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La 'solución Tardá' para Cataluña y la servilleta de Rubalcaba
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Esteban Hernández

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La 'solución Tardá' para Cataluña y la servilleta de Rubalcaba

A menudo, el consenso quiere decir un conjunto de palabras ambiguas que todo el mundo suscribe porque es cómodo. En la mayoría de los asuntos no es más que un modo de diferir los problemas

Foto: Rafael Hernando (i) y Joan Tardá (d), conversando en el Congreso de los Diputados. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
Rafael Hernando (i) y Joan Tardá (d), conversando en el Congreso de los Diputados. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

La noche antes de la finalización del plazo para la redacción del Estatut de Cataluña hubo una reunión en la que estaban presentes distintos representantes del PSOE, cuyo encargado de las negociaciones fue el portavoz del Grupo, Alfredo Pérez Rubalcaba. El texto estaba finalizado salvo lo concerniente a la financiación, que se había demorado hasta el último momento porque todas las partes sabían que era el esencial.

La historia que narran de aquella reunión personas que estuvieron presentes, y que Rubalcaba niega, es que el presidente del grupo parlamentario socialista en el Congreso, con su habitual dominio de la escena, escribió el texto del artículo en una servilleta y lo fue pasando entre los presentes. El contenido pareció convencer a todos. Y, más tarde, al resto de formaciones políticas, que en el proceso de tramitación del Estatut no introdujeron cambios sustanciales. La redacción era lo suficientemente ambigua para que cada uno entendiera que podía interpretarse conforme a sus intereses.

La mentira del consenso

Esto es lo que, demasiado a menudo, quiere decir el concepto consenso, un conjunto de palabras ambiguas que todo el mundo suscribe porque resulta cómodo. Sin embargo, en la mayoría de los asuntos no es más que una forma de diferir los problemas. Se les pega una patada hacia delante, salvando el escollo puntual, y ya se verá qué se hace en el futuro cuando las dificultades deban abordarse en los términos concretos.

La mayoría de las normas son lo suficientemente ambiguas para que los grupos de interés lleguen al consenso, porque saben que pueden forzar después

Esta procrastinación perversa es uno de los males comunes en nuestra sociedad, que le da forma con mucha más frecuencia de lo aconsejable. El problema catalán es esto, una situación nunca resuelta porque se prefirió un falso consenso que se ha manifestado desde la Constitución hasta el momento presente, pasando por el Estatut y transferencias de competencias varias. Por desgracia, ocurre con las leyes en general: la mayoría de las normas que los legisladores redactan son lo suficientemente equívocas y confusas para que los distintos grupos de interés estén de acuerdo con los textos porque saben que los pueden forzar. Cuando firman son plenamente conscientes de que ahí no se zanjan las luchas, sino que eso supone más bien un pretexto para comenzarlas. Dependiendo de la fuerza que se posea (económica, política, judicial o social), la norma girará hacia un lado o hacia otro según el momento.

No podía ser así

Las leyes dejan así de serlo para convertirse en espacios de interpretación amplia que llevarán a su terreno quien posea mayor capacidad de torcer el brazo a sus rivales. El consenso no genera un punto de llegada en el que todos confluyen, sino un espacio a partir del cual iniciar la pelea. Esto es Cataluña ahora, un campo de fuerzas en choque porque la resolución del problema se ha ido demorando, quizá con la esperanza de que se disolviera por sí mismo. No ha sido así y, como todos sabíamos, no podía ser así.

Habrá ganado mucho dinero y se habrá buscado una salida, probablemente para hacer lo mismo en la siguiente empresa. Él ya no será el responsable

Esto no ocurre solo en la política, sino que es moneda común. Todo el mundo está operando en el corto plazo, a veces como consecuencia de las presiones exteriores, y más a menudo, porque es lo más rentable. Esto en la economía es muy habitual: si el CEO sabe que falsificando las mediciones de CO2 de sus automóviles generará la cuenta de resultados que le garantiza un buen bonus y con la que estarán de acuerdo los accionistas, no se lo pensará dos veces. Al fin y al cabo, cuando la trampa se descubra, si llegara a suceder, él ya no estará allí. Habrá ganado mucho dinero, habrá engrosado su CV y se habrá buscado una salida, probablemente para hacer lo mismo en la siguiente empresa. Por supuesto, la compañía gestionada sufrirá las consecuencias y con ella los 'stakeholders', pero eso será su problema.

El corto plazo

Esta tendencia no es algo excepcional: la hemos visto con la crisis económica, cuando prácticas claramente perjudiciales generaban enormes ingresos, aunque era evidente que causarían problemas en el futuro; pero ocurre también en muchas firmas, que se gestionan buscando el beneficio inmediato a pesar de que la empresa puede depreciarse (o quebrar) en un futuro no muy lejano como consecuencia de estas prácticas. Pero los directivos, y algunos accionistas de referencia, ya no estarán allí para verlo.

Lo que ha pasado con Cataluña es un buen ejemplo de lo que nos espera si seguimos por el camino de la procrastinación perversa

Instituciones y organizaciones tienen que pensar en el corto plazo, no pueden solo fijarse metas de largo alcance. Pero esto es otra cosa, porque abre la puerta a comportamientos irresponsables, hipócritas y, con más frecuencia de lo deseable, delicitivos. Buena parte de la corrupción tenía que ver con esto: las arcas públicas se quedarán temblando, pero el responsable ya no estará allí cuando haya que devolverlo. Serán sus sucesores quienes deban hacer frente a la situación y la factura la pagarán quienes tengan menos poder.

¿Qué hacemos ahora?

Esto es lo que ha pasado con Cataluña, que es un buen ejemplo de lo que nos espera si seguimos por este camino: un terreno de negociación enquistado, con posturas difícilmente conciliables, con una solución compleja y que acabaremos pagando los ciudadanos de a pie. Cataluña está dividida entre independentistas que no van a dejar de serlo se les ofrezca lo que se les ofrezca, personas que quieren seguir perteneciendo a España y un montón de ciudadanos que están cansados del monotema. Pero además hay muchos ciudadanos que eran federalistas y que han girado hacia el independentismo, otros que no tienen clara su postura aún y otros que desconfían de que el futuro sea mejor si van solos por el mundo. ¿Qué se hace con todo esto para que la convivencia sea posible y las fricciones sean menores en lugar de aumentar?

Cualquier solución parecerá poco satisfactoria, porque los problemas se solucionan mejor al principio, igual que es más fácil atajar las enfermedades cuando se inician que cuando se han extendido a todo el cuerpo. Nuestros médicos han hecho todo lo posible para que el problema se haga mayor en lugar de reducirlo, y ahora ya ni siquiera una cesión de competencias con fuerte inversión en Cataluña puede contentar a una mayoría de la población.

La solución por la que más se apuesta es un proceso liderado por ERC en el que, llegado el momento, Tardá sabrá dar un giro a la situación

Es más que probable que todo este maremágnum vuelva a encontrar una mala solución. Los independentistas están tratando de forzar el brazo del Estado cuando saben que no les será posible, porque entre otras cosas carecen del apoyo masivo de la población que sería imprescindible y porque tampoco tienen los respaldos internacionales que precisan. Pueden tensar la cuerda, intentando provocar un paso en falso del Gobierno (como la activación del 155 CE) , pero poco más. Pero, por otra parte, es evidente que hay una parte importante de la población catalana que quiere marcharse, y a ellos las promesas ya no les valen.

La solución por la que más se apuesta es un proceso liderado por ERC en el que, llegado el momento, gente como Joan Tardá sabrá dar un giro a la situación, probablemente tras unas nuevas elecciones autonómicas, para pasar del enfrentamiento a una negociación con posiciones duras pero no rupturistas, con el objetivo de sacar el máximo provecho posible. El Gobierno hará concesiones económicas y todo quedará zanjado. Quizá ocurra esto, quizá no, porque la situación es muy compleja. Pero si fuera así, el asunto volvería a diferirse, y regresará tiempo después. Y quizá ya no nos quede más que eso, ir cerrando lo que se pueda sabiendo que volverá a aparecer. Trabajar mirando el corto plazo y los intereses personales tiene estas cosas.

La noche antes de la finalización del plazo para la redacción del Estatut de Cataluña hubo una reunión en la que estaban presentes distintos representantes del PSOE, cuyo encargado de las negociaciones fue el portavoz del Grupo, Alfredo Pérez Rubalcaba. El texto estaba finalizado salvo lo concerniente a la financiación, que se había demorado hasta el último momento porque todas las partes sabían que era el esencial.

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