Es noticia
Va siendo hora de que hablemos de Pablo Iglesias y de la traición de Errejón, ¿no?
  1. España
  2. Postpolítica
Esteban Hernández

Postpolítica

Por

Va siendo hora de que hablemos de Pablo Iglesias y de la traición de Errejón, ¿no?

La tesis dominante entre los afines a Iglesias es que Errejón ha conspirado para quitarle el puesto. Pero harían mucho mejor en Podemos en preocuparse por cosas más graves

Foto: Podemos es como los patos: tranquilos en la superficie pero dando patadas incesantemente por debajo. (EFE)
Podemos es como los patos: tranquilos en la superficie pero dando patadas incesantemente por debajo. (EFE)

Ha habido muchas cosas innecesarias en esta deriva de Podemos. Pero hay otras que son necesarias a la manera en que las definía Spinoza, una consecuencia lógica del trayecto tomado y que, por tanto no pueden ser de otra manera. Tomemos el eterno debate interno en que están inmersos y su insistencia en la estructura, ese tipo de cosas que tanto aburren y saturan a quienes simpatizan con el partido pero que resultan esenciales para quienes forman parte de él. Si rebajamos el ruido, encontraremos que es el único terreno que tienen para golpearse sin hacer visible que las diferencias no tienen que ver con la pluralidad ni con la horizontalidad, sino con proyectos políticos distintos. Discutir sobre la organización es útil porque permite combatir ferozmente sin explicar que se están manejando ideas muy distintas sobre el futuro del partido.

Podemos es como esos matrimonios en los que pequeños hechos cotidianos desatan tormentosas discusiones, porque las cosas están ya tan enquistadas que cualquier cosa provoca que las desavenencias de fondo, esas que no se quieren reconocer, exploten. El asunto organizativo sale con tanta frecuencia porque no ha habido arrestos para hacer las cosas de manera adulta, reconocer que en Podemos hay proyectos políticos distintos, que por lo tanto Vistalegre II deberían ser unas primarias reales, en la que distintas opciones se enfrentasen, una ganase y otra perdiera.

Podemos una formación cohesionada a partir de sus enemigos. Primero fue la casta, más tarde el régimen del 78, después el PP y ahora Errejón

Esta guerra larvada tenía que estallar. Podemos es un partido fragmentado desde su fundación, construido gracias a una amalgama de fuerzas con ideas muy distintas (y a menudo opuestas) sobre cómo hacer política, qué propuestas deben priorizarse y a qué estratos sociales dirigirse.

Hasta la fecha se han manejado las tensiones internas porque había un elemento exterior que les daba cohesión. El tuit de Percival Manglano en el que señalaba a los refugiados como autores del atentado del mercado navideño en Alemania es buen ejemplo de cómo todo el partido responde a una cuando se trata de jugar a la contra: todas las corrientes salieron a afearle su comportamiento, no hubo una de ellas que se ahorrara una contestación hostil. Algo similar ocurrió con el triunfo de Trump, cuando todos ellos concedieron entrevistas o participaron en actos públicos para dar su versión sobre los populismos de derechas y el papel que las fuerzas de izquierda deberían jugar para frenarle.

Postergar el enfrentamiento

Esto es también Podemos: una formación cohesionada a partir de sus enemigos. Primero fue la casta, más tarde el régimen del 78, y después redujeron el punto de mira y lo centraron en el PP, en esa campaña electoral interminable que duró más de dos años. Pero mientras había un enemigo claro, y los populares lo eran, todo marchaba bien, porque había un referente común al que atacar. Cuando la campaña se cerró y los resultados no fueron los esperados, ese edificio frágil comenzó a resquebrajarse y les devolvió a su realidad: un partido hecho de posiciones ideológicas muy diversas que habían postergado el enfrentamiento.

