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El camino seguro a ninguna parte

Si hay un sentir común respecto del debate sobre el estado de la Nación es que no ha servido ni va a servir para absolutamente nada.

Si hay un sentir común respecto del debate sobre el estado de la Nación es que no ha servido ni va a servir para absolutamente nada. Amargo regusto el de la desesperación, el de la falta de horizontes de miles de españoles que no ven salida. La crisis en “L”, lo llaman, sin que nadie se atreva a pronosticar su duración, o lo que es lo mismo, fijar una fecha para la salida.

Y nadie se atreve porque sólo se ve una oposición fragmentada y un Gobierno simplemente incapaz de hacerse con la situación. Que no poder es mucho peor que no querer, que no hay que acusar al Gobierno de falta de voluntad, que la tiene toda. Lo que le falta es el saber, porque a cualquiera que valiese ya se han encargado de orillarlo; así nadie le discute al Presidente sus ocurrencias.

Pero empecemos por usted Sr. Rajoy. Sí, hizo usted un esbozo rápido y preciso del mayor drama social de los últimos tiempos: el paro. Dio en el clavo: cifras oficiales en mano hay cuatro millones de parados, la mitad de ellos de larga duración. Millón y medio de parados no reciben prestación ninguna, un millón de familias tienen a todos sus miembros en paro y de ellas la mitad están en la más absoluta indigencia, porque nadie en esa familia recibe ni la más mínima ayuda. Y sí, dijo usted verdad cuando apuntó que la mitad de los parados de la Unión Europea los genera España y que las causas de ello no se deben a la crisis internacional sino a nuestras propias circunstancias.

Sin embargo, Sr. Rajoy, sus juicios y remedios tenían la vista puesta en las urnas, o lo que es lo mismo, carecían de contundencia y de una mínima disciplina intelectual: algo imperdonable en la presente situación de emergencia nacional. Porque lo que usted propuso fue hacer un diagnóstico riguroso para acertar en la previsiones, y coherente con ello, disponer un plan que generase confianza. Ocurre sin embargo que tenemos diagnósticos y previsiones de sobra, todos apuntando en la misma dirección, dicho sea de paso, por lo que parece que podamos confiar razonablemente en ellos. Pero lo que necesitamos no es confianza: es dinero.

Porque cuando llega el fin de mes, Sr. Rajoy, el empresario que lleva más de un año sin que nadie le dé un crédito, ocurre que tiene que pagar a sus proveedores y empleados. Y es así que cuando uno tiene que mantener a su familia, proveyendo techo y comida, lo que necesita es dinero. Y en teniéndolo no se preocupe, que verá qué confianza se genera.

Ahora bien, la responsabilidad de gobernar la tiene usted, Sr. Zapatero. Usted. Y las cosas van de mal en peor. Vamos por lo que intuimos debe ser el duodécimo plan, afectado como todos los anteriores por los mismos dos grandes errores: primero, más intervencionismo; y segundo, más gasto público. Y para más inri, esta vez sí que nos ha subido los impuestos y de verdad. O sea, justo lo contrario de lo que se necesita, y lo peor que se puede hacer.

De nuevo sube usted los impuestos de las rentas medias y bajas. Pero ignora usted que estamos ya en la segunda parte de la curva de Laffer, en la que aunque se suba el tipo impositivo, la recaudación total baja: porque simplemente no hay dinero. Y para que parezca que se toma usted en serio lo de la política fiscal, viene y ofrece un ridículo recorte de cinco puntos en el Impuesto sobre Sociedades a las que mantengan el empleo por tres años. Ya… el problema es que no son capaces y la duda es si van a tener beneficios en absoluto por los que tributar: de modo que la medida, así de entrada, muy estimulante, no resulta.

Quita usted la desgravación por la adquisición de vivienda. ¿Y se cree que eso va a incentivar la demanda? No: sólo va a ahogar aún más a quien ya casi no puede respirar. Al contrario: para estimular la demanda lo que hay que hacer es subir las desgravaciones, que es lo que abarata los precios, porque el stock de viviendas que hay no se va a absorber en dieciocho meses.

Sr. Zapatero: deje de inventar para parecer que gobierna y hace algo. Aparque sus raquíticos decretos de medidas, tan sujetas a toda suerte de condiciones que nadie cumple que no hay quien se pueda acoger a ellos. Y sobre todo, por lo que más quiera, no trate de regular el modelo productivo por Ley ni se gaste 25.000 millones de euros en un Fondo para la Economía Sostenible, porque serán más millones gastados en subvencionar iniciativas en que la rentabilidad -esa cosa que resulta de ser productivos y competitivos-, sólo es secundaria. Pero eso, económicamente, es insostenible.

La semana pasada esta columna mencionaba diez talentos de la economía española. Se hizo usted eco de ella: nos alegramos. Ahora confíe en que son reales. Simplemente necesitamos dinero, crédito y tranquilidad regulatoria para poder desarrollarlos. Sea inteligente: simplifique y no intervenga. Deje de gastar y baje los impuestos drásticamente. Y si acaso, suprima el fraude de las SICAVs. Verá cómo todo mejora.

Hace años los suecos, víctimas de un sistema tributario y un intervencionismo brutales, empezaron a hablar de sí mismos como “los nuevos pobres”. Admitieron abiertamente el fracaso de su modelo y lo rechazaron frontalmente. ¿Para cuándo los españoles?

Y como siempre, esperamos sus comentarios, pues con ellos elaboraremos nuestro Manifiesto.

Si hay un sentir común respecto del debate sobre el estado de la Nación es que no ha servido ni va a servir para absolutamente nada. Amargo regusto el de la desesperación, el de la falta de horizontes de miles de españoles que no ven salida. La crisis en “L”, lo llaman, sin que nadie se atreva a pronosticar su duración, o lo que es lo mismo, fijar una fecha para la salida.

Mariano Rajoy