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Corrupción: vuelta un lustro atrás
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Graciano Palomo

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Corrupción: vuelta un lustro atrás

Cuando las cosas van modestamente bien en los temas que interesan a los ciudadanos (comer, pagar la hipoteca, sanidad y educación) siempre estalla alguna bomba fétida

Foto: Ignacio González tras su detención por la operación Lezo. (EFE)
Ignacio González tras su detención por la operación Lezo. (EFE)

“Se nos ha perdido el miedo”, manifiesta apesadumbrado un alto mando del Partido Popular ante el alud de informaciones sobre corrupción de algunos (bastantes) de sus miembros. Creo más bien que se les ha perdido el respeto. Esto es letal en la vida en general y mucho más en la actividad política.

[Lea aquí toda la información relacionada con la Operación Lezo]

Tras un congreso unido en torno a su líder, con un crecimiento económico que se podría firmar en todos los ejercicios, hete aquí que de nuevo la corrupción penetra en el edificio popular como una granada rompedora. “Hemos regresado cinco años atrás”, reconoce la misma fuente del partido en el Gobierno. Creo que aún es más grave. Porque llueve sobre mojado. Lo de las ratas y el barco, aunque en estos casos ratas ratoneras son especialmente los que roban, todo hay que decirlo.

Sostengo que España, como 'des-unidad' de lo que sea, tiene una maldición histórica muy propia. Cuando las cosas van modestamente bien en los temas que interesan a los ciudadanos (comer, pagar la hipoteca, sanidad y educación, esto es, tener empleo) siempre estalla alguna bomba fétida. Entonces estalla la vieja veta hispánica confundiendo la velocidad con el tocino, que en algunas partes del país señalan la diferencia entre el culo y las témporas. Y resulta inevitable. Porque la corrupción molesta, crea hastío, produce síndromes irrefrenables.

La actual situación, recién iniciada la legislatura, me recuerda a cuando Felipe González no tuvo más remedio que disolver y pedir al pueblo que hablara

Tal y como están las cosas con anunciadas mociones de censura y reproches a gogó (algunos más que justificados), volvemos a las andadas. A la precariedad parlamentaria del partido en el gobierno se une el descuajeringue de la 'auctoritas' que resulta del todo indispensable para plantar cara al leviatán de la crisis económica que todavía colea, al desafío intolerable del secesionismo y a luchar por la permanencia de la Unión Europea, que se debate entre el respirar o el irse al otro barrio. De nada sirve que en Alemania, por ejemplo, Mariano Rajoy sea un tipo al que respetan por haber dado la vuelta a la situación de agonía económica del país. En España no puede salir a la calle sin que le pongan de vuelta y media.

Nadie, salvo Podemos, parece querer ir de nuevo a unas elecciones generales. Pero una cosa es querer y otra bien distinta, poder. Tengo para mí, solo para mí, que la actual situación de precariedad en todos los frentes no puede aguantar mucho. Aunque Rajoy ha demostrado que es, en efecto, el hombre impasible.

La actual situación, recién iniciada la legislatura, me recuerda en demasía aquella del 93 cuando Felipe González no tuvo más remedio que disolver y pedir al pueblo que hablara. Y habló.

“Se nos ha perdido el miedo”, manifiesta apesadumbrado un alto mando del Partido Popular ante el alud de informaciones sobre corrupción de algunos (bastantes) de sus miembros. Creo más bien que se les ha perdido el respeto. Esto es letal en la vida en general y mucho más en la actividad política.

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