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Cuando la plutocracia (CEC) se hace el harakiri
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Graciano Palomo

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Cuando la plutocracia (CEC) se hace el harakiri

El mundo ya es otra cosa: con Davos o sin Davos, la teoría y el papel lo aguanta todo, ya no se pueden poner puertas al campo

Foto: El Rey Felipe IV inaugura el Consejo Empresarial de la Competitividad. (EFE)
El Rey Felipe IV inaugura el Consejo Empresarial de la Competitividad. (EFE)

Ha pasado sin pena ni gloria informativa el fin del Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC), tras seis años de existencia y una larguísima agonía. Me relata uno de sus miembros más señeros —que no significa conocido— que en realidad el CEC fue una idea de Emilio Botín a quien nadie osaba decir no. Luego lo tomó en sus manos César Alierta, quien tampoco necesitaba organismo de ningún tipo para reunirse con el poder político de aquí y de acullá.

El consejo fue visto con recelo por el Gobierno de Mariano Rajoy, a quien no gusta excesivamente hacerse fotos con los poderosos económicos, contrariamente a lo que sucedía con José Luis Rodríguez Zapatero. ¡El mundo al revés!

España es un país democrático. Con fallos y carencias, naturalmente, como todo lo humano. Pero tiene 2 cámaras legislativas; 17 parlamentos, Defensor del Pueblo, consejos económicos y sociales, 18 gobiernos (1+17), diputaciones, ayuntamientos... y ¡la leche! ¿Se necesitaba una organización de los “plutos” (pocos) para fijar el rumbo del país? Decididamente, no.

Sus informes ponían de los nervios al poder político constituido, especialmente en los años del 2012 al 2014, cuando parecía que todo estaba perdido

Por si fuera poco, sus informes ponían de los nervios al poder político constituido, especialmente en esos años terribles que fueron del 2012 al 2014, cuando parecía que todo estaba perdido en aras de una intervención de la soberanía nacional. Recordar que en esos 24 meses la mitad del Gobierno se dividía entre los que juraban en arameo y los que peregrinaban a la Pilarica en busca del milagro.

La mayor parte de los 15 de la fama que integraban el CEC venían directamente de la Transición política de Adolfo Suárez y el resto, de Felipe González. Y como el tiempo todo lo puede, eso. España no estaba para salvadores informes económicos en mano.

Ha hecho bien en meterse la daga hasta la intercostal. El mundo ya es otra cosa y con Davos o sin Davos, la teoría y el papel lo aguanta todo, ya no se pueden poner puertas al campo.

Nada más hay que ver cómo crece la hierba en las largas praderas de Washington. Y el cariz rubicundo de su nuevo general Lee.

Ha pasado sin pena ni gloria informativa el fin del Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC), tras seis años de existencia y una larguísima agonía. Me relata uno de sus miembros más señeros —que no significa conocido— que en realidad el CEC fue una idea de Emilio Botín a quien nadie osaba decir no. Luego lo tomó en sus manos César Alierta, quien tampoco necesitaba organismo de ningún tipo para reunirse con el poder político de aquí y de acullá.

Consejo Empresarial de la Competitividad César Alierta Emilio Botín