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La perturbadora alianza entre el PP y Podemos
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Esteban Hernández

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La perturbadora alianza entre el PP y Podemos

Parece que nos espera "un largo pasado por delante" en el decidido regreso de PSOE y Podemos a los tiempos de la preinvestidura. En ese juego, los populares llevan ventaja

Foto: Rafael Hernando y Mariano Rajoy, durante la moción de censura. (EFE)
Rafael Hernando y Mariano Rajoy, durante la moción de censura. (EFE)

Todo se había desarrollado por un camino más o menos previsible. Iglesias pensó que era buena idea acaparar el 'prime time' con sus intervenciones, algo que le aseguraba plantear una moción de censura, y el PP estaba más o menos satisfecho con la idea. Sabía que, por las experiencias anteriores, a Mariano le bastaría con un par de capotazos, un par de cifras y algo de socarronería para quedar en buen lugar y, sobre todo, para convertir el trámite parlamentario en una recusación de Podemos. La intervención de Irene Montero, a pesar de su fibra y su nervio, era muy previsible en cuanto al fondo del asunto, lo que permitía tener escrito el discurso de respuesta. Iglesias, que quiso ser didáctico y moderado, camino del perfil presidenciable, tampoco le puso en apuros, de modo que Rajoy hizo una faena de aliño descalificándole por inexperto y por vivir fuera de la realidad, y encendió a ratos la llama del miedo a que Podemos gobierne. Mariano es mucho mejor parlamentario de lo que se le suele reconocer, y estuvo bastante bien en ese papel.

Los dos partidos estaban satisfechos con el transcurso de la moción, porque estaban contentando a los suyos, pero luego salió Hernando: comenzó a sentirse cómodo, se le fueron iluminando los ojos, sintió cómo le subía la adrenalina y acabó repartiendo a base de bien. Y todo lo que había ganado el PP se esfumó de pronto. Y no solo por la afirmación machista, que ese tipo de polémicas funcionan bien en Twitter pero no tienen tanta repercusión social, sino por el tono continuamente embarrado de la intervención. Tras Hernando, Podemos cobró nueva vida.

La esquizofrenia interesada

Este punto esquizofrénico de echar a menudo un cable al rival no es exclusivo del PP, sino una constante de la política española. Cuando Podemos irrumpió sorpresivamente en el escenario político, los populares, instigados por Arriola y la soberbia, optaron por despreciarlos tachándoles de 'frikis'. El resultado fue un ascenso notabilísimo en la popularidad de los de Iglesias. Cuando estos andaban en la parte buena de la ola, el PP les combatió insultándoles, metiendo miedo y hablando de Venezuela e Irán, y Podemos subió aún más.

Cuando Podemos estaba ya en situación de bajada electoral, el Partido Popular decidió rescatar a los morados y darles alas

Pero cuando los de Iglesias ya lideraban las encuestas y tenían todo en la mano para consagrarse, decidieron que era el momento de frenar e ir soltando todo lo ganado. Llegaron la mala gestión de los pequeños escándalos, como el de Monedero, la confianza ciega en sus capacidades y los primeros patinazos. Después abrieron la puerta a Ciudadanos, que pudo recoger su discurso sobre corrupción y regeneración, dirigirlo hacia otro lado del espectro político y restarles parte de los votos del descontento. Ellos, que hablan tanto de innovación, deberían ser conscientes de que la esencia de esta no reside en la idea, sino en la estructura que la protege. En otro caso, puede ser fácilmente copiada, que fue lo que ocurrió. Desde entonces, los de Podemos no tragan a los de Rivera, pero la culpa fue suya.

El PSOE salía perdiendo

Entonces, y cuando Podemos estaba ya en una situación de bajada, el PP decidió rescatar a los morados. Les dedicaba sus diatribas, les empujaba hacia arriba con actitudes como las de Hernando, recurría al lápiz más grueso para trazar sus argumentos y les ponía en el centro de su discurso, lo que reforzaba mucho a los atacados. El que salía perdiendo aquí era el PSOE, que se veía ninguneado por una parte y por otra. La campaña electoral en las (distintas) elecciones generales fue exactamente esta: los populares advirtiendo de los enormes peligros de un Gobierno del que formara parte Podemos, y asegurando que el sorpaso era seguro cuando IU decidió sumarse, y unos dirigentes morados tan pagados de sí mismos que se creyeron por completo el cuento que les puso enfrente el PP. Pensaron de verdad que los socialistas eran un partido sobrepasado y se pusieron el lazo en el cuello.

La fórmula es fácil de entender: cuanto más Podemos, mejor para el PP; cuanto más PP, mejor para Podemos. Ya lo dijo, a su manera, Mariano

Al PP le convenía tener un enemigo sólido enfrente y, la verdad, a la hora de meter miedo era más práctico Iglesias que Sánchez. La fórmula es fácil de entender: cuanto más Podemos, mejor para el PP; cuanto más PP, mejor para Podemos. Esto es lo que en realidad quería decir Mariano cuando dijo "cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo beneficio político”. Lo expresó a su manera, pero es esto. Los dos juegan a lo mismo y a los dos les funciona. O eso creen, y por eso siguen en ello.

