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El dilema

El dilema ante las negociaciones para formar Gobierno es complicado. Se trata de abrazar a su enemigo más próximo para jugar un partido cuyas reglas de juego estarán marcadas desde Bruselas

Foto: Los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (i), y de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)
Los líderes del PSOE, Pedro Sánchez (i), y de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE)

“En una República con mayúsculas nada puede justificar que la propiedad financiera de los medios de producción… sea un poder -necesariamente dictatorial- sobre la vida (de las personas). El sentido político de la República social no es otro que la destitución del imperio de la propiedad, el fin de su arbitrio sobre la existencia (de la gente)”.

Esta cita no es de principios del siglo pasado. Está entresacada de un artículo escrito hace un mes en 'Le Monde Diplomatique' por el sociólogo francés Frédéric Lordon titulado 'La República social', que se publicó, junto con otros, con el antetítulo “El fin de ciclo de la socialdemocracia”.

En España les llamamos antisistema o anticapitalistas, vienen envueltos en 'transversalidad' y combinan sin rubor la democracia participativa con las destituciones fulminantes. Nacieron con el impulso de un movimiento de protesta juvenil, se alimentaron al parecer con dinero venezolano gracias a un intento posmoderno y caribeño de exportar la revolución y fueron incubados al calor de los focos televisivos. Su propósito es alcanzar la hegemonía de la izquierda y recuperar lo que consideran su esencia, expresada con rotundidad en la cita del sociólogo francés. Su enemigo a batir, el Partido Socialista, les pide apoyo para formar Gobierno.

La socialdemocracia liberal tiene problemas. Quizá la razón última de su crisis la explique el profesor Tortella en El Confidencial: "Ha muerto de éxito"

La gran corriente de la izquierda europea es la encarnada por los partidos socialistas tradicionales, que otras fuerzas de izquierda denominan social-liberales. Sus líderes históricos, Blair, Schröder, Felipe González, encarnaron 'terceras vías' o aproximaciones pragmáticas, caracterizadas por la aceptación de la Economía de Mercado y sus principios liberales, aderezados por correcciones más tendentes a la igualdad de oportunidades que al igualitarismo social.

El socialismo francés en el poder y su contestado proyecto de reforma laboral son el ejemplo más actual de esta corriente de pensamiento. El objetivo es dar preponderancia a los acuerdos de empresa frente a los convenios nacionales, flexibilizar horarios, convertir las famosas 35 horas semanales en una referencia para el pago de complementos salariales y limitar indemnizaciones en caso de despido improcedente. Nada muy distinto de lo que hizo Schröder en su día en Alemania o más recientemente el Gobierno de Renzi en Italia. También el Gobierno de Zapatero en España llevó a cabo una reforma laboral en la misma dirección, ampliada y profundizada por la reforma del Gobierno Rajoy.

Es esta izquierda la que controla en coalición con la derecha la Comisión Europea y la que defiende el rigor presupuestario y la reducción del déficit como pilares básicos, aunque no únicos, de la recuperación de la economía europea.

No parece que a Podemos le pueda interesar la apuesta. A medio plazo, si quiere superar al Partido Socialista, le conviene marcar diferencias

Esta aproximación pragmática de la izquierda viene avalada por la evidencia empírica. Pocas veces las Ciencias Sociales cuentan con la oportunidad de llevar a cabo un experimento controlado a gran escala. La evolución de las dos Alemanias entre 1945 y 1989 o de las dos Coreas entre 1954 y la actualidad puso y pone de manifiesto la superioridad de la economía de mercado en términos de creación de riqueza y bienestar social.

Esta socialdemocracia liberal tiene problemas. En España ha obtenido los peores resultados electorales desde la restauración de la Democracia. Quizá la razón última de su crisis la explique el profesor Gabriel Tortella en una entrevista en El Confidencial: “Yo creo que la izquierda ha muerto de éxito en todo el mundo. La socialdemocracia ha vencido en toda línea. Todos los países modernos son socialdemócratas, aunque estén gobernados por partidos conservadores. Por lo tanto, todas aquellas reivindicaciones clásicas, muchas de ellas heroicas, del socialismo del siglo XIX, se han alcanzado”.

La superioridad empírica de la economía de mercado y la consecución de los objetivos históricos de la socialdemocracia han simplificado el debate político a dos grandes corrientes: un centro derecha que defiende menos impuestos, menos gasto y menos déficit, y un centro izquierda que prefiere más impuestos, más gasto si se puede y transige con la reducción del déficit. Pero estas diferencias se desvanecen ante la realidad de una España que gasta 50.000 millones de euros más de lo que ingresa, tiene que pedir prestados 400.000 millones de euros en 2016 para atender el déficit y los vencimientos de deuda y viene incumpliendo sistemáticamente sus compromisos de reducción del gasto con Bruselas.

Contra Rajoy se vive mejor, es intelectualmente más cómodo y demagógicamente más agradecido, pero el futuro socialista se juega por su izquierda

Todo este proceso difumina los rasgos socialdemócratas, cuyas élites, en búsqueda de una personalidad perdida, tienden a abrazar causas, como los nacionalismos, que les son por definición ajenas y difuminan aún más su perfil. La dureza de la crisis, cuya gravedad en España fue acrecentada por la incapacidad del Gobierno Zapatero de entender y gestionar la realidad en la que estábamos inmersos, ha sido un factor adicional en nuestro caso para propiciar el ascenso de una fuerza social de izquierdas, que ha disputado con éxito relativo el espacio electoral del Partido Socialista.

Para ambas fuerzas políticas, el dilema ante las negociaciones para formar Gobierno es complicado. Se trata de abrazar a su enemigo más próximo para jugar un partido cuyas reglas de juego estarán marcadas desde Bruselas. El famoso año de plazo que íbamos a pedir para flexibilizar la senda de reducción del déficit ya lo hemos gastado en un 2015 electoral. No parece que a Podemos le pueda interesar la apuesta. A medio plazo, si quiere superar al partido socialista, le conviene marcar diferencias. El Partido Socialista debería evitar convertirse en rehén de su enemigo íntimo y abordar sin complejos el debate ideológico a su izquierda. La socialdemocracia europea es una historia de éxito. Contra Rajoy se vive mejor, es intelectualmente más cómodo y demagógicamente más agradecido, pero el futuro socialista se juega por su izquierda, no por su derecha. Nuestro futuro como sociedad abierta y liberal también nos lo jugamos por la izquierda del PSOE. Sin propiedad no hay libertad y sin libertad no hay nada.

“En una República con mayúsculas nada puede justificar que la propiedad financiera de los medios de producción… sea un poder -necesariamente dictatorial- sobre la vida (de las personas). El sentido político de la República social no es otro que la destitución del imperio de la propiedad, el fin de su arbitrio sobre la existencia (de la gente)”.

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