¡Qué pena das, Blesa!

Es muy difícil encontrar a un presunto —amén de avaro— delincuente que conjugue la valentía. Miguel Blesa Parra, el íntimo amigo de Aznar, por el que consiguió encaramarse a la presidencia de CajaMadrid y hacerse rico, no le llega la camisa al cuello.

Ya probó los barrotes en Soto del Real pero la perspectiva de pasar de cinco a diez años con el pijama de rayas le desencaja. Nada más hay que verle en carne mortal y mirar sus ojos saltones. Ha soltado la especie —sin duda aconsejado por algunos de sus asesores de imagen que le facilitó Pedro Arriola— de que no tiene ni un maldito euro y que hace de mucama en su mansión. ¡Se me parte el corazón, Miguelito!

Amasó una fortuna espectacular, hizo otros negocios mientras presidía la segunda caja de España (ver 'e-mails' al propio José María Aznar) y el muchacho de Linares ahora dice que es más pobre que las ratas.

El exquisito Blesa se hace su propia cama y limpia su propio váter. ¡Qué maravilloso espectáculo! La sala que le juzga debe apiadarse de su pobre 'body' pero tendrá sus dudas, imagino, porque para estar tan ligero de 'jurdó' ha devuelto casi medio millón de euros, uno tras otro, por el canguelo de la cárcel. ¡Medio millón de euros!

Fueron soberbios en el poder, fuertes con los desvalidos; ahora cobardes y temblorosos ante el cadalso.

¡Qué tropa!