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Esteban Hernández

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Esta izquierda lamentable: de Solana a Vistalegre II

Hay quienes se preguntan por el ascenso de los populismos y de la ultraderecha en Occidente. Una buena respuesta la dan los partidos progresistas y sus dinámicas internas

Foto: Javier Solana quiere convertir la socialdemocracia en una máquina exportadora. (EFE)
Javier Solana quiere convertir la socialdemocracia en una máquina exportadora. (EFE)

Agenda Pública invitó esta semana a una de sus interesantes reuniones a Branko Milanovic, el economista serbio-americano que se hizo famoso con el gráfico del elefante, con el que demostraba que las clases medias de Occidente han sido las grandes perdedoras en el proceso de globalización. Milanovic, quien fue economista jefe en el Banco Mundial, ha publicado este año un famoso libro, 'Global Inequality', y es, después de Piketty, el experto en desigualdad más reconocido en el ámbito económico.

Milanovic estuvo escoltado en la comida por Javier Solana, quien, como cierre del debate, le expuso una sorprendente reflexión. Uno de los temas tratados fue el del futuro de la socialdemocracia en este escenario de desigualdad, y Solana quiso incidir en él. Comenzó explicando que había militado en esa ideología durante toda su vida y que era el momento de reconocer que tales ideas fueron producto de una época concreta y de un espacio territorial limitado, Europa. “Nunca logramos exportar esas ideas fuera de nuestro continente. Ni en Asia ni en Latinoamérica nos las compraron”. Por tanto, a la hora de pensar el futuro, resulta fundamental encontrar propuestas que puedan salir fuera de Europa, que sean exportables. Luego formuló su pregunta, pero no recuerdo cuál, porque tampoco tenía mucha importancia.

Confundir el socialismo con un vino

Al margen de la veracidad histórica de su afirmación, no deja de resultar curioso que Solana confunda las ideas de la socialdemocracia con un zapato, un vino o un programa informático, y anime a fabricar productos que se puedan vender en todo el mundo en lugar de encontrar unas cuantas ideas que sean útiles para nuestra sociedad, que puedan conectar con ella, que ayuden a resolver los problemas y que de paso saquen a los viejos socialdemócratas del declive casi irreparable en el que andan metidos. Claro que si la perspectiva de Solana es la que va a empujar al PSOE hacia nuevas cotas, mejor que aprovechen el dinero de la lotería que ha caído en Ferraz para ir cerrando la oficina.

Que los tiempos hayan cambiado no les parece relevante y siguen haciendo lo mismo. Ahora quieren que dirija el partido Susana Díaz, y eso ya lo dice todo

Estamos en un momento de urgencia histórica. La transición hacia nuevos modelos de capitalismo está en marcha, las estructuras sociales están transformándose en los países occidentales hacia modelos peores, y el peculiar resultado de todo esto han sido la victoria de Trump y de su gabinete de los ricos para los ricos, y la salida del Reino Unido de la UE. Visto desde fuera, parecería un instante favorable para la izquierda; la realidad es que está viviendo un gran repliegue en Europa con una enorme pérdida de relevancia social.

Un sustituto descolorido

Esta devaluación de sus ideas puede explicarse por diferentes motivos, pero hay dos que destacan por encima de los demás. El primero queda bien representado por Solana (y por el lapsus de Bono) y por su viraje hacia la derecha vestido de adaptación a los tiempos. Cuando solo existían dos partidos con posibilidades de gobernar, el deterioro de uno suponía el ascenso de otro, y eso permitía que los socialistas sobrevivieran sin demasiados problemas. Pero hoy no estamos en ese instante, y puestos a elegir entre la derecha de toda la vida y su reemplazo descolorido, los votantes conservadores han elegido a sus formaciones tradicionales. Por el lado de la izquierda, también los electores han abandonado a los socialdemócratas, ya que el camino abierto por la Tercera Vía ha supuesto una autopista hacia la irrelevancia. Los partidos populistas han venido a ocupar un espacio, el del descontento ligado a las dificultades económicas, que había quedado vacío por abdicación de la socialdemocracia tradicional. Que los tiempos hayan cambiado no les ha parecido relevante y han seguido haciendo lo mismo que antes, incluso con más ahínco. En España quieren que dirija el partido Susana Díaz, y eso ya lo dice todo.

