El general no tiene quien le vote

Jamás negaré a nadie su derecho a la evolución. Todos evolucionamos cada día y, como es sabido, cada día tiene su afán. Pero hay evoluciones ciertamente sospechosas cuando ponen en cuestión todo lo andado y, sobre todo, entran en contradicción como el propio ser de cada cual.

El barómetro para medir esa evolución es muy simple: si la gente que te rodea te cree o te toma a chacota. Hay personas en ese círculo como Jorge Verstrynge, cuya evolución sorprendió a mucha gente; a mí no. Merece un respeto porque tiene una coherencia y una explicación intelectual clara. Jorge podría haberlo sido todo en el PP -Aznar, por ejemplo, fue uno de sus subordinados- y decidió, después de ver lo que contempló, que aquello no era lo suyo y que en nada se compadecía su vida y sus creencias con José María Cuevas, el desaparecido patrón de la CEOE.

Este es el asunto. La credibilidad en esa evolución pasa por ir del poder a la nada; el viaje contrario es sumamente peligroso. Es el caso del ex-JEMAD, Julio Rodríguez, más conocido como 'Julito el rojo' en los cuartos de banderas.

Verle comparecer ante los medios con su porte semiaristocrático en plan McArthur rodeado de muchachitos que dicen cosas tremendas da ternura

No se puede entender cómo un uniformado que llegó a general de cuatro estrellas y cuya identidad para esa milicia es la unidad del país pueda preconizar el cuarteo y la voladura del mismo presentándose como un entusiasta de un referéndum de autodeterminación que ni siquiera reconoce Naciones Unidas. No se puede entender que en unos meses -después de haber sido cesado como vértice profesional en la Defensa Nacional- se pase de presidir el Comité de Planes Nucleares de la OTAN para acto seguido renegar del derecho a la autodefensa del mundo libre.

Rodríguez fue un militar profesional cualificado cooptado finalmente en la suprema cadena de mando por criterios políticos. Verle comparecer ante los medios con su porte semiaristocrático en plan McArthur, rodeado de muchachitos y muchachitas que dicen cosas tremendas, produce ternura, mucha ternura. Me recuerda la imagen de los años noventa del general de la Wehrmacht, Gert Bastian, que tras emparejarse con la activista verde Petra Karin Lehman producía escándalos por doquier en la Germania de los cancilleres Smith y Khol.

Me hubiera gustado verle subir a la tribuna de oradores del Congreso. Pero ni los aragoneses ni los almerienses le han dado esa oportunidad. Tengo para mí que en breve se dedicará exclusivamente a escribir tratados sobre la estrategia de la aproximación, toma de contacto, entrada en combate y, finalmente, la explotación del fracaso.