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Eduardo Madina

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Tiempo perdido

El paro que viene, Cataluña, el drama de los refugiados... Son asuntos nucleares de una realidad que no tiene mucho espacio en la ficción representada últimamente en este país

Foto: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en el Congreso, el pasado día 12. (EFE)
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en el Congreso, el pasado día 12. (EFE)

En los escenarios de eso que llaman 'la comunicación' se representa una ficción. Una obra que ha sustituido por completo a la realidad. Es sabido que el intento de llenar el tiempo con algún tipo de ficción es un truco muy viejo. Los juegos de apariencias sirven para evitar el reconocimiento de realidades más duras y pueden incluso servir para ocultar incapacidades propias.

Pero los problemas de nuestro país, serios y graves, no entienden de teatro y no comentan las emociones vividas por los actores. No atienden a sus intereses personales.

Tras este teatro del absurdo, espera lo verdaderamente importante. Lo único importante. Una realidad fría y contundente que ni siquiera se inmuta ante la aburrida obra representada y que, por supuesto, no se arreglará sola en este interminable tramo de tiempo perdido.

España está situada a las puertas de un segundo semestre en el que casi todos los indicadores económicos empeorarán. Habrá caída de la actividad y destrucción de empleo en un país que, además, ha situado su nivel de deuda pública en el entorno del 100% del PIB. Entre tanto, el conjunto de nuestro entorno europeo ya asiste a un nuevo periodo de caída de la demanda que, obviamente, no puede crecer con los actuales niveles de desempleo y con rentas salariales cada vez más bajas. Si sumamos a eso la que al menos es una apariencia de falta de solvencia del conjunto del sistema bancario por, entre otras razones, su exceso de exposición a la deuda pública asumida durante estos años, quedan servidas las condiciones para un nuevo periodo de dificultades económicas.

Casi todos los indicadores económicos empeorarán en breve, y quedan servidas las condiciones para un nuevo periodo de dificultades económicas

Llegarán a nuestro país cuando el desempleo está por encima del 20% y de los casi cuatro millones y medio de personas, con lo que las condiciones en las que España afrontará estas nuevas turbulencias económicas ya son objetivamente mucho peores que las de 2009. Y no tiene tiempo que perder.

Hay, a la vez, una crisis interna de carácter político que impide un buen funcionamiento de nuestro modelo territorial. Un amplio sector de la sociedad, en Cataluña, considera que el mejor camino para la superación de las dificultades que atraviesa pasa por la construcción de un Estado nuevo diferenciado de España y por el establecimiento de nuevas fronteras. Sabemos que el tamaño de semejante desafío, situado en parte dentro de un campo emocional, no tiene fórmulas mágicas. Pero también sabemos que no tiene mucho más tiempo que perder.

Por otro lado, en nuestra dimensión europea, España es, junto con otros 27 países, coautora de la mayor herida en la historia de la Unión Europea. Esa que tiene rostro humano y que sucede a partir del exilio de una guerra en Siria y de lo que algunos denominan “tensiones geopolíticas en la región”.

Tras los sustantivos que por rebuscados sirven de excusa, la Unión Europea ha demostrado el mayor nivel de desprecio por sus propios principios fundadores de toda su historia. Ha desarrollado la mayor amnesia -también de toda su historia- sobre las causas de su propio origen como proyecto de integración de soberanías. Y finalmente, ha alcanzado el mayor nivel de deshumanización en sus responsables políticos que nunca hayamos visto.

Cientos de miles de desplazados y refugiados que huyen de un auténtico infierno en Siria son rechazados de forma inhumana u olvidados a su suerte en las fronteras terrestres o marítimas del Este de Europa.

Con su calculada inacción y su deliberada omisión de responsabilidades, España está contribuyendo de forma directa al drama de los refugiados

No alcanza bien el lenguaje, pero el papel jugado por la Unión Europea y por todos y cada uno de los Estados miembros es sencillamente vergonzante. La inabarcable crisis humanitaria gestada en nuestras fronteras viene derivada de la incapacidad europea para cambiar su política de asilo y refugio y es el mayor drama político y humanitario de las últimas décadas.

A él, con su calculada inacción y su deliberada omisión de responsabilidades, nuestro país está contribuyendo de forma directa. Nada de este inmenso drama humano puede perder un solo minuto más.

Todos esos, y algunos más, son asuntos nucleares de la más cruda de las realidades, pero no tienen mucho espacio en esta ficción representada en las últimas fechas en nuestro país.

Quizá algún roce colateral, pero no mucho más.

Pasados ya dos meses de esta aburrida representación, la única certeza que tenemos es la certeza del tiempo perdido.

Cuando todo termine, cuando caiga el telón y quede desnuda esta pobre ficción, le tocará a este país salir en busca de todo el tiempo que le han quitado. Y la tarea, desgraciadamente, será el doble de urgente.

En los escenarios de eso que llaman 'la comunicación' se representa una ficción. Una obra que ha sustituido por completo a la realidad. Es sabido que el intento de llenar el tiempo con algún tipo de ficción es un truco muy viejo. Los juegos de apariencias sirven para evitar el reconocimiento de realidades más duras y pueden incluso servir para ocultar incapacidades propias.

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