Palo Alto
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Tres mujeres: lo de Irene, Carmen y Corredor
No me sorprende el subidón de Irene Montero en los últimos días. Pedro Sánchez recupera a Beatriz Corredor y Carmen Calvo, ambas exministras
Procuro hacer caso a Bob Woodward. Por la vida hay que transitar sin orejeras ni prejuicios preconcebidos. Escribo lo anterior para referirme a Irene Montero, a la que conocí hace ya tiempo en Radio Nacional de España. Me pareció una muchacha ambiciosa y despierta, por lo tanto, no me sorprende su subidón en días pasados.
Tiene 29 años y, si modera el tono de voz y su ardor guerrero, inevitable por la edad, puede ganarse muy bien la vida en la política. Ni debo ni quiero entrar en otras consideraciones de tipo personal. Lo sustancial son los diagnósticos y las propuestas. Propuestas que ya le dije personalmente en una ocasión mediática que tienen que ser antes que nada realistas. Porque ya los brindis, además de caros, duran menos que un abanico en la puerta de un colegio de Alcorcón.
Me alegro mucho de que Pedro Sánchez se haya fijado en la exministra Carmen Calvo para la nueva Comisión Ejecutiva. La cordobesa tiene salero, algunas ideas y, sobre todo, un talante abierto y muy poco sectario. Algo nada desdeñable en los tiempos que corren.
Beatriz Corredor, registradora de la propiedad como Rajoy, parece mujer seria y conocedora de la responsabilidad que se le encomienda; no hay que olvidar que ya fue ministra de la cosa en aquel gobierno endeble de Rodríguez Zapatero.
Sí me sorprende que, por el momento, Sánchez no haya anunciado ya qué puesto le concede a la diputada aragonesa Susana Sumelzo, que se ha batido el cobre por su jefe de fila como ninguna otra. Algo raro ha pasado con esta parlamentaria que al menos mantuvo la fidelidad en momentos muy difíciles. He escrito que solo por el momento.
Echo a faltar algunos nombres. Especialmente el de Ramón Jáuregui, una de las cabezas socialdemócratas con más enjundia que he conocido entre esa grey.
Al final, Pedro, desengáñese señor Sánchez, tendrá que ganar unas elecciones. Porque para dormir en el palacio de la Moncloa no sirven los rodeos y mucho menos las triquiñuelas.
¡Ojalá el Congreso les salga bien! Por España.
Procuro hacer caso a Bob Woodward. Por la vida hay que transitar sin orejeras ni prejuicios preconcebidos. Escribo lo anterior para referirme a Irene Montero, a la que conocí hace ya tiempo en Radio Nacional de España. Me pareció una muchacha ambiciosa y despierta, por lo tanto, no me sorprende su subidón en días pasados.