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Los ricos no quieren rascarse el bolsillo
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

Los ricos no quieren rascarse el bolsillo

El Consejo de Ministros recuperó ayer el Impuesto de Patrimonio y puso fin, al menos formalmente, a un culebrón que duraba ya semanas. La precampaña es

El Consejo de Ministros recuperó ayer el Impuesto de Patrimonio y puso fin, al menos formalmente, a un culebrón que duraba ya semanas. La precampaña es lo que tiene, que hay que animar al respetable para que te vote. Los socialistas, que llevan cuatro años apretando el cinturón a los trabajadores y rascándoles el bolsillo, han decidido que le toca el turno a los ricos.

Les ha costado decidirse, pero las encuestas aprietan, y tras una legislatura de políticas de derechas han decidido que quienes tienen un patrimonio superior a los 700.000 euros pasen por ventanilla. 160.000 personas según el Gobierno (¡qué pocas me parecen!) que aportarían 1.080 millones de euros a las arcas de las comunidades autónomas, no a las del Estado. No tengo ninguna duda de que hay muchos más de 160.000 ricos, pero tienen su dinero viajando de aquí para allá y no hay manera de computarlo.

El Gobierno en pleno ha hecho proselitismo de izquierdas para ver si detiene la sangría de votos que vaticinan las encuestas, como si el recorte de derechos que ha llevado a cabo esta legislatura pudiera compensarse con una medida que, además, no va a entrar en vigor porque Rajoy ya ha  anunciado que la derogará cuando llegue a La Moncloa.

La medida es, además, “excepcional”, en palabras del ministro portavoz José Blanco, y se va a aplicar exclusivamente este año y el que viene (declaraciones de la Renta de 2012 y 2013). Si, como dice el candidato Rubalcaba y su partido, quienes más tienen deben pagar más al fisco, no entiendo la razón por la que el impuesto se recupera solo para dos años. Da la impresión de que no quieren cabrear demasiado a los poderosos, a los defensores del “tó pa mí”.

El candidato Rajoy, que lo tiene muy claro, ha salido en su defensa porque no tiene justificación un impuesto que penaliza a los ahorradores y premia a quienes derrochan el dinero, afirma, y eso no es justo. Para el previsible futuro presidente del Gobierno, un rico es un ejemplo social de austeridad y ahorro. Quién no tiene un patrimonio superior a los 700.000 euros es porque gasta a manos llenas, no porque no pueda.

Es lo que le ha pasado a las administraciones públicas, que han dejado al Estado endeudado hasta las cejas. Pero no se preocupen, que el presidente in pectore ha dicho que esto lo arregla él reuniéndose con los banqueros para decirles que tienen que arrimar el hombro. Y claro, le van a hacer caso. No se lo cree ni él.

Le puede preguntar al banquero de banqueros, don Emilio Botín, que ayer dijo que le parece muy mal que se recupere el Impuesto de Patrimonio. Seguro que haría falta si la gente como él no escondiera parte de su dinero en Suiza para no pagar impuestos. Hace tan solo unos meses se avino a pagar 200 millones de euros a Hacienda para no ser acusado de delito fiscal al descubrirse que tiene una cantidad de dinero, hasta ahora desconocida y no declarada, en una entidad bancaria helvética. Ya ven, de una tacada el Estado ingresó una quinta parte de lo que espera cobrar con el polémico impuesto. Pero bueno, en descargo del señor Botín hay que decir que un olvido lo tiene cualquiera.

A mí me parece bien que paguen más impuestos quienes más tienen, pero la recuperación del Impuesto de Patrimonio es una medida electoralista condenada al fracaso que no arregla los problemas de los ciudadanos. A los trabajadores les preocupa no perder el empleo; los parados se desesperan porque no encuentran uno; los jóvenes no tienen oportunidad de demostrar su valía, y las familias con menos recursos hacen encaje de bolillos con sus ingresos para llegar a fin de mes. No se les puede engañar con demagogia después de haberles exprimido al máximo.

Hasta el próximo sábado. 

El Consejo de Ministros recuperó ayer el Impuesto de Patrimonio y puso fin, al menos formalmente, a un culebrón que duraba ya semanas. La precampaña es lo que tiene, que hay que animar al respetable para que te vote. Los socialistas, que llevan cuatro años apretando el cinturón a los trabajadores y rascándoles el bolsillo, han decidido que le toca el turno a los ricos.