Los dirigentes de Podemos han acertado en casi todo si de lo que se trataba era de deshacer el camino recorrido

El segundo motivo de esta pérdida de presencia social también queda bien representado en el caso español. Porque parecería obvio pensar que, una vez fragilizada la socialdemocracia tradicional, algún partido emergente ocuparía su lugar como alternativa política y social. Y así lo pareció durante un instante, hasta que los dirigentes de Podemos decidieron finiquitar la formación con tanta rapidez como la habían montado. Han acertado en casi todo, si de lo que se trataba era de deshacer el camino andado: han malentendido la sociedad a la que se dirigen, han permanecido en sus certezas en lugar de cuestionarlas cuando la realidad las desmentía y han seguido anclados en las creencias de la izquierda posmoderna, la de hace 15 años, como si tuvieran la receta para el presente. Y nuestro tiempo es otro, como demuestra el hecho de que los populismos de derechas estén imponiéndose en Occidente y borrando del mapa la alternativa de izquierdas.

La lealtad lo es todo

Sin embargo, el mayor problema ni siquiera viene desde ese lado, sino de la repetición de males típicos de esta época. Se le podría dar el nombre de posburocracia, pero en el fondo no es más que la esclerotización de las organizaciones, y lo de Podemos es un ejemplo notable. El partido lleva bastante tiempo anclado en cuestiones internas, hasta el punto de haber pervertido por completo sus dinámicas. Su producción, en los más distintos ámbitos, se ha dirigido a discutir temas irrelevantes para la gran mayoría de la gente que solo resultan importantes en términos de ganar la pelea entre líderes. Hay dos cabezas visibles claramente enfrentadas, y todo se instrumentaliza en función del beneficio que pueda arrojar en la confrontación interna. La lógica schmittiana amigo-enemigo se ha adueñado de Podemos, y cualquier discusión es percibida bajo estas lentes: los líderes no piensan que la lealtad sea importante, sino que lo es todo.

Tanto el PSOE como Podemos son partidos gravemente heridos que se sostienen en pie únicamente por la debilidad del otro

Lo más probable es que el resultado final de esta pelea sea el triunfo de Iglesias y la purga de los errejonistas (salvo Errejón y tres o cuatro más), pero lo cierto es que esto es ya irrelevante. Podemos ha perdido impulso, ha dejado de generar ilusión y ya no es un partido de mayorías: se contentará con ser una IU fuerte. En Ferraz, son conscientes de los problemas de sus adversarios, por lo que creen que tampoco es momento de grandes cambios; al fin y al cabo, en poco tiempo recuperarán el espacio perdido. Bastará con que pasen los meses y Podemos se debilite para que las cosas se normalicen. En Podemos, por su parte, piensan que el PSOE está agonizando, y que basta con darle un empujón para que implosione. Pero lo cierto es que ambos partidos están gravemente heridos y se sostienen en pie únicamente por la debilidad del otro.

Vistalegre II: qué saturación

En este escenario, no me interesa Vistalegre II, ni si la organización es horizontal o no, ni cuál es el sistema proporcional que van a utilizar, ni si van a votar los documentos en bloque o por separado y tantas otras cosas centrales en Arganzuela e irrelevantes para el resto del mundo. Tampoco me interesa si la gestora del PSOE entra o sale, si el congreso socialista será ahora o en 2020, ni ninguna de sus historias internas. Podrían hacer otra cosa, por ejemplo exponer sus ideas, sus programas, sus visiones para la sociedad, sus propuestas, qué tipo de economía ponen encima de la mesa, qué medidas propugnan, qué van a hacer en concreto en una sociedad financiarizada y cómo pretenden cambiar las cosas más allá de ocupando el poder. De Podemos, lo único que se sabe en ese sentido son cuestiones tácticas y que Iglesias quiere salir más en televisión con cara agresiva y Errejón prefiere el tono moderado y sonriente; del PSOE, no se sabe nada más allá de su apoyo al PP.

Mientras tanto, Le Pen, Beppe Grillo y tantos otros pueden terminar con la UE en breve; Trump ha mostrado ya su propósito bien definido de convertir este sistema en otra cosa; la ultraderecha crece en los países europeos; las élites están acelerando la transformación económica de nuestras sociedades hacia un escenario en el que la desigualdad va a aumentar; y además comienzan a pensar en serio que para que el sistema funcione bien, hace falta menos democracia. De modo que miras al frente y te encuentras con un futuro incierto, y cuando miras a los lados, ves a gente discutiendo sobre utilizar el sistema Borda o el Desborda o sobre si la socialdemocracia es o no exportable. Y luego preguntan que por qué crecen los partidos populistas de derechas.

Agenda Pública invitó esta semana a una de sus interesantes reuniones a Branko Milanovic, el economista serbio-americano que se hizo famoso con el gráfico del elefante, con el que demostraba que las clases medias de Occidente han sido las grandes perdedoras en el proceso de globalización. Milanovic, quien fue economista jefe en el Banco Mundial, ha publicado este año un famoso libro, 'Global Inequality', y es, después de Piketty, el experto en desigualdad más reconocido en el ámbito económico.

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