tiene hoy un comandante en jefe que resta (en lenguaje tenístico) como el mejor y que sabe plantar cara al cierzo cuando más ruge, cosa nada baladí teniendo en cuenta lo merengues que son otros. Pero también tienen otros talentos en situación de prevengan que tienen derecho a su oportunidad. En el PP nunca hubo, como tal, un sector crítico. Hay mucha intención contenida a la que hay que dar salida.

Sólo con las debidas reformas internas el PP podrá ser en un futuro la referencia única y casi exclusiva del centro derecha. Ahí tendrá que demostrar el presidente su talla histórica, si es que, en efecto, la atesora. Ello sería posible, incluso, aplicando la vieja máxima de Lampedusa: “Cambiar algo para que nada cambie”.

Se equivocarán los dirigentes del Partido Popular si no leen los resultados del 26-J en clave de renovación. Sus magníficos resultados -a tenor de las expectativas- tienen que servir, además de para tener opción a gobernar de forma legítima, para echarse una mirada sobre sí mismos y cambiar lo que fuere menester.

Mariano Rajoy