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Las manos en el fuego suelen quemarse
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Juan Carlos Escudier

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Las manos en el fuego suelen quemarse

La trama de corrupción que se cierne en torno al PP ha dividido al partido entre quienes, como Esperanza Aguirre, pondrían la mano en el fuego

La trama de corrupción que se cierne en torno al PP ha dividido al partido entre quienes, como Esperanza Aguirre, pondrían la mano en el fuego por sus subordinados, y los que no acercarían ni una uña a las brasas. Entre estos últimos se encontraba Rajoy, hasta que la implicación de Camps a lo Príncipe de Gales -quien habría aceptado, según la Fiscalía, renovar gratis su elegante fondo de armario-, le empujó este jueves a caminar por hierros ardientes para proclamar la honradez del valenciano y darle su apoyo. A salvo de las llamas ha quedado Gallardón, que no ha tenido inconveniente en mandar a la hoguera a uno de sus ex concejales por un concurso amañado a favor de la ‘Correa conection’. El alcalde tiene demasiado aprecio a sus manos y al resto de su anatomía.

Las ordalías estuvieron de moda en la Edad Media, pero decayeron cuando se confirmó que Dios probablemente no existía o estaba demasiado ocupado para evitar que un incauto se dejara la piel pegada a un hierro candente. Para someterse a la prueba había que tener mucha fe o estar muy desesperado, y posiblemente sea esto último lo que está ocurriendo en el PP, que desconoce cómo escapar del laberinto en el que se metió mucho antes de que Bermejo y Garzón mataran a la familia de Bambi en la sierra de Jaén.

Puede aceptarse que, hasta lo que Rajoy dice que sabe, el PP no haya visto ni un solo euro de las corruptelas atribuidas al clan Correa y descartar, no sin esfuerzo, que estemos ante un caso de financiación ilegal del partido, pero lo evidente es que ninguna de la presuntas actividades delictivas que se investigan hubieran sido posibles sin el concurso o la anuencia de destacados cargos públicos, que habrían puesto ávidamente la mano en el sobre en lugar de en el fuego. Pretender que la opinión pública acepte que asistimos a una caza de brujas contra los populares de acuerdo a un plan diseñado por un juez malvado y socialista en connivencia con un ministro de tiro fácil pero de cortas entendederas roza el esperpento, y la gente no suele aceptar de buen grado que se la tome por idiota.

A día de hoy, en comunidades como Madrid, la situación no puede ser más dantesca. Al escándalo del espionaje, que tenía carbonizado al consejero del Interior de doña Espe y a su mano derecha, Ignacio González -su explicación de que él y su señora no fueron invitados a Sudáfrica por un empresario amigo sino que él mismo pagó en metálico de su bolsillo los 8.000 euros de los billetes tiene sublevado al sector de las tarjetas de crédito-, se han sumado las evidencias de que Correa y los suyos campaban a sus anchas por la Administración regional y local controlada por los populares.

La manzana está tan podrida que sólo alguien con mucho estómago o esos faquires que se tragan cualquier cosa aceptarían darle un bocado. La proclamada trama contra el PP ha forzado la dimisión del alcalde de Boadilla, la destitución del consejero de Transportes, Alberto López Viejo, la del gerente del Mercado Puerta de Toledo y ex alcalde de Majadahonda, Guillermo Ortega, y hasta la de Benjamín Martín Vasco, designado para presidir unos días antes la comisión de investigación sobre el espionaje, tipos todos ellos, a expensas de que la Justicia lo confirme, de apariencia muy sobrecogedora.

Se desconoce la suerte que ha corrido la mano de Esperanza Aguirre, que debe de estar horneándose a fuego lento desde que decidió colocarla sobre la vitrocerámica en un gesto de confianza ciega en sus colaboradores. Pero chamuscada y todo, no tendría que haber impedido a la baronesa del PP efectuar una limpieza integral de las alfombras de la Puerta del Sol y remodelar un Gobierno descompuesto o en vías de putrefacción. ¿Forma parte de la conjura del PSOE que cargos designados por Aguirre hayan podido meter la mano en la caja? ¿Qué responsabilidades políticas piensa asumir la dicharachera presidenta madrileña?

Respecto a Camps, que comparecía el jueves para advertir que si Garzón le ha investigado el procedimiento judicial ha de anularse, no debería resultarle difícil acreditar que los trajes que también le sientan los paga de su bolsillo. No es delito aceptar un terno azul con raya diplomática pero si las telas han costado 30.000 euros algún maledicente puede pensar en un soborno. ¿Cuántos trajes de Milano son necesarios para llegar a esa cantidad? ¿Le entran todos en el vestidor a Don Francisco?

Para los amantes de las conjuras, la prueba de que una mano negra está detrás de la investigación judicial -que, por cierto, se inició a raíz de la denuncia de dirigentes del PP- es que ha dejado tocados a dos de los principales aspirantes a la sucesión de Rajoy, del que se confiaba en que acabaría tomando el camino de la jubilación en el registro de la propiedad si los próximos resultados electorales le eran desfavorables. Según esta tesis, siendo Rajoy el peor de los candidatos posibles, la ausencia de alternativa interna aseguraría su continuidad al frente del PP y, por tanto, su derrota en 2012. Lo decía Aguirre el día de la bronca en la Asamblea: “Estamos ante una trama clarísima, una trama organizada por el ministro furtivo y el juez socialista, una trama contra el PP para evitar que pueda haber una alternativa al peor gobierno de la historia de la democracia”.

Pero lo que en realidad han demostrado las conexiones de la presunta red de corrupción es que el grado de envilecimiento de la clase política es muy elevado cuando cree disfrutar de la impunidad que le confiere un poder absoluto. Gobernar un territorio como si de una finca se tratase -lo hace el PP en Madrid, Valencia y Castilla y León, igual que el PSOE en Andalucía, Extremadura o Castilla-La Mancha- genera invariablemente corrupción a todos los niveles.

Lo que los militantes de cualquier partido esperan de sus dirigentes es que ganen las elecciones. El resto confía en que desenmascaren a los deshonestos y contribuyan a la higiene de una clase política en la que pagan justos por pecadores. Está demostrado que sin lo segundo, lo primero no suele ser posible.

La trama de corrupción que se cierne en torno al PP ha dividido al partido entre quienes, como Esperanza Aguirre, pondrían la mano en el fuego por sus subordinados, y los que no acercarían ni una uña a las brasas. Entre estos últimos se encontraba Rajoy, hasta que la implicación de Camps a lo Príncipe de Gales -quien habría aceptado, según la Fiscalía, renovar gratis su elegante fondo de armario-, le empujó este jueves a caminar por hierros ardientes para proclamar la honradez del valenciano y darle su apoyo. A salvo de las llamas ha quedado Gallardón, que no ha tenido inconveniente en mandar a la hoguera a uno de sus ex concejales por un concurso amañado a favor de la ‘Correa conection’. El alcalde tiene demasiado aprecio a sus manos y al resto de su anatomía.

Mariano Rajoy Francisco Camps Baltasar Garzón