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España entre dos bloques de cemento
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Graciano Palomo

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España entre dos bloques de cemento

Vivimos en un país lleno de clichés, donde el debate suele centrarse en quién la tiene más larga democráticamente. Así no vamos a ninguna parte

Foto: Pablo Iglesias camina frente a Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados. (Reuters)
Pablo Iglesias camina frente a Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados. (Reuters)

Cuando pasas unos días fuera de Madrid –cada vez más burgo podrido al decir azañista– y contemplas la realidad española en lontananza, te percatas de inmediato de que las cosas han evolucionado bastante poco en cuanto a la terrible tragedia que ocurrió hace más de ochenta años.

Estos días, cuando se conmemoran las cuatro extraordinarias décadas que denominamos Transición, se pueden fotografiar con bastante exactitud los dos bloques que en ocasiones extraordinarias ahogaron la posibilidad de convivencia. Derecha e izquierda dejando escaso margen para el centro, que es lo que hace avanzar a los países realmente libres y en progreso. Podríamos poner apellidos y hasta nombres. Por un lado, Rajoy/Rivera (con sus diferencias, claro); por otro, Sánchez/Iglesias con toda la letra pequeña y diferenciada que se estime oportuna. Pero están ahí las posiciones con escasez de argumento y huidas de una realidad que no se toca en la sociedad civil.

Mientras el resto del mundo libre encara los nuevos tiempos globales, digitales, sin fronteras, aquí debatimos permanentemente sobre si son galgos o podencos y chapoteamos por doquier en viejas rencillas cainitas que son carísimas para el contribuyente. Persisten demasiados clichés y el debate suele centrarse en quién la tiene más larga democráticamente.

Así no vamos a ninguna parte y los mejores de los nuestros –esa élite intelectual, científica y tecnológicamente muy avanzada– buscan refugio en otras latitudes. Con gran éxito, por cierto. Demasiados vetos; excesiva mala leche. Mucho interés cortoplacista; mucho vuelo gallináceo. Los que gobiernan estiman que siempre van a estar en el machito; los que optan, olvidan que se les puede aplicar la misma tabla de multiplicar desde el momento mismo en que lleguen. Si es que llegan.

Cuando pasas unos días fuera de Madrid –cada vez más burgo podrido al decir azañista– y contemplas la realidad española en lontananza, te percatas de inmediato de que las cosas han evolucionado bastante poco en cuanto a la terrible tragedia que ocurrió hace más de ochenta años.

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