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La Justicia es una madre con Camps, aunque le crezca la nariz
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Juan Carlos Escudier

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La Justicia es una madre con Camps, aunque le crezca la nariz

En una hábil maniobra de distracción, el PP nos ha querido dar anchoa por traje, y así, de las turbias relaciones del presidente de Valencia con

En una hábil maniobra de distracción, el PP nos ha querido dar anchoa por traje, y así, de las turbias relaciones del presidente de Valencia con una presunta trama de corrupción que campaba a sus anchas por la administración regional y, de paso, le maqueaba hasta dejarle más guapo que un san luis, hemos pasado a debatir acerca la elegancia social del regalo y de cuan injusto es el Código Penal con el molt honorable. Hay que reconocer que el enfoque es novedoso, aunque deja un tanto mal parado al pobre Camps, que está tan contento de que un juez le quiera juzgar por cohecho que va contando los escaloncitos que faltan para que todo acabe, como quien suma ovejitas tratando de conciliar el sueño.

Su gran problema es que no tiene escapatoria. La nueva estrategia del PP viene a admitir que el valenciano no pagó los ternos, pero que el regalo es comparable al de un jamón de Navidad terciadito, asunto éste el del pernil por el que, según se nos dice, nadie se sienta ante un jurado. Este reconocimiento lleva implícito otro mucho más grave, y es el de que Camps engañó al juez cuando declaró que pagó a tocateja las prendas con el dinero en efectivo que arrampló de la farmacia de su señora. En definitiva, que es un mentiroso.

No es por ahondar en la herida, pero los encontronazos con la verdad del todavía presidente de Valencia han sido sonados. De su afirmación de no que conocía a Álvaro Pérez, el Bigotes, su generoso mecenas textil, tuvo que retractarse tras hacerse pública su telefónica declaración de amor, por la que también supimos que el del mostacho era tan generoso con el político como con su santa. Querer un huevo a uno de los presuntos cabecillas de una red de corrupción que te paga hasta las entradas del circo siempre da disgustos.

Con todo, Camps hubiera podido librarse con una gestión mínimamente inteligente, lo que dice mucho de la capacidad de un político en el que algunos creían ver una alternativa al propio Rajoy. Confiar una comunidad tan importante como la valenciana a alguien que es incapaz de resolver un leve contratiempo es como encomendarse a San Cristóbal en vez de al carnet por puntos. Al lado de este hombre, Zaplana era Churchill.

Y ello sin contar con que siempre ha tenido el viento a favor de la Justicia, ya que en contra de lo que pudiera parecer, las distintas resoluciones, incluida ésta última que le pone a un escaloncito del banquillo, le han sido claramente favorables. De entrada, la decisión de desgajar en dos la instrucción del caso ha conformado dos realidades distintas. En Madrid, siempre presuntamente, los Correa, Bigotes y cía sobornan, corrompen a alcaldes y diputados y evaden capitales; en Valencia, se limitan a tener el detalle de regalar trajes y complementos de vestir, pero en lo que a las adjudicaciones se refiere dan muestras de una honradez acrisolada.

De hecho, por el camino se han quedado las comisiones aparentemente entregadas por estos chicos tan honestos al PP de Valencia y que Garzón consideró acreditadas antes de inhibirse en el caso. De lo que ya nadie habla es de que en la ‘contabilidad B’ hallada en uno de los pisos utilizados por la trama de Correa en la calle de Serrano de Madrid aparecía una hoja de ingresos con un apunte de fecha 18 de diciembre de 2002. En dicho apunte figuraba una cantidad de un millón de euros de la que no constaba procedencia. Dentro de la distribución de esa cantidad y como “primer concepto” aparecían las siglas “PP VLC”, con una cantidad asociada de 420.700 euros. ¿Que dicho apunte puede significar ‘Para Piedras Volcánicas’? Es posible.

No es menor el favor que el juez Flor le hace al honorable en su último auto, en el que, textualmente, dice lo siguiente: “Tampoco existe constancia de que los agasajos hacia aquellas cuatro personas (Camps, Costa, Campos y Betoret) fueran la causa determinante de una concreta adjudicación decidida por las citadas autoridades y funcionarios responsables de los referidos organismo, cuyos criterios obedecían, más bien, al conocimiento interno que parecía tenerse en casi todos aquellos servicios y organismos de la existencia de Orange Market, S.L y de Álvaro Pérez, a quienes solían encomendarse las más variadas tareas y encargos”.

Ahora bien, ¿por qué tipo de ciencia infusa los servicios y organismos referidos tenían conocimiento de la existencia del Bigotes y de su chiringuito? ¿Se estudiaba en las oposiciones a funcionario? En resumidas cuentas, el juez se limita a imputar a Camps un cohecho pasivo, y eso porque una vez contrastado cómo y quien pagó realmente los trajes le resultaba imposible encajar en el sudoku la versión de que fue él mismo y en metálico quien los abonó. Y en consecuencia, ni siquiera imputa a los cabecillas del clan Correa, algo que sí ha pedido la fiscalía porque sólo un ciego no vería que cuando se viste a un partido no es sólo para que vaya más elegante.

El delito que se atribuye a Camp le permitiría además, en el caso de resultar condenado, mantener su cargo, motivo por el que el PP ha cambiado apresuradamente de estrategia, aunque ello implique contradecir a los abogados del propio encausado. Si finalmente sucede, a Camps se le juzgará por aceptar unas telas cuando lo que debería haberle llevado ante los jueces es su contribución a que una presunta red de corrupción pudiera funcionar con total impunidad, repartiendo sobres a políticos bien vestidos y, si se demostrara, financiando al propio PP. Que Rajoy se encoja de hombros dice bastante de lo que podría esperarse de este hombre en la presidencia del Gobierno.

En una hábil maniobra de distracción, el PP nos ha querido dar anchoa por traje, y así, de las turbias relaciones del presidente de Valencia con una presunta trama de corrupción que campaba a sus anchas por la administración regional y, de paso, le maqueaba hasta dejarle más guapo que un san luis, hemos pasado a debatir acerca la elegancia social del regalo y de cuan injusto es el Código Penal con el molt honorable. Hay que reconocer que el enfoque es novedoso, aunque deja un tanto mal parado al pobre Camps, que está tan contento de que un juez le quiera juzgar por cohecho que va contando los escaloncitos que faltan para que todo acabe, como quien suma ovejitas tratando de conciliar el sueño.