Errejón no se ha plantado, ha puesto sus cartas encima de la mesa y ha concurrido como candidato a la secretaría general, lo que habría sido lo lógico

En Podemos hay varios proyectos políticos distintos, y dos de ellos están pugnando por hacerse con el poder, algo totalmente natural en política, y más aún cuando las elecciones han sido desfavorables (no hay más que ver la foto de la noche de las segundas elecciones generales para saber cuándo las cosas empezaron a torcerse). Pero, a la hora de poner de manifiesto esas diferencias y salir a competir cara a cara, han hecho algo muy significativo, bastante infantil y poco productivo. Errejón no se ha plantado, ha puesto sus cartas encima de la mesa y ha concurrido como candidato a la secretaría general, lo que habría sido lo lógico. Hay quienes dicen que lo ha hecho por responsabilidad, para no evidenciar las grandes diferencias en el partido y respetar el liderazgo de Pablo Iglesias, y quienes señalan que, como sabía que iba a perder, ha preferido quedarse en segundo plano y tratar de ganar espacio peleando en otros frentes para asegurarse cierta cuota de poder, y por eso la campaña por la pluralidad. Pero es una mala estrategia, como estamos viendo, porque la animadversión no ha cedido, sino que se ha multiplicado: si pierdes purgarán a los tuyos igual y si ganas será una victoria menor.

Errejón es un traidor que está jugando sucio (filtraciones, alianzas con quienes quieren desactivar a Podemos) y que hace el juego a las élites

Lo de Iglesias ha sido más significativo, porque en un instante en que su liderazgo comenzaba a ser cuestionado, ha hecho lo de siempre: buscar un enemigo con el que cohesionar a los suyos. Como ya contamos, la estrategia más eficaz era la de ponerse a la cabeza de los antierrejonistas dentro del partido, que son muchos, y eso ha hecho, aunque de la peor manera posible.

Entre lo naíf y lo ridículo

La tesis que se ha difundido es la siguiente: el establishment viene a por Pablo Iglesias, alguien que no se deja domesticar, y ha encontrado un aliado en Íñigo Errejón. La restauración del viejo orden pasa por quebrar al partido y sustituir al actual líder por otro más afín a los postulados de las élites. Errejón, a quien ya se acusaba de conspirar internamente para acabar con Pablo (operación 'Jaque Pastor'), al ver la partida interna perdida, ha buscado el apoyo de los medios de comunicación afines al establishment para que le ayuden en sus aspiraciones. En definitiva, Errejón sería un traidor que estaría jugando sucio (filtraciones, campañas públicas, alianzas con quienes quieren desactivar a Podemos), y que estaría haciendo el juego a las élites. Esa es la tesis que llevan meses contando los pablistas, que Monereo ha explicitado, a la que se han adherido los sectores que defienden a Iglesias, y que Irene Montero da a entender, entre lo naíf y lo ridículo, cuando afirma que “Podemos debe seguir siendo una fábrica de amor que haga frente al plan restaurador de las élites”.

Esto es política, y es habitual que alguien quiera ocupar el lugar dominante si cree que el líder no lo está haciendo correctamente. ¿Cuál es el problema?

Quizá sea hora de que sus dirigentes vayan madurando. En un partido democrático, cuando hay posiciones distintas, se enfrentan entre ellas, se hacen primarias, el que gane lo dirige y el que pierde se aguanta. Construir un relato de traición porque alguien quiere ser secretario general en tu lugar conlleva cierto grado de patología. Esto es política, y es habitual que alguien quiera ocupar el lugar dominante si cree que el líder no lo está haciendo correctamente. ¿Cuál es el problema?

Tampoco es tan difícil

Lo que es absurdo es caer en infantilidades: uno porque no quiere enfrentarse públicamente, el otro porque necesita construir un enemigo para garantizar su legitimidad. El asunto es mucho más fácil: hay dos proyectos, se exponen, se explica qué tipo de sociedad promueven, cuáles son sus propuestas, qué medidas tomarían para cambiar España, y cómo conseguirían sus objetivos, de modo que al tiempo que compiten internamente lograrían generar interés social sobre sus debates y movilizar a futuros electores. Pero justo de eso no sabemos nada. Lo único que nos ha llegado son propuestas incomprensibles para el común de los ciudadanos acerca de cambios en la estructura de Podemos, y que Prisa quiere colocar a Errejón al frente y este se deja.

