El otro gallego

Para una persona ambiciosa cuya autoestima va mucho allá de los parámetros al uso en Ourense, este domingo 25 de septiembre habrá un antes y un después. Por una vez, el lugar común adquiere categoría propia.

Se quiera o no, lo deseen o les produzca sarpullidos, la sucesión de Mariano Rajoy ha dejado de ser una cuestión tabú o anatema. Alberto Núñez Feijóo, que en su juventud militó en el PSOE y siempre admiró a Felipe González, es ahora mismo -lo he escrito en ocasiones varias- el dirigente popular mejor situado para ese eventual recambio al frente del centroderecha que en ningún caso se producirá antes del próximo congreso nacional. No quiero escribir ni escribo que lo vaya a ser, ¡ojo! Digo que es el mejor situado. Porque en el PP nadie en su sano juicio puede aspirar a liderar ese vasto territorio con vocación de mayoría sin haber demostrado que puede ganar en su tierra. Siempre ha sido así. O casi.

Podría sucederle, sin embargo, que si los gallegos no le firman el cheque mayoritario, caiga en la tentación de aceptar alguna oferta en el sector privado extraordinariamente tentadora, sobre todo si provienes de una humilde aldea gallega y en tu casa nunca sobró nada. Podría ocurrirle, digo, que -al igual que a María Dolores de Cospedal hace poco más de un año- le faltaran unos votos que le lleven directamente al averno.

Nuñez Feijóo, frente a otras pretensiones rubicundas urdidas a toda urgencia sobre la nada, ofrece seriedad, gestión y una cierta idea de España como antes la tuvo de Galicia.

¡Todo o nada!