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'Rally Soraya' en el deshielo catalán
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Graciano Palomo

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'Rally Soraya' en el deshielo catalán

Durante la celebración de la Constitución en el Congreso de los Diputados, la vicepresidenta me confesó que trabajará por que "el Estado se haga visible donde siempre tuvo que verse"

Foto: La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)

Una de las pocas ventajas que tiene asistir a los saraos institucionales para celebrar alguna efemérides que concentra a los poderes del Estado es que el observador se puede hacer una idea de qué lado sopla el viento. Es lo que ocurrió el pasado día 6 en el palacio del Congreso de los Diputados a propósito de celebrar los 38 añitos de la Constitución que, aunque parezca lo contrario, continúa en vigor.

Cuatro fueron los protas del ágape. El presidente Rajoy, que para eso es el primer ejecutivo de España; la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, que para eso es la “vicetodo”; el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que para eso trae al contribuyente colgado del alambre y, para mí, personalmente, el general (cuatro estrellas) Julio Rodríguez, quizá sobre el que se ha vertido tanta agua fétida que la realidad puede que no se compadezca con la imagen proyectada. De esto último espero poder ofrecer a los lectores algunos 'inputs' del máximo interés en los próximos días.

Foto: El delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. (EFE)

La vicepresidenta está volcada de hoz y coz en intentar enmendar en lo que se pueda el enorme quilombo catalán que, se mire por donde se quiera, es el principal problema político que enfrenta España. Es la gran encomienda del presidente. Su talante y su formación coadyuvan al menos para que algunas espadas se conviertan en arados aunque el tema es realmente complicado con pliegues enormemente arrugados.

“Voy a intentar que el Estado se haga visible donde siempre tuvo que verse…”, me comentó. Al día siguiente estrenaba su despacho en la Ciudad Condal y habrá un periódico e ininterrumpido suma y sigue en su particular puente aéreo.

La gran encomienda del presidente Rajoy a Soraya Sáenz de Santamaría es intentar enmendar el principal problema político que enfrenta España

Que algo ha cambiado en el ambiente es de común coincidencia entre los observadores de allí y de aquí. Pero el terreno está tan embarrado y el Montseny tan intransitable que hará falta mucho engrase para que las palas entierren el detritus acumulado desde hace siglos. Ahora o nunca, oiga. Todo ello sin olvidar que el secesionismo no admite matices y la unidad nacional tampoco.

El Gobierno de la nación se ha encontrado con dos aliados de singular importancia. Por un lado, el 'lehendakari', Iñigo Urkullu que, a fuer de realista, no ha tenido reparo alguno en afirmar que la “independencia en un mundo globalizado es imposible".

El otro es el Gobierno de París que —jacobino hasta las cachas— ha recordado a la Generalitat que la legalidad republicana no va a permitir broma alguna respecto a la reivindicación territorial de Francia. Para más inri de Puigdemont y Junqueras, el oficio ha sido remitido al palacio de la Moncloa.

Decididamente, estos carlistones no se enteran. De nada.

Una de las pocas ventajas que tiene asistir a los saraos institucionales para celebrar alguna efemérides que concentra a los poderes del Estado es que el observador se puede hacer una idea de qué lado sopla el viento. Es lo que ocurrió el pasado día 6 en el palacio del Congreso de los Diputados a propósito de celebrar los 38 añitos de la Constitución que, aunque parezca lo contrario, continúa en vigor.

Soraya Sáenz de Santamaría Cataluña