De todo este declive hay un máximo responsable, el secretario general, la persona que más poder tiene

Sobre lo que harían sólo se nos ha trasladado un apunte respecto de la posición táctica. En Podemos se cree que la manera de ser socialmente relevante es construir una identidad para sus votantes, y de los tres pilares disponibles, religión, clase y patria, Iglesias apuesta por la clase, reducida esta a los estereotipos de la clase obrera tal y como la veían desde la izquierda: herederos de los perdedores de la guerra civil, ninis, y gente que está en situación de urgencia social. Errejón apuesta por la identidad patriótica, (la entrevista de 'La Marea' es espléndida en este sentido), en un país en el que esto resulta especialmente complicado.

Un partido fuerte de izquierdas es necesario en España y en Europa, y Podemos podría ser ese partido, pero no lo es ahora

De modo que, descrita la traición de Errejón, va siendo hora de que hablemos de Pablo, ¿no? De todo este declive, hay un máximo responsable, el secretario general, la persona que más poder tiene en el partido, la que encabezó el partido en unas elecciones que les dejaron terceros (y eso después de sumar confluencias diversas, y cuando vieron que no era suficiente a IU, y tampoco), la que les ha llevado a convertirse en una formación irrelevante en la investidura, el que dejó escapar la ocasión de dar la puntilla al PSOE, el que se ha dedicado a construir enemigos como forma de asentar su poder y el que está dirigiendo este proceso de un modo un tanto paranoico. Puede argumentarse que es el mejor líder que la formación tiene, y en ese sentido nada que objetar al respecto si sus afiliados lo eligen, pero nunca pagando el precio de ignorar lo evidente, que se ha equivocado varias veces y lo sigue haciendo.

Qué hacer tras Vistalegre II

Entendamos algo: un partido de izquierdas es necesario en España y en Europa, y Podemos podría ser ese partido, pero no lo es ahora. Lo que estamos presenciando no es más que el declive continuado de una formación, y es hora de darse cuenta, en especial si se es de izquierdas, que este camino está agotándose y lleva a la irrelevancia. Podemos es hoy como los patos, que encima de la superficie aparentan tranquilidad mientras por debajo no cesan de dar patadas para mantenerse a flote. Hay mucha gente que es consciente de esto, y que insiste a sus líderes para que esta estupidez cese, pero creo que ya es tarde. No hay que corregir el rumbo de esta izquierda, sino de tener claro que aquella posición que se ocupó no hace tanto tiempo, la de gran alternativa política, no es la que ocupa hoy. Podemos va camino de convertirse en una opción de minorías, de modo que quizá no sea el momento de planificar qué va a pasar en Vistalegre II, sino de pensar qué va a ocurrir después con la izquierda.

Ha habido muchas cosas innecesarias en esta deriva de Podemos. Pero hay otras que son necesarias a la manera en que las definía Spinoza, una consecuencia lógica del trayecto tomado y que, por tanto no pueden ser de otra manera. Tomemos el eterno debate interno en que están inmersos y su insistencia en la estructura, ese tipo de cosas que tanto aburren y saturan a quienes simpatizan con el partido pero que resultan esenciales para quienes forman parte de él. Si rebajamos el ruido, encontraremos que es el único terreno que tienen para golpearse sin hacer visible que las diferencias no tienen que ver con la pluralidad ni con la horizontalidad, sino con proyectos políticos distintos. Discutir sobre la organización es útil porque permite combatir ferozmente sin explicar que se están manejando ideas muy distintas sobre el futuro del partido.

Vistalegre II Izquierda Unida Irene Montero