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El general Custer entra sable en mano en Génova 13
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Graciano Palomo

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El general Custer entra sable en mano en Génova 13

El centro derecha aglutinado en torno a las siglas PP debe ir a la mayor rapidez posible a un congreso que resulte lo más refundacional que permitan las circunstancias

Foto:  El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy. (EFE)

Donde no hay harina todo es mohína. Luis de Guindos, un oscuro alto cargo a las órdenes de Rodrigo Rato en los gobiernos Aznar antes de comandar las operaciones de Lehman Brothers en la península ibérica, es la piedra de escándalo que sacude los cimientos del todavía partido en el Gobierno (en funciones) de España.

Su intento de colgarse medallas que corresponden a otros (dicen) es uno de los principales ingredientes para la “movidilla” interna que vive el Partido Popular estos días aciagos donde ni hay Gobierno, ni se le espera. Salvo la decidida voluntad de Mariano Rajoy de utilizarlo para “vender” sus reformas por el mundo –ya sabemos cómo es el presidente en cuestiones de nombres y apellidos– nunca fue del agrado del “círculo interior” de poder popular al estimar que unos cardan la lana y otros se llevan la fama. Parece ser el caso.

El hecho cierto y objetivo es que De Guindos por un lado, y Rita Barberá por otro, son la piedra de toque para los “juegos de caballería” enunciados por el ministro de Economía para despachar el cristo yaciente que su libro ha provocado en el PP. Su falta de sensibilidad política reconocida en el caso Soria –hace falta ser patán para abrir inopinadamente esa caja–, unida a los viejos desencuentros con Cristóbal Montoro, Álvaro Nadal, Fátima Báñez y, en general, el granado elenco de la vicepresidenta han sido la espoleta para evidenciar una división que el general en jefe teme más que a un vendaval en Pontevedra.

Luego vino el asunto de la exalcaldesa de Valencia, que ha confirmado en propias carnes que el poder, cuando se aleja, te deja a la intemperie y que, al final, el marchamo de la vida todo lo puede y todo lo tritura. Ha sido la espoleta para que estalle –con sordina, eso sí– el cargado ambiente que se respira desde que Rajoy decidió colocar a tres vicesecretarios generales y especialmente al de Organización, Fernando Martínez-Maíllo, un zamorano que se moja el dedo y sabe de qué lado sopla el viento. Viene del surco y mece la cuna que le rescató del erial.

Todo ello confirma la percepción generalizada de que el centro derecha aglutinado en torno a las siglas PP debe ir con la mayor rapidez posible a un congreso que resulte lo más refundacional que permitan las circunstancias. Algunos todavía no se han despertado, pese a que los aires “ciudadanos” golpean con intensidad su puerta.

Donde no hay harina todo es mohína. Luis de Guindos, un oscuro alto cargo a las órdenes de Rodrigo Rato en los gobiernos Aznar antes de comandar las operaciones de Lehman Brothers en la península ibérica, es la piedra de escándalo que sacude los cimientos del todavía partido en el Gobierno (en funciones) de España.

Luis de Guindos Mariano Rajoy Cristóbal Montoro José Manuel Soria