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Venezuela, principio del fin
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Graciano Palomo

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Venezuela, principio del fin

La demostración de fuerza del pueblo con su movilización masiva contra la nueva maniobra del dictador caribeño avanza que su caída está próxima

Foto: Manifestantes opositores se enfrentan a la Guardia Nacional Bolivariana en Caracas (Venezuela). (EFE)
Manifestantes opositores se enfrentan a la Guardia Nacional Bolivariana en Caracas (Venezuela). (EFE)

Lo mejor de las dictaduras es que desaparecen. Las más sangrientas y represivas, antes. Aunque no siempre. Pero terminan por ahogarse en su propia sangre.

Los acontecimientos de Venezuela, año tras año, día tras día, hora tras hora, sonrojan a todos aquellos que saben el significado de la palabra libertad. Suele suceder: a la falta de libertad va pareja la ausencia de pan. Es todo lo que el chavismo/madurismo ha podido ofrecer a su pueblo, que está resultando mucho más sufrido de lo que se podía prever.

El sátrapa caerá más pronto que tarde. Con oprobio y sin la más mínima dignidad. Con él se llevará a cuantos –fundamentalmente por precio– coadyuvarán a segar las vidas de muchos venezolanos y a robarles su derecho a la subsistencia. Estoy seguro de que cuando esa caída sea efectiva conoceremos las andanzas de algunos españoles que ahora están temblando.

Bastaría con que los grupos privilegiados del chavismo se hagan presentes en el palacio y le digan a su marioneta que la función ha terminado

Creo, sinceramente, que España, junto con el resto de la Unión Europea, no ha hecho lo que tenía que hacer por los valores que defiende. Demasiada prudencia, excesivo miedo. ¿Miedo a qué? A los grupos paramilitares armados protegidos por el régimen. Lo entiendo. Pero la demostración de fuerza del pueblo con su movilización masiva contra la nueva maniobra del dictador caribeño avanza que su caída está próxima. Bastaría con que los grupos privilegiados del chavismo se hagan presentes en el palacio presidencial y le digan a su marioneta que la función ha terminado.

Incluso sería aún más fácil. Bastaría que el presidente cubano Raúl Castro descolgara el teléfono y le dijera a su guiñol que hay que bajar el telón.

¡Quiero verlo!

Lo mejor de las dictaduras es que desaparecen. Las más sangrientas y represivas, antes. Aunque no siempre. Pero terminan por ahogarse en su propia sangre.

Nicolás Maduro Unión Europea