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Las lealtades de los funcionarios
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Las lealtades de los funcionarios

Una forma no costosa de ir abandonando la crisis y renovar los viejos esquemas del pasado, consistiría en que los funcionarios que trabajan cara al público

Una forma no costosa de ir abandonando la crisis y renovar los viejos esquemas del pasado, consistiría en que los funcionarios que trabajan cara al público hiciesen un esfuerzo por ser amables e incluso les fuese recompensado. Y los que no tienen esa función de atender a sus semejantes, recodificar sus tareas para ser útiles a la sociedad que les mantiene y que les tiene bajo sospecha.

Porcentajes de absentismo laboral superiores al 20%, sin alarma sindical ninguna, contribuyen a una sensación de abuso y mala reputación, que otros fieles cumplidores, ni de lejos merecen.

Parte de nuestro déficit de progreso o incluso de i+d, queda enterrado en irracionales vericuetos administrativos y personajes demasiado indulgentes consigo mismos. Y no es por no querer hacer amigos, pero tanto más al sur, peor es la cifra de absentismo y por ende, de productividad. Andalucia, Extremadura y Canarias, copan los primeros lugares de porcentaje de funcionarios respecto de la población total y de absentismo.

Quien ha tenido experiencias con la Administración Pública en paises nórdicos, como epítome del orden y de la responsabilidad en la función pública, habrá comprobado que han desaparecido las ventanillas, solo internet y teléfonos de información, con obligación de respuesta en 24 horas. Imaginense un ayuntamiento o una Delegación, sin bares alrededor, porque los funcionarios acuden ya desayunados y no hubiese visitantes. Un paraiso para unos y otros, al que no parecemos dispuestos.

En el lado de la empresa privada, los salarios han ido igualándose hacia abajo, de manera, que cualquier funcionario de rango básico ya puede ganar más que un titulado y de un modo estable. No tiene nada de extrañar la presión por hacerse servidor público, obviando la necesaria vocación, que cualquier desempeño excelente precisa.

Complica el panorama, una nueva clase funcionarial, los contratados, amigos del poder, sobrantes de partidos políticos, que ganan verdaderas fortunas en comparación con los que necesitaron una oposición para su cargo. El número de estos en España y sus desproporcionadas retribuciones, es un verdadero misterio, que los partidos tratan de mantener lejos de la curiosidad pública. Solo en La Moncloa tenemos ahora más de 600, sin que sepamos qué es lo que hacen que no pueda hacer un funcionario de carrera. 

Los malpensados piensan. claro, que esos contratados se ocupan de cosas que no deben saber más que quienes les contratan, o que sus tareas son meramente imaginarias y cobran solamente por pertenecer a un clan o partido de cuya nómina son excedentes. Da igual que haya sindicatos que no, claro. El 'yo te tapo y tu me tapas', es la ideología madre de todo ese proceso.

La culpa del funcionariado honorable, es no haberse rebelado contra la clase política, permitiéndole una escalada de corrupción, nepotismo y abuso presupuestario, que ningún otro país del mundo permitiría. Sorprende el bajísmo nivel de denuncias provinientes de ayuntamientos, colegios profesionales, etc. perfectamente al corriente de la mayor parte de las irregularidades cometidas por políticos, funcionarios y particulares sin escrúpulos.

Para cambiar este país, necesitamos esa rebelión del funcionariado, esa vigilancia y denuncia permanente que nos permita sanear lo que tanto nos averguenza y nos aleja del ideal de honradez, trasparencia y confianza que una parte tan importante de la población merece. 

Ser más amables, no cuesta dinero y denunciar los abusos, tampoco. Si no lo hacemos, seremos cómplices de lo que la sociedad civil sospecha, que la Administración Pública es más leal a sí misma y a quienes les mandan, que a quienes les pagan. Y eso es algo que habremos de corregir en el futuro, tarde y por las bravas.

Desde aquí queremos rendir tributo a los valientes trabajadores del CNI, que fueron capaces, con gran riesgo personal, de alertar a la sociedad sobre los hechos causantes de la destitución de su titular. Gracias en nombre de todos.

Como siempre, con sus opiniones elaboraremos nuestro Manifiesto Cívico.

Una forma no costosa de ir abandonando la crisis y renovar los viejos esquemas del pasado, consistiría en que los funcionarios que trabajan cara al público hiciesen un esfuerzo por ser amables e incluso les fuese recompensado. Y los que no tienen esa función de atender a sus semejantes, recodificar sus tareas para ser útiles a la sociedad que les mantiene y que les tiene bajo sospecha.