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¿Qué hacemos con los nuestros? El gran dilema de la izquierda
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Esteban Hernández

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¿Qué hacemos con los nuestros? El gran dilema de la izquierda

El reciente informe hecho público por IU realiza algunas reflexiones interesantes. Pero para contestarlas hay que visitar Lavapiés y entender qué significa su gentrificación

Foto: Manifestación en Lavapiés de Podemos. (EFE)
Manifestación en Lavapiés de Podemos. (EFE)

El informe político de IU, que acaba de hacerse público, es bastante más interesante, en cuanto a las cosas que cuenta entre líneas, que la mayoría de las reflexiones que emanan de sus primos de Podemos. Quizá porque son la parte débil, porque ven que la coalición está perdiendo fuerza social o porque tampoco su papel es demasiado visible en UP, se atreven a hacerse algunas preguntas que son notablemente pertinentes. Y que además surgen de preocupaciones sinceras a las que la dirección de IU les está dando muchas vueltas.

Una de cuestiones las más significativas surge del análisis que hacen sobre los perdedores de la globalización, ese sector social que, al menos en teoría, ha trastocado las previsiones electorales de los últimos tiempos. El documento señala que esas personas están buscando protección, pero que muchas de ellas prefieren abstenerse en las elecciones, y que cuando deciden poner su voto en la urna no optan a la izquierda. Su conclusión: “En España hoy, casi diez años después del inicio de la crisis económica, casi el 50% de las personas que no tienen ingreso alguno siguen votando al bipartidismo. Poco más del 15% de las personas sin ingresos declara una intención de votar a IU o a Podemos. Y esas relaciones se mantienen más o menos proporcionales según los votantes van teniendo más ingresos. En suma, no parece que haya una relación entre la situación económica del votante y la intención de votar a un partido determinado. Hablamos probablemente de una población muy desclasada”.

En los procesos económicos en marcha, esa idea que Macron ha sintetizado como "Startup nation", los perdedores van a ser la norma

Es llamativo, señala el informe, “que ni IU ni Podemos seamos el principal partido que dentro de la izquierda es capaz de llegar a las personas con menos ingresos”. IU cree que las clases populares golpeadas por la crisis, que son necesariamente más favorables a la justicia social, suponen el ámbito de mayor crecimiento, y hacia ellas orienta una serie de estrategias y objetivos con la idea de captarlas.

El éxito electoral del futuro

Es un movimiento lógico, y no sólo porque en esos estratos la izquierda haya obtenido la mayor parte de sus militantes, sino porque en los procesos económicos en marcha, esa idea que Macron ha sintetizado como 'Startup nation', los perdedores van a ser la norma. Las clases populares lo van a tener muy difícil, al igual que las medias, en el nuevo escenario, y de ahí se van a nutrir las fuerzas políticas exitosas en los próximos años.

La izquierda actual no sabe qué hacer con los perdedores de la globalización y, en particular, con la clase obrera

Cómo acercarse a los sectores que más favorables pueden ser al cambio es una pregunta indispensable para quienes pretendan tener relevancia social y éxito electoral. Pero esta es una pregunta que la mayoría de los partidos de izquierda españoles (y muchos europeos) evitan con frecuencia. Algunos porque no piensan en términos de clases, otros porque creen que la influencia es algo que se gana en las televisiones y en las redes sociales, y otros porque prefieren pensar que lo suyo es el futuro y que lo tienen ganado si conquistan a los jóvenes.

En cierta manera, los perdedores, y la clase obrera en particular, es algo con lo que la mayoría de la izquierda actual no sabe qué hacer. Es normal, nunca les han atraído mucho: son un montón de personas machistas, xenófobas, atrasadas y viejas (algunas ni siquiera utilizan internet) de la que tratan de separarse, por lo que es natural que no tengan demasiado 'feeling' con ellas.

Lavapiés como microcosmos

En otras ocasiones he utilizado la expresión 'burbuja de Arganzuela' para designar la particular fantasía en la que se desenvuelve esta nueva política de izquierdas, en la que se dan cita la excesiva confianza en sí mismos de muchos de sus actores principales y la reducción de la realidad al entorno en que se suelen mover, como si Lavapiés fuera un microcosmos a través el cual se puede entender España.

La gente del barrio de toda la vida cogió sus cosas y se marchó. Ninguno de ellos denunció que la zona se estaba gentrificando, simplemente se largaron

Y en eso he de darles algo de razón: el barrio en el que viven refleja con bastante precisión por qué las clases populares se han apartado políticamente de la izquierda.

Hombre blanco en el bar de viejo

Lavapiés, dada su situación, la época de construcción de sus viviendas y el tamaño de las mismas, fue habitado por personas mayoritariamente de pocos recursos. Eso facilitó también que grupos de inmigrantes, dado el bajo precio de los pisos, comenzaran a residir allí en años recientes. Cuando los jóvenes concienciados políticamente vieron que el barrio molaba, y que los precios de Malasaña y Chueca subían, el ejemplar autóctono desapareció. Los bares de viejo, que eran cada vez menos, ya no estaban ocupados por hombres blancos de mediana edad acodados en las barras, sino por estudiantes universitarios y profesionales liberales. Florecieron las terrazas, se montaron algunos bares chulos y la oferta de las comercios de la zona comenzó a orientarse hacia estos jóvenes de clase media que querían vivir de otra manera. Los inmigrantes siguieron allí, porque era un barrio multicultural, algo que agradaba a personas concienciadas. La gente del barrio de toda la vida cogió sus cosas y se marchó. Ninguno de ellos denunció que la zona se estaba gentrificando, simplemente empaquetó lo que tenía y se largaron.

Ahora que les afecta a ellos, y no a los que estaban antes, es cuando oímos hablar de gentrificación

Pero ahora, cuando los alquileres suben, el barrio se ha puesto de moda, llegan turistas y hay más inquilinos dispuestos a pagar rentas más altas por vivir allí, los ocupantes del barrio hablan de gentrificación, se movilizan y demás. Ahora que les afecta a ellos, y no a los que estaban antes, es cuando oímos hablar de gentrificación.

Se fueron al PP

Lavapiés (Arganzuela en general) es una buena muestra de lo que ha hecho la izquierda en este tiempo. Se han olvidado de las clases obreras nacionales, se han dedicado a salir en televisión, a hablarnos de hegemonía, de corazones, de reggaeton, de los inmigrantes, de las bicicletas por la ciudad, de centros ocupados y de los toros, y los que eran suyos les han abandonado. Han cogido sus cosas y se han marchado a otros sitios, principalmente a la derecha. No ha pasado únicamente en Europa: en las últimas elecciones generales todos los barrios de Madrid votaron al PP menos dos (y uno era Arganzuela).

Por eso, la reflexión de IU es pertinente: los nuestros se han ido. Y no se trata solo de los núcleos urbanos: la España vacía, como bien señala el informe, es del bipartidismo. Pero no podía esperarse otra cosa, ¿no?

El informe político de IU, que acaba de hacerse público, es bastante más interesante, en cuanto a las cosas que cuenta entre líneas, que la mayoría de las reflexiones que emanan de sus primos de Podemos. Quizá porque son la parte débil, porque ven que la coalición está perdiendo fuerza social o porque tampoco su papel es demasiado visible en UP, se atreven a hacerse algunas preguntas que son notablemente pertinentes. Y que además surgen de preocupaciones sinceras a las que la dirección de IU les está dando muchas vueltas.

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