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Ricos pijos y 'enfants terribles'. Por qué sobran Susana y Pablo Iglesias
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Esteban Hernández

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Ricos pijos y 'enfants terribles'. Por qué sobran Susana y Pablo Iglesias

Las peleas culturales y teñidas de espectáculo de la izquierda no son más que la constatación de que han renunciado a pelear en el terreno en el que un día triunfaron: en el económico

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, durante el acto político donde se lanzó oficialmente a la carrera por liderar el PSOE. (Reuters)
La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, durante el acto político donde se lanzó oficialmente a la carrera por liderar el PSOE. (Reuters)

Mañana Trump hará lo de siempre. Publicará un tuit. Como ayer, como hace una semana. O quizá no sea mañana y tarde un par de días. Pero sabemos los efectos: la prensa estadounidense le criticará de un modo feroz, los activistas en las redes seguirán golpeándole dialécticamente, y toda esa sucesión de acontecimientos que tan familiar nos resulta. Pero hasta ahora a Trump le ha funcionado. Su campaña fue un cúmulo de meteduras de pata, declaraciones inconvenientes, ataques con nombres y apellidos, y excesos de toda clase. Y ganó. Y sigue ganando con estas batallitas.

En cierto sentido, ocurre lo mismo en España. Tenemos polémicas por el decoro en el Congreso, y las redes repletas de referencias a Carrero Blanco, y todo ese tipo de asuntos culturales en los que la derecha (liberal y neoliberal) sale siempre ganando. No hay batalla cultural en que la izquierda pueda obtener un triunfo real, entre otras cosas porque está peleando en el terreno de juego equivocado.

Toda articulación del orden en nuestro tiempo se basa en el dinero y en el sistema monetario. Y la izquierda no acaba de entenderlo

Estos días ha estado por España la economista Ann Pettifor, directora de Prime (Policy Reasearch in Macroecnomics) y 'research fellow' de la City University de Londres, para presentar su libro 'La producción del dinero'. En él se incluye este pasaje, muy pertinente, al hilo de la crisis económica, pero que tiene efectos muy similares hoy: “Muchos situados a la izquierda del espectro político estaban igual de atónitos. Como la mayoría de los economistas, la izquierda parecía no entender ni jota del sector financiero. En cambio, la atención se centraba en la economía del mundo real: la fiscalidad, los mercados, el comercio internacional, el FMI y el Banco Mundial, las políticas de empleo, el medio ambiente, el sector público. Muy pocos habían prestado atención a las vastas, crecientes e intangibles actividades del sector financiero privado desregulado. Como resultado, muy pocos de la izquierda (en general, aunque con claras excepciones) y, en este sentido también de la derecha, fueron capaces de realizar un análisis sólido de las causas de la crisis y, por tanto, de las políticas necesarias para recuperar el control de ese importante bien público que es el sistema monetario”.

La izquierda no entiende de dinero

Efectivamente, toda articulación del orden en nuestro tiempo se basa en el dinero y en el sistema monetario. La izquierda no acaba de entenderlo, y mucho menos de tejer una alternativa o una oposición en ese plano que pueda generar cambios reales. A nuestros jóvenes de izquierda lo que les gusta hacer es de 'enfants terribles', y les encantan las pancartas en el Congreso, las polémicas en las redes y todo lo que tenga que ver con la visibilidad. Y la reacción de la derecha en ese plano es darles más de lo mismo. ¿Queréis espectáculo? Pues nosotros sabemos hacerlo mejor. El PP, por ejemplo, mezcla incorrección con portavoces como Hernando, apelaciones a la moderación de la mano de Rajoy y toda la amplificación que les es posible, a través de los medios afines, de las acciones podemitas de las que pueden sacar partido. Y Trump lo hace aún de un modo más pragmático: es más espectacular e incorrecto que nadie.

Cuando uno ve a Susana rodeada de Felipe y de Zapatero, sabe que el destino final del PSOE es convertirse en una versión laica del PP

Una de las razones de la victoria de Trump es que sus exabruptos calan en un terreno proclive a escucharlos. Y no se trata de gente resentida y atrasada de la derecha más reaccionaria, como suele argumentarse, sino una parte de la población estadounidense de clase obrera y de clase media empobrecida que piensa que los liberales de su país, nuestros socialdemócratas, no son más que un montón de gente rica que quiere ir de guay, y que apoya todo aquello que a ellos les está dañando. Cuando Trump los ataca, unos piensan que menos mal que alguien se atreve a decirlo, y otros que las formas no son las correctas pero que en el fondo tiene razón. Y lo malo es que la tiene.

El PSOE, una formación prescindible

Toda esa parte de los demócratas que apostó por Hillary en lugar de por Sanders posee una mentalidad que encaja perfectamente en la descripción de burgués cosmopolita, de gente con dinero cuyas preocupaciones son las de los ricos, que los de Trump o Le Pen han repetido y repiten en sus campañas. Y eso es también el PSOE de Susana, una formación prescindible (por redundante, ya hace lo mismo la derecha). Cuando uno ve a Susana rodeada de Felipe y de Zapatero, cuando ve a la mayoría de los asesores de los que se ha rodeado, sabe que el destino final del PSOE es convertirse en una versión laica del PP: mismas ideas económicas, misma gestión del dinero, misma política de empleo, misma política de austeridad y posiciones culturales diferentes. El socialismo de Susana Díaz no puede ser la izquierda, porque está contra la izquierda.

Los mensajes de Trump calaron en la clase media empobrecida que piensa que los liberales son un montón de gente rica que quiere ir de guay

Francia es un buen ejemplo de adónde llevan estas dinámicas. Que Le Pen esté compitiendo de verdad por el Elíseo, con la izquierda borrada del mapa, solo es posible porque ha apostado por un programa en el que defiende a aquellos que los socialdemócratas de consejo de administración y los 'enfants terribles' han abandonado. Todas estas peleas culturales y/o teñidas de espectáculo no son más que la constatación de que han renunciado a pelear en el terreno en el que la izquierda de verdad había tenido un papel, en el económico. Y eso, hoy, implica en primer lugar operar en el terreno del dinero y de la política monetaria. Y ahí, en el terreno de la verdad, ninguna noticia.

A este argumento bien puede objetarse que buena parte de las propuestas de los socialistas y de Podemos en asuntos como la libertad de expresión o los asuntos de género son necesarias hoy, y quizá más que nunca. Nada que oponer a ese razonamiento. Pero eso, sin lo otro, es condenarse a la irrelevancia. De modo que ahí andamos, entre los ricos progres y entre los 'enfants terribles'. ¿Cómo no iban a ganar Trump o el Brexit? ¿Cómo no iba a ganar el PP las elecciones? ¿Cómo no se va a convertir Le Pen en la gran defensora de los olvidados?

Mañana Trump hará lo de siempre. Publicará un tuit. Como ayer, como hace una semana. O quizá no sea mañana y tarde un par de días. Pero sabemos los efectos: la prensa estadounidense le criticará de un modo feroz, los activistas en las redes seguirán golpeándole dialécticamente, y toda esa sucesión de acontecimientos que tan familiar nos resulta. Pero hasta ahora a Trump le ha funcionado. Su campaña fue un cúmulo de meteduras de pata, declaraciones inconvenientes, ataques con nombres y apellidos, y excesos de toda clase. Y ganó. Y sigue ganando con estas batallitas.

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