Un error evidente

Desde luego, al PP le vino estupendamente este marco, porque gracias a él pudo ganar las elecciones, recabar apoyos para ser investido y torcer el brazo al PSOE de paso. A Podemos le fue genial con este rollo, porque le hizo subir como la espuma, y le mantuvo cuando empezó a flojear. Pero llegó un instante en que tanto ataque comenzó a dañarles en lugar de beneficiarles, y los de Iglesias no quisieron darse cuenta. El momento crítico de este cambio ocurrió con las segundas elecciones generales: nuestros jóvenes líderes se creyeron lo que el PP y las encuestas decían, y dieron por sentado que iban a ser los líderes de la oposición por encima del cadáver del PSOE. La magnitud de la decepción queda bien expresada en la foto de aquella noche en la sede de Podemos: no había más que ver las caras, en las que unos se reprochaban a otros el fracaso. Errejón y los suyos pagaron la factura, pero todo fue producto de un error evidente: estaban tan seguros de sí mismos que no valoraron la posibilidad de que su fantástica fórmula no triunfase.

Con la moción de censura, Podemos regresó a la estrategia que les hizo fracasar en las generales: centrar la crítica en la corrupción del PP

Tras la investidura, y después de que la esquizofrenia socialista provocase un espectáculo inenarrable al que no hubiera sobrevivido ningún otro partido, Podemos decidió echar una mano a los socialistas y hacer lo mismo, entrando en una espiral de enfrentamientos internos, de lucha por los puestos disponibles y de utilización de la retórica de Arganzuela que acabó hastiando a sus militantes y a la mayor parte de su posible electorado.

Lo mismo de siempre

Para recuperarse del golpe, el PSOE organizó unas elecciones en las que ganó el 'outsider' y Podemos un congreso en el que purgó a los errejonistas. Ya con el nuevo núcleo al frente (Iglesias, Montero, Juanma del Olmo, Mayoral y Espinar), se les ocurrió lo del tramabús y lo de la moción de censura. Es decir, volvieron a la misma táctica que les había hecho fracasar: centrar las críticas en el PP y en la corrupción. No han variado en su idea central, aunque le puedan otorgar distintas velocidades. La idea es ser visualizados como los mayores enemigos del PP y, por tanto, como el verdadero partido de la oposición.

Podemos y PSOE saben que se van a necesitar el uno al otro: lo que está en juego es quién va a dominar el escenario

A ese juego se presta el PP fervorosamente, porque hasta ahora ha sido el gran beneficiado. Todo apunta a que tenemos un largo pasado por delante, y más ahora que volvemos a la fase preinvestidura, con unos y otros regresando a las alianzas tácticas y con el PP insistiendo nuevamente en que el Gobierno del PSOE con Podemos sería catastrófico para España. Esta cosa de Hernando de excitar a las masas de Podemos con su actitud altanera y despectiva sirve a estos propósitos.

Las mismas imposibilidades

Para Podemos y PSOE, las dificultades serán las mismas, y las imposibilidades también: el reparto de fuerzas no ha variado. Es difícilmente comprensible un Gobierno tripartito con Podemos y C's, como lo es que el PSOE, justo cuando Podemos ha tirado los tejos a ERC para hacer frente común en Cataluña, se alíe con los morados y los independentistas para sacar a Rajoy del Gobierno. Lo que está en juego, como antes, y como ocurrirá hasta que uno de los dos se imponga al otro, es cuál de ellos será el líder al que tengan que subordinarse los votos ajenos. Aunque en política nunca se sabe, es complicado imaginar un resultado electoral en el que algún partido sume mayoría absoluta, por lo que ambos saben que van a necesitar al otro: lo que está en juego es quién dominará el escenario.

Habrá quien piense que, en este regreso a la fase preinvestidura, aquella frase de Marx de “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa” puede ser aplicable a esta situación. Qué va, aquello fue una farsa y esto otra. Porque, en el fondo, toda esta competencia por sacar al PP del Gobierno cuando los números no cuadran oculta la lucha de poder entre el PSOE y Podemos. Y lo que es peor, una incapacidad evidente de la izquierda para tejer una alternativa de izquierda. En el mejor de los casos, lo único que conseguirían de este modo es llegar a un nuevo Portugal, donde esta alianza aplicaría las recetas de Bruselas y de Merkel para España. Y haciendo eso, todo cambio sería cosmético.

Todo se había desarrollado por un camino más o menos previsible. Iglesias pensó que era buena idea acaparar el 'prime time' con sus intervenciones, algo que le aseguraba plantear una moción de censura, y el PP estaba más o menos satisfecho con la idea. Sabía que, por las experiencias anteriores, a Mariano le bastaría con un par de capotazos, un par de cifras y algo de socarronería para quedar en buen lugar y, sobre todo, para convertir el trámite parlamentario en una recusación de Podemos. La intervención de Irene Montero, a pesar de su fibra y su nervio, era muy previsible en cuanto al fondo del asunto, lo que permitía tener escrito el discurso de respuesta. Iglesias, que quiso ser didáctico y moderado, camino del perfil presidenciable, tampoco le puso en apuros, de modo que Rajoy hizo una faena de aliño descalificándole por inexperto y por vivir fuera de la realidad, y encendió a ratos la llama del miedo a que Podemos gobierne. Mariano es mucho mejor parlamentario de lo que se le suele reconocer, y estuvo bastante bien en ese papel.

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