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Cuidado Mariano, que tienes el enemigo dentro
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Carlos Fonseca

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Carlos Fonseca

Cuidado Mariano, que tienes el enemigo dentro

La gestión del fin de ETA, que debe llevar a su

La gestión del fin de ETA, que debe llevar a su disolución y entrega de las armas,  le va a costar a Mariano Rajoy más de un problema si finalmente llega a La Moncloa. Tras el comunicado de la banda terrorista anunciando el cese definitivo de la violencia, el líder del PP expresó su alegría por la noticia y aseguró que el Gobierno no había hecho concesiones políticas a la banda. Justo lo contrario de lo que afirman los halcones de su partido y él mismo sostuvo durante mucho tiempo para desgastar al Gobierno de Rodríguez Zapatero.

Impasible el ademán, algunos significados dirigentes populares siguen enrocados en el discurso de siempre, aún a costa de llevar la contraria a su líder. A saber, que el cese de la violencia es producto de un pacto entre los terroristas y el Gobierno a cambio de vergonzosas concesiones. No tienen pruebas que demuestren lo que dicen, pero da lo mismo, ahí queda y, además, es lo quiere oir la clientela. El exministro Jaime Mayor Oreja se ha puesto a la cabeza de la manifestación, bien secundado por la presidenta Esperanza Aguirre y Esteban González Pons, vocero del partido. Hay más, pero no tan buenos.

La demagogia es un vicio de los políticos, trileros de las palabras, que un día dicen una cosa y al siguiente la contraria sin que les tiemble la voz ni se les caiga la cara de vergüenza. Ocurre que con el terrorismo no conviene hacer trampas. Ha causado tanto dolor durante décadas, que frivolizar es inadmisible. Es lo que han hecho los halcones del PP desde que hoy hace diez días ETA anunciara el “cese definitivo” de la violencia. Halcones que en otro tiempo no muy lejano eran palomas.

Se lo explico con algunos ejemplos. El 18 de septiembre de 1998 ETA declaró una tregua total e indefinida (hoy es definitiva) en respuesta al Pacto de Lizarra (la “pista de aterrizaje” ha sido ahora la Declaración de Aiete). El Gobierno de José María Aznar se avino a dialogar con la todavía Herri Batasuna (HB) y con la banda terrorista, con la que se reunió una representación oficial en Zurich en mayo de 1999.

Cuando todo se vino al traste y la banda terrorista rompió la tregua en enero de 2000, uno de los años más trágicos de la década, las conversaciones se convirtieron en “tomas de temperatura”, que es una manera de escurrir el bulto sin que se note demasiado. Ni siquiera fueron originales, porque el término ya lo había acuñado Rafael Vera en su etapa de Secretario de Estado de Seguridad (con José Luis Corcuera de titular de Interior) para definir los contactos con HB y ETA que tuvieron lugar tras la ruptura de las conversaciones de Argel en 1989.

En aquella tregua “total e indefinida” José María Aznar se mostró dadivoso en muchas ocasiones por el bien supremo de la paz. “Si los terroristas deciden dejar las armas sabré ser generoso”, fue una de sus frases, o esta otra: “No estoy pidiendo (…) que hagan explícita condena de sus propios crímenes, pero sí que acepten las reglas democráticas desde el momento en que anunciaron el cese de la violencia” (entrevista en el diario El País el 11 de octubre de 1998).

Su ministro Mayor Oreja no veía entonces treguas trampa y se mostraba dispuesto a hablar con la banda hasta donde hiciera falta: “Estamos dispuestos a dialogar, dispuestos a flexibilizar la política penitenciaria, a imaginar una reinserción para la gente de ETA, dispuesto  a hacer todo sin exigencia previa, sin ni siquiera discutir la entrega de las armas, justo por la paz” (16 de septiembre de 1999 en una entrevista al diario Le Monde).

El Gobierno del PP acercó en aquella tregua a 135 presos etarras y abrió la puerta al regreso a España de tres centenares de militantes-simpatizantes cuyas causas habían prescrito o se podían archivar. Eran, en palabras de Rajoy, entonces ministro de Administraciones Públicas, “gestos”. “El Gobierno ha hecho un gesto conforme a la voluntad y el deseo de que llegue la paz”, decía el hoy aspirante a presidente el 26 de diciembre de 1998.

Hay muchos más ejemplos, pero les aburriría. Aquellas conversaciones no lograron el fin deseado, la desaparición de ETA, pero merecieron la pena, aunque solo sea porque la banda terrorista ha sido más débil cada vez que ha violentado un proceso de diálogo. El último de ellos, roto en 2006 con el atentado de la T4 del aeropuerto de Barajas, supuso la ruptura con la izquierda abertzale y su paulatino desmoronamiento hasta el día de hoy. El Gobierno lo presidía entonces y ahora Rodríguez Zapatero, y Rajoy se movía ya por otros derroteros. “Nunca pude imaginar que un presidente del Gobierno de España les aproximara tanto (a los etarras) a la deseada legitimación de décadas de terror”, dijo contra el proceso de paz en una de sus numerosas intervenciones públicas.

Si han llegado hasta aquí, les pido que no sean mal pensados. Esta columna no es un “y tú más”, que de eso ya se ocupan los partidos en sus ataques mutuos; es, simplemente, un ejercicio de memoria contra la demagogia.

ETA ha dejado de matar y esa es la mejor noticia posible. El nuevo discurso de Rajoy le honra, porque ha asumido la posición de quien se siente presidente del Gobierno, que obliga a la prudencia y a la búsqueda de consensos. Nada que ver con sus apocalípticos mensajes de tiempo atrás. Y si llega a La Moncloa tendrá que abordar el futuro de los presos, que no es sinónimo de amnistía, del todos a la calle, sino de poner en marcha una política penitenciaria acorde con el nuevo tiempo para facilitar la esperada disolución de la banda.

Rajoy sabe que puede el PSOE y el PNV le van a apoyar en las decisiones que tome para que ETA se disuelva. Su problema no va a ser la oposición; el problema lo tiene dentro del partido con ese grupo de irreductibles que recurrirán a las víctimas para ponérselo difícil. Tiene suerte de que en Euskadi está Antonio Basagoiti, un político muy alejado del discurso cainita de los halcones. Le van a llover piedras, y a Basagoiti le tocará hacer de paragüas. Él va a ser su principal aliado.

La etapa de Carlos Iturgaiz y de María San Gil, escuderos de Mayor Oreja y de Aznar, como líderes de los populares vascos ha pasado y las urnas se lo han agradecido al PP, que ahora cuenta en la política vasca, con un discurso que se puede compartir o no, pero que nada tiene que ver con la política de trincheras de sus antecesores. Sus escaños han permitido a Patxi López convertirse en lehendakari tras 30 años ininterrumpidos del PNV en el poder (algunos en coalición con el PSE), y sus expectativas para el 20N son buenas. 

El presidente Rajoy va a tener que echar mano de su flema británica, ese dejar hacer a que nos tiene acostumbrados, esa imagen de político aburrido, apático y sin sangre. Ojalá le sirva para aguantar el envite de los halcones y para tomar decisiones que cierren definitivamente medio siglo de violencia terrorista. Le deseo suerte.

Hasta el próximo sábado.

Mariano Rajoy