La hoja de ruta del otro Pablo (Casado)

A raíz de la dimisión de Esperanza Aguirre al frente del grupo municipal popular en el Ayuntamiento de Madrid se está especulando mucho acerca de quién será el nuevo líder que afronte la reconquista del poder en la Capital.

Todo apunta al vicesecretario general y diputado por Ávila, Pablo Casado, que será joven pero ha demostrado habilidad enorme para llevarse bien con el aznarismo y el marianismo sin que ninguno desconfíe del otro. No está mal la definición de “sonrisa del régimen”. Porque Pablo siempre sonríe que, en cualquier supuesto, siempre será mejor que llorar o gruñir. No es el único guiño para vislumbrar la personalidad del dirigente popular. Porque en su calidad de jefe de Comunicación Nacional también se lleva bien con Carlos Cuesta (La Marimorena) y a la vez con García Ferreras.

Es la importancia de llamarse Pablo. El apellido llegados a este punto tiene menos relevancia

A él le da pánico un exceso de protagonismo que no busca. Le buscan. Conoce bien las alcantarillas del partido en el que milita desde su más tierna infancia en Palencia (donde su padre ejercía de médico) y sabe que cualquier derrapaje en cualquier culpa le conduce directamente al averno. No haber cumplido los cuarenta no significa en modo alguno ser un chorroborro.

Creo que todavía le falta una pizca de 'killer', pero hasta el momento no ha dejado ninguna silla vacía. Creo, en efecto, que tiene una rutilante carrera por delante y de no cometer errores hasta podría retomar la inmortal ciudad de Madrid. Faltan muchos días con sus correspondientes noches hasta entonces, pero como informó en su día este periódico, Casado apunta maneras y no levanta sospecha alguna.

Es, queridos lectores, la importancia de llamarse Pablo. El apellido llegados a este punto tiene menos relevancia.