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La operación Rivera se repite (en un momento de gran urgencia)
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Esteban Hernández

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La operación Rivera se repite (en un momento de gran urgencia)

El candidato que se dibuja como el principal oponente de Le Pen en las presidenciales francesas, Macron, parece un valor seguro. Pero quizá no pueda frenar al Frente Nacional

Foto: Macron, con su equipo, durante una rueda de prensa ayer en París. (EFE)
Macron, con su equipo, durante una rueda de prensa ayer en París. (EFE)

Quizá en España no seamos del todo conscientes de que el futuro de la Unión Europea se estará jugando en las próximas elecciones francesas, pero en el país vecino lo tienen muy claro. Es difícil entender de otro modo los ataques a François Fillon y los problemas judiciales del político en plena precampaña a raíz del empleo ficticio de su esposa, justo cuando parecía que iba a convertirse en el candidato que disputaría a Le Pen la presidencia de la república.

En realidad, Fillon era (y sigue siendo, porque afirma que seguirá hasta el final) un candidato poco adecuado para plantar cara a la arrebatadora ola populista de derechas, que tiene en Francia a uno de sus más firmes pilares. Su posicionamiento liberal a ultranza le convierte en un rival desalentador si de lo que se trata es de derrotar a una opción política cuyos mayores apoyos vienen de las clases trabajadoras y de las clases medias.

Creen que con alentar el miedo a que Le Pen tome el poder y a que la UE se rompa, y plantar enfrente a un candidato que no asuste, todo parece resuelto

Emmanuel Macron, que es el líder preferido hoy por buena parte de las élites francesas, posee un perfil en apariencia más útil para presentarse en la segunda vuelta con grandes posibilidades de ganar. Dado el sistema electoral galo, es preciso un candidato que sea capaz de aglutinar el voto de rechazo a Le Pen mucho más que un político que enamore. Macron parece cumplir esos requisitos: creó un movimiento que se hizo popular (En Marcha), no está demasiado a la derecha ni demasiado a la izquierda, se le vende como una persona que no está contaminada por el establishment, apuesta por un discurso reformista y puede generar consensos. Fillon es demasiado liberal, y puede provocar que la izquierda se abstenga o vote a Le Pen, y Hamon es socialdemócrata girado hacia la izquierda, con lo que los electores de derechas también podrían dejar de ir al colegio electoral o pensar que Marine es la mejor opción.

Lo decisivo

Esto ya ocurrió antes en España, donde un líder como Rivera que decía ser centrista, en cuyo programa estaban presentes reformas en el sistema político, y que en lo económico era claramente sistémico, emergió como una esperanza para combatir al populismo en el terreno de lo nuevo. En Francia se ha acogido algo similar, creyendo que con alentar el miedo a que el Frente Nacional tome el poder y a que la UE se rompa, y plantar enfrente a un candidato que no asuste o repela a nadie, todo parece resuelto. No lo está.

Francia fue un país floreciente. Hoy muchas regiones se han desertizado, y allí no quedan comercios, escuelas, oficinas de correos o trenes

Macron presentó su programa económico, lo decisivo hoy, y no ha habido sorpresas: es una propuesta continuista, que sigue al pie de la letra lo trazado por Bruselas y que apuesta por cumplir lo previsto en cuanto a déficit público, recortes y reformas. Y esto es un gran problema. Hablamos de un país antaño floreciente, cuya industria apenas representa hoy el 10% del PIB. El mismo temor y repudio a las deslocalizaciones que ha llevado a Trump al poder está de continuo presente entre los trabajadores galos. Como contaba Rafael Poch en una crónica de La Vanguardia sobre el revuelo que se organizó en los premios César de este año, con ocasión de la entrega del galardón al mejor documental a ‘Merci patron’, de François Ruffin, un crudo relato de las empresas que se llevan sus fábricas fuera de Francia, la situación en el país galo es crítica. 900 plantas han cerrado desde que los socialistas llegaron al poder, en una nación que importa el 60% de sus productos industriales, la mayor parte de los empleos llegan desde el sector servicios, donde los sueldos son un 20% más bajos, y muchas regiones se han desertizado, y allí no quedan ni comercios, ni escuelas, ni oficina de correos ni trenes. Al mismo tiempo, los dividendos pagados a los accionistas se han multiplicado por cinco.


La única opción

Las semejanzas entre Estados Unidos y Francia, en ese terreno, son muchas, en cuanto al descontento generado, la canalización de ese malestar hacia el populismo de derechas, y la percepción por buena parte de sus nacionales de que la única opción de que Francia puede volver a ser importante, de que los trabajos puedan regresar y de que alguien se preocupe por ellos es Marine Le Pen.

Si se observa de cerca el caso francés, no hay demasiadas diferencias con el británico en el Brexit o con el estadounidense con Trump

En ese contexto, seguir haciendo la misma política económica es un grave error, supeditado a los intereses alemanes, esos que pueden acabar con la UE por la vía rápida. Y no es un problema aislado. En España ocurre algo muy similar: no tenemos industria, la agricultura y la ganadería y sólo nos queda el turismo y la construcción para generar algo de valor. Mal asunto. Hasta ahora las grandes zonas despobladas del interior, esas que conforman la España vacía, han votado a los partidos de siempre (al PP o al PSOE, según quien haya detentado el poder durante años en su CCAA). En Francia no es así, y esos lugares son un claro apoyo para el voto lepenista, como se demostró con el gran rechazo de los ganaderos y agricultores a Fillon. Quizá en nuestro país tampoco tarde mucho en variar su voto, quién sabe.

No puede pasar

En todo caso, la rabia contra el establishment es grande. Y si se observa el caso francés, no hay demasiadas diferencias con el británico en el Brexit o con el estadounidense: muchas partes de la población se hallan en un claro descenso material, hay una política económica que tiende a dejarles cada vez menos opciones vitales y ha aparecido un liderazgo fuerte que promete recuperar grandezas perdidas y hacerse cargo de sus nacionales. Además, el Frente Nacional, como Trump, ha identificado un enemigo reconocible por arriba (las élites, representadas por Bruselas o por Washington) y otro por abajo, los inmigrantes.


Es una fórmula que ha funcionado recientemente. Se dice que Francia es otra cosa y que allí no puede pasar. Quizá no. Pero tampoco iba a salir el Reino Unido de la UE y tampoco iba a ganar Trump. Y al final sí. De modo que, si creen que basta con colocar a un nuevo Rivera al frente para que todo vaya sobre ruedas, pueden llevarse una buena sorpresa. El problema de fondo no es de liderazgo, es material: si se cambian las cosas para ayudar a la gente que está perdiendo mucho en estos cambios es bastante más fácil neutralizar la amenaza del populismo de derechas que si se sigue haciendo lo mismo. Hillary Clinton pensaba que no, que con apelar al miedo, a los votantes afroamericanos y las mujeres todo estaba resuelto. Y así estamos.

Quizá en España no seamos del todo conscientes de que el futuro de la Unión Europea se estará jugando en las próximas elecciones francesas, pero en el país vecino lo tienen muy claro. Es difícil entender de otro modo los ataques a François Fillon y los problemas judiciales del político en plena precampaña a raíz del empleo ficticio de su esposa, justo cuando parecía que iba a convertirse en el candidato que disputaría a Le Pen la presidencia de la república.

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