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La proliferación de partidos y candidatos radicales en los países más desarrollados tiene su origen en la desafección de una parte de su población hacia el sistema político y económico vigente

Foto: El magnate y candidato presidencial estadounidense Donald Trump. (Reuters)
El magnate y candidato presidencial estadounidense Donald Trump. (Reuters)

La victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales austríacas del candidato de ultraderecha constituye un hito adicional en el proceso de deterioro de las opciones políticas tradicionales en Europa. Se generaliza el rechazo por lo existente y se buscan soluciones radicales. Alternativa por Alemania, el Frente Nacional en Francia, Partido por la Independencia del Reino Unido o el Partido por la Libertad en Holanda. Todos ellos tienen un marcado sesgo nacionalista, son contrarios a la inmigración y se decantan por una economía de mercado con acento proteccionista.

En otros países, el radicalismo de izquierda lidera la 'nueva política', encarna el rechazo a las opciones tradicionales y busca la hegemonía en su parte del espectro político. En países con movimientos nacionalistas centrífugos, son estos los que protagonizan el rechazo al 'statu quo' existente. En España, con nuestro punto adicional de originalidad, disfrutamos de alianzas entre nacionalistas e izquierda radical, o simplemente la izquierda radical se decanta por el independentismo.

Las elecciones presidenciales norteamericanas nos muestran que el rechazo a lo existente no es un fenómeno de la decadente Europa. El discurso del senador Sanders es mucho más izquierdista que lo acostumbrado para candidatos presidenciales demócratas y está obteniendo un sostenido apoyo que retrasa la nominación de Hillary Clinton, candidata mucho más cercana a las concepciones tradicionales de la política estadounidense. Por la derecha, Donald Trump ha desafiado al 'establishment' político y mediático, ha rechazado cualquier atisbo de corrección política y ha conseguido la nominación republicana a la Casa Blanca, tras derrotar a todos los candidatos de corte más tradicional que le han disputado las primarias.

Las elecciones presidenciales norteamericanas nos muestran que el rechazo a lo existente no es un fenómeno de la decadente Europa

Esta proliferación de partidos y candidatos radicales en los países más desarrollados del mundo tiene su origen en la desafección creciente de una parte de su población hacia el sistema político y económico vigente o al menos hacia los políticos y partidos que lo encarnan. Es la parte de población que ha perdido su empleo, que ha visto deteriorarse sus condiciones laborales a lo largo de los últimos años o que no es capaz de encontrar un puesto de trabajo acorde con su formación.

La globalización y la progresiva liberalización de flujos comerciales ha supuesto una clara disminución de la pobreza en el mundo, pero parte de esa mejora colectiva se debe a la pérdida de mercado de producciones poco competitivas ubicadas en el mundo desarrollado. El inmenso superávit comercial de China tiene su contrapartida en el deterioro de las balanzas comerciales de otros países, que sustituyen producción nacional por productos importados. Las empresas que producen bienes de menor valor añadido y que por lo tanto emplean personal de menor cualificación son las más afectadas.

El mundo digital en el que nos hemos adentrado tampoco ayuda en términos de empleo. Probablemente nunca se ha reproducido tanta música en el mundo como ahora, pero ya no se fabrican vinilos ni CD, ni aparatos reproductores. Basta con un teléfono y una 'app'. Podemos leer más periódicos o más libros -suposición bastante dudosa-, pero su descarga en ordenador o tableta supone menos empleos en la industria maderera, en la fabricación de papel o en la industria impresora. Los miles de empleos que la economía 2.0 iba a crear están por llegar.

Las ayudas a los bancos -en nuestro caso, a las cajas dominadas por políticos- con motivo de la crisis han supuesto una percibida y real asimetría en la atención de los poderes públicos entre las instituciones financieras y los ciudadanos agobiados por niveles de endeudamiento inasumibles.

El éxito de las opciones radicales o populistas reside en la inmediatez y visibilidad del teórico enemigo a batir y en la simplicidad de las medidas a adoptar

Las personas que pierden su empleo o ven deteriorarse sus condiciones laborales como consecuencia de la pérdida de competitividad de sus empresas, personas por lo general incapaces de acceder por falta de formación a los escasos empleos que la economía digital pone a su disposición, o las personas que han visto su ahorro o su patrimonio perdido en una hipoteca que no han podido atender son las que constituyen el soporte de todas aquellas opciones políticas que aparentan romper con un sistema que no es capaz de dar solución a sus problemas o proporcionarles un horizonte vital mínimamente esperanzador. Son el soporte de todos aquellos políticos que sean capaces de canalizar su frustración, su desafección del sistema, hacia un objetivo concreto, como la inmigración o 'la casta'.

El éxito de las opciones radicales o populistas reside en la inmediatez y visibilidad del teórico enemigo a batir y en la simplicidad de las medidas a adoptar. Si el problema es la inmigración, basta con prohibirla. La simplicidad que nos proponen aún no ha sido sometida al contraste de una realidad compleja. La economía no funciona a golpe de ideas más o menos brillantes. Si el problema es la pérdida de competitividad empresarial o la reducción de la demanda de determinados bienes o la necesidad de reducir el endeudamiento de familias, empresas y el Estado, la solución no está en prohibir la inmigración o en incrementar el gasto público. La solución debe buscarse en la transformación de las empresas e industrias afectadas, en la corrección de los desequilibrios macroeconómicos y, sobre todo, en el cambio de nuestro sistema educativo y de formación profesional, que permita preparar a nuestra ciudadanía para un cambio económico profundo.

No es fácil el debate cuando a la simplicidad de una idea se debe oponer una mezcla un tanto abstrusa de medidas empresariales, equilibrios, déficits y deuda pública, políticas de oferta y reformas sectoriales. La magia de la inmediatez es mucho más atractiva que la aridez del desafío al que nos enfrentamos. Por eso es necesario hacer pedagogía. Aun a costa del desgaste que pueda suponer. El silencio es el mejor aliado de quien propone soluciones sencillas, atractivas y falsas que pueden conducir a un deterioro social mayor que el que dicen pretender solucionar.

La victoria en la primera vuelta de las elecciones presidenciales austríacas del candidato de ultraderecha constituye un hito adicional en el proceso de deterioro de las opciones políticas tradicionales en Europa. Se generaliza el rechazo por lo existente y se buscan soluciones radicales. Alternativa por Alemania, el Frente Nacional en Francia, Partido por la Independencia del Reino Unido o el Partido por la Libertad en Holanda. Todos ellos tienen un marcado sesgo nacionalista, son contrarios a la inmigración y se decantan por una economía de mercado con acento proteccionista.

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