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Rajoy, un alquimista
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Melchor Miralles

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Rajoy, un alquimista

Como Santiago, el pastor de Paulo Coelho que abandona a su rebaño para perseguir una quimera, Mariano Rajoy, para asentarse como candidato y que nadie dude

Como Santiago, el pastor de Paulo Coelho que abandona a su rebaño para perseguir una quimera, Mariano Rajoy, para asentarse como candidato y que nadie dude que va a ser el próximo presidente del Gobierno, ha tenido que dejar en la cuneta o aparcados a los viejos rockeros de su PP que le segaban la hierba; ha sorteado con mano izquierda gallega a los popes y tiburones financieros que le ninguneaban y le tomaban a chacota; ha colocado en su sitio a los adversarios que se cachondeaban de su liderazgo; ha capeado y domesticado a sus huestes, incluso a quienes en su entorno trataban de ejercer poderes que no les correspondían; ha reclutado un reducido equipo de gente moderna que no sale en las fotos pero trabaja con criterios empresariales que superan las miserias de todas las organizaciones jerarquizadas conformadas por seres humanos y ha dejado claro a todos que ninguno de los periodistas que desde sus atalayas del stablishment le masacraban, le vejaban, se mofaban de él y pretendían bien manipularle bien decidir su sucesor, van a fijar ahora su hoja de ruta. Cada uno en su cada y Dios en la de todos.

 

Confieso que me parece admirable cómo este registrador de la propiedad tan desconocido en su fondo para muchos ha podido sortear tantos obstáculos sin inmutarse. A los que le hablaban desde la lealtad les ha escuchado dispuesto a dejarse convencer. A quienes le esperaban con la daga a la vuelta de la esquina les ha tratado con inteligencia y con la misma displicencia con que Charles Chaplin golpeaba con el trasero el mundo en esa escena maravillosa y definitiva de El gran dictador. Siempre con Lord Fakland presente -ya se sabe, cuando no es necesario tomar una decisión, es necesario no tomar una decisión-, Mariano Rajoy  se encamina a La Moncloa dispuesto a demostrar que puede que no sea el mejor candidato, pero que está dispuesto a ser un buen presidente y que sabe muy bien que el hombre más poderoso es aquel que es el único dueño de sí mismo.

Si Roma fue grande no por sus aliados, sino por los formidables enemigos que tuvo; si España alcanzó su cenit de grandeza cuando era enemiga del mundo entero, este gallego tranquilo se hace grande en la medida en que sus enemigos son también poderosos y es su ya acreditada capacidad para derrotar a esos enemigos la que engrandece poco a poco su figura.

Que el mensaje cale entre quienes les podrían votar

Para conocer de verdad a un hombre no hay más que revestirle de un gran poder. Ahí te quiero ver, Rajoy. Tu partido nos debe una regeneración democrática que nos prometió en 1993 y 1996 y que José María Aznar no cumplió

Hace veinte años, en Sevilla, José María Aznar culminó el viaje al centro que convirtió a Alianza Popular en el Partido Popular, aparcó a un Manuel Fraga que representaba el pasado y se convirtió en líder máximo de una manada en la que destacaban Rodrigo Rato, Francisco Álvarez Cascos, Federico Trillo y Juan José Lucas. El pasado fin de semana, también en Sevilla, en el hotel La Reconquista (¿paradoja, casualidad, acierto?), Mariano Rajoy acreditó que está preparado para la batalla de las urnas y en condiciones de aspirar hasta a una mayoría absoluta con un equipo modernizado y un partido a su servicio. Mérito suyo. Su discurso, muy de hombre de Estado, sin una sola mención a Rodríguez Zapatero, permitió adivinar cual va a ser el camino.

Tienen dos obsesiones el candidato y su entourage: que el mensaje cale entre quienes nos les votan y les podrían votar y no preguntar a nadie de donde viene sin “a donde quiere que vayamos juntos”. Se sienten fuertes, rezuman optimismo, están muy seguros de sus posibilidades y convencidos de que es a ellos a quienes les va a corresponder pilotar la recuperación de esta crisis devastadora en la que, con José Luis Rodríguez Zapatero a los mandos de la nave, España está bajo mínimos.

Por eso su responsabilidad es grande y este alquimista está obligado a no defraudar a quienes confían ciegamente en él, a quienes desconfían por principio y a quienes estamos dispuestos a dejarnos convencer por el bien de todos los ciudadanos españoles. La tarea es ardua. Frente a un ZP incapaz que convencido en su buenismo de que estaba llamado a resolver todos los males de la humanidad se sentía tocado por una mano divina que le convertía en Mesías, llegará en breve un tipo que tiene una cualidad que me parece atractiva y sintomática de que tiene talento: no se toma a sí mismo muy en serio y no se considera un ser humano por encima de los demás capacitado para convertir en oro todo lo que toca.

De noche mejor, durante el día trabajo

No se por qué, viéndole en su discurso sevillano del domingo, tratando de captar la atención del auditorio y los espectadores de las televisiones, tratando de seducir al personal para que vayan preparando su papeleta para las urnas, poniéndose encantador, me vino a la memoria ese diálogo maravilloso de El sueño eterno, entre una mujer taxista y el inimitable Humphrey Bogart:

-          La taxista.- Si me necesita otra vez, llámame a este número

-          Bogart.- ¿Día y noche?

-          La taxista.- De noche mejor, durante el día trabajo

Pero ya se sabe que para conocer de verdad a un hombre no hay más que revestirle de un gran poder. Ahí te quiero ver, Rajoy. Tu partido nos debe una regeneración democrática que nos prometió en 1993 y 1996 y que José María Aznar no cumplió. Al margen de las evidentes reformas económicas y recortes que se van a hacer, empujados por la realidad del “señor Mercados”,  además de crear empleo, controlar el gasto… ese “plan global” que afectará a las políticas económica, educativa, fiscal, energética, etc, España necesita decisiones políticas de calado para regenerar el sistema: independencia del Poder Judicial,  reglamento del Congreso, Ley Electoral, listas abiertas, modificación del sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional, independencia de los organismos de regulación, modificación del sistema que posibilita que el Fiscal General del Estado se un apéndice del Gobierno, replanteamiento de competencias y estructuras de gasto de las Comunidades Autónomas aplicando criterios de sensatez y sentido común para acabar con esos reinos de taifas en los que unos pocos hacen y deshacen a su antojo gastando el dinero de todos.

Veremos, según se acerquen las elecciones generales y Rajoy y su partido vayan concretando en un programa las ideas generales que ya han dibujado, si estamos ante una macro operación de marketing o ante un partido y un líder con sentido de la responsabilidad y conscientes de lo que se juega España. Y veremos, sobre todo, cuando llegue a La Moncloa, si las promesas se convierten en realidades, si el alquimista abandona los tubos de ensayo, las especulaciones y las experiencias esotéricas y acierta con las fórmulas. Le queda muy poco para pasar de las palabras a los hechos. Por ahora lo que sí tiene acreditado es que es fuerte y ha sido capaz de liquidar a poderosos enemigos. No es poco. Pero aún no es suficiente. A este alquimista le quedan todavía horas en el laboratorio.

Como Santiago, el pastor de Paulo Coelho que abandona a su rebaño para perseguir una quimera, Mariano Rajoy, para asentarse como candidato y que nadie dude que va a ser el próximo presidente del Gobierno, ha tenido que dejar en la cuneta o aparcados a los viejos rockeros de su PP que le segaban la hierba; ha sorteado con mano izquierda gallega a los popes y tiburones financieros que le ninguneaban y le tomaban a chacota; ha colocado en su sitio a los adversarios que se cachondeaban de su liderazgo; ha capeado y domesticado a sus huestes, incluso a quienes en su entorno trataban de ejercer poderes que no les correspondían; ha reclutado un reducido equipo de gente moderna que no sale en las fotos pero trabaja con criterios empresariales que superan las miserias de todas las organizaciones jerarquizadas conformadas por seres humanos y ha dejado claro a todos que ninguno de los periodistas que desde sus atalayas del stablishment le masacraban, le vejaban, se mofaban de él y pretendían bien manipularle bien decidir su sucesor, van a fijar ahora su hoja de ruta. Cada uno en su cada y Dios en la de todos.

Mariano Rajoy Rodrigo Rato Francisco Álvarez